jueves, 15 de marzo de 2007

El vestido de Novia











Los vestidos de novia hacia fines del siglo XIX eran oscuros, Negros...

A comienzos del siglo XX largos nada escotados y el color blanco indicaba opulencia, riqueza...

A partir de 1910 abundan los velos y mantillas

1925 a 1930 lucen lánguidos se ajustan al cuerpo se adornan con velos recogidos en la cabeza como una especie de casquete

En los años 50/60 los vestidos pasan por modificaciones drásticas Faldas largas cinturas marcadas colas larguísimas...




martes, 6 de marzo de 2007

Cocina Salada

EMPANDAS MARCADAS
Para la Masa:
1 Kilo de harina común
12 cucharadas gordas de grasa de pella, tibia.
2 cucharadas de Sal gruesa que se disolverán en
3 tazas grandes de agua fría
2 cucharaditas de polvo Royal
el jugo de 1 limón grande.
Una vez tomada la masa se deja descansar un buen rato, antes de estirarla con palote, lo más finita que se pueda, se cortan circulos del tamaño de la boca de una taza(de café con leche)
Para el relleno
1.5 Kg. de Carne picada
2 cebollas chicas picadas finitas
1 diente de ajo gordito, bien picadito
3 cebolla de verdeo bien cortaditas, pero que se note.
1 aji rojo picado chiquito, pero que se note.
3 huevos duros bien picaditos
100 grs. de aceitunas verdes
1 taza de pasas de uvas (remojadas en vino tinto)
salar a gusto y condimentar con orégano, comino y pimentón
El relleno una vez cocido todo debe dejarse enfriar para rellenar los discos, el huevito picado se pone al final y si es sobre cada empanada antes de cerrar mejor.
Cerrar cada empanada con repulge de izquierda a derecha.
Se fríen en abundante grasa y cuando están doraditas, se sacan, se secan sobre papel blanco,se acomodan sobre una fuente, se les coloca azúcar y con un fierro que previamente se calentó al rojo en las brasas (o en la hornalla), se quema el azúcar quedando así la marca.

jueves, 1 de marzo de 2007

"El Camino es Largo"



















"Había corrido un largo año. Andando y andando los caminos de huellas llaneras y cansadas, durmiendo de día en algún pajonal y caminando durante la noche bajo el firmamento balizado de luceritos, sin poder alejarse mucho de los pagos de Dolores en donde estaba Felisa, llegó Rojas en una tardecita de verano a la vista de su pueblo natal. No pensó nunca en hacerlo; era más bien una fuerza incontrolable la que poco a poco lo iba trayendo como de tiro, desde el canadón de El vecino hasta el pueblo de General Guido...
Sofrenó el tobiano colorado y se quedó mirando a los lejos en la llanura dorada por el sol de enero aquel montoncito de árboles, casas y ranchos blanqueados, que eran como un mojón en la planicie, interrumpiendo en un pedacito la firme pegazón de la tierra con el cielo. Sobre el verde oscuro de las arboledas apuntaba hacia arriba la torre cuadrilonga de la humilde iglesia, pintada de blanco y terminada en una pirámide de cuatro caras iguales. Pag. 288
Hacia el oeste, ocultos casi por el resplandor del sol declinante y semitapados por nubes de jejenes, los montes de La Quínua y de Newton parecían en la distancia pequeños accidentes de la corteza terrestre. Más para este lado, el de Santa Catalina era un apezuñamiento corto y deforme, y sobre la costa oeste de la laguna del Carnero el viejo caserón de El Mirador con un descarnado eucalipto que visto desde lejos se asemejaba a un vendedor de globos. Pag 289
Detrás, el vasto espejo de la laguna cortaba en redondel el horizonte hasta mostrar al otro lado una orilla baja, de pastizales verdes, pareciendo que la llanura entraba despaciosamente al agua. Bandadas de cisnes ponían en el contra luz del solazo de aquella tarde, el movedizo punteo de alas blancas entreverado con el rosado plumaje de espátulas y flamencos.
Al ver el cementerio, Rojas, maquinalmente, sujetó despacio a su cabalgadura y sacándose el sombrero, espió por el portón de hierro coronado de lanzas que iban de mayor a menor, la callejuela principal que se cortaba muy pronto contra la pared del fondo. Las sepulturas alineadas, alargaban ya en el poniente las desmedidas sombras de sus cruces, entre la soledad y los yuyales que las avanzaban por todos lados. Ahí estaban los huesos de su madre, los de doña Liberata y los de tantos conocidos... Pag.290

El autor de esta novela, el Dr. Augusto J. Bialade, (Tito) nació en Gral. Guido en 1903, hijo de Don Augusto Pedro Bialade, Jefe del Registro Civil y de Juana Cambiaggi, maestra. La familia Bialade vivió en Guido hasta 1916, en ese año se trasladaron a Dolores.Este libro fue editado en Diciembre de 1972 por Ediciones "Los Vientos" Buenos Aires.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).