jueves, 26 de julio de 2007

Tantos años como anécdotas...



General Guido- Año 1982
Bajo la parra, mi hermano y yo le ayudabamos a soplar las velitas de aquellos jóvenes sesenta...
hoy ya son ochenta y dos...
Mar del Plata, 26 de Julio de 2007
Desde este corazón… desde el Sudeste, desde un extremo frío del Océano, desde la resaca del Mar Argentino, con su malestar invernal envuelto en las sales del recuerdo, con algún barco perdido en su lejanía, con sus vientos arremolinando inviernos, desde aquí, en esta costa que besa el agua congelada, me transporto…toco con una mano la vera escarchada de la laguna que transformada en un hilo plateado y parejito la mañana derrite con su tímida tibieza.
Hoy Humberto Guebara, mi abuelo, cumple 82 pirulos, ochenta y dos abriles, más guidenses que las gallaretas y mi corazón está mirando a su mesa, con una fuente de sorrentinos caseros, amasados a la siesta del día anterior, para que oreen… travesuras de la vejez… aburrimientos pueblerinos… costumbres que no se pierden… una torta con velitas blancas, como todos los años… y como todos los años… alguien que falta, pero es esa gente que está siempre, aunque falte, aunque no toque el timbre, aunque no llegue a decir feliz cumpleaños, aunque no se siente a la mesa…
El pueblo tiene fantasmas, algunos son aquellos de los que ya no están, otros aquellos de quienes los enviamos a hacerse presentes porque no podemos ir, fantasmas que nos representan y cuando vuelven nos dicen al oído que cumplieron con llevar el beso encomendado, nos traen una caricia y un olor del hogar impregnado en la solapa de la camisa, nos transmiten la felicidad que no pudimos presenciar, entonces sentimos que es como haber estado, es como haberse sentado a la mesa, como haber cantado el feliz cumpleaños y como haber abrazado… mi fantasma me ha hecho sentir que hoy estuve, me ha hecho cree que caminé con mi abuelo de la mano por la vera de la laguna, juntando pedacitos de escarcha mientras me mostraba las gallaretas que dormían en los pajonales y mientras su vida coleccionaba un año más para continuar sumando historia, enriqueciendo este pueblo que me permite cosas insólitas aunque esté lejos, me permite soñarlo y mandarle mi fantasma para poder sentarme en la falda de mi abuelo, con las trenzas revueltas por la friolera de julio y decirle: ¡¡¡Feliz Cumpleaños!!!

Para quien me corrigió

después de leer “Lo que se hereda no se roba”.
Si realizara las modificaciones y los cambios aconsejados, no sería yo la que escribe, yo soy así, digo así, hablo así. Pero, acepto la sugerencia… de publicar “nuestra” receta de las Torrijas y me atrevo a contar otra historia, la que narraba la abuela “la Pita” cuando hacia Torrijas.
Comienzo hoy mismo a leer, "Cómo se cuenta un cuento" de Garcia Marquez. ¡Gracias!
¡ va la receta !
Ingredientes:

Pan del día anterior cortado en rebanadas gruesas (3 cm, está más que bien) las sumergen en una mezcla de leche, previamente calentada con una ramita de canela, y azúcar, dejando que se empapen bien, luego las escurren, las pasan por huevo batido y las fríen en aceite de oliva, o margarina. Se sirven espolvoreadas con azúcar y un poquititito de canela. ¿Fáciles? ¡Facilísimas!

Y ahora la historia
… y disculpen los errores.

“Se acercaba la Pascua. En una casa, una madre, preparaba la cena para sus hijos, solo tenia un poco de pan duro, algo de leche, un huevo y miel. Sentados alrededor de la mesa los comensales esperaban, alumbrados por la escasa luz de una “candelilla” ¿Qué facer? Se preguntaba la muller, mientras cascaba el huevo. De pronto alguien llamo a su puerta, era un hombre, alto, delgado, parecía herido, estaba cubierto con un Tallit, en su mano izquierda llevaba el cayado de pastor.
- Busco vuestra hospitalidad irmáns, lo escucharon decir cuando se abrió la puerta. Guiado por el dueño de casa, se aproximó a la mesa, nai, le acerco un vaso de agua fresca y le dijo: somos moi pobres señor, ¿que puedo ofrecerte?, temos un pouco de pan duro, leite, ovo, y mel, las cuatro cosas dijo el hombre y, cortado el pan lo sumergió en la leche endulzada con la miel, lo paso luego por huevo batido, y se lo dio a la mujer para que lo friera en el aceite que se calentaba sobre los fuegos del hogar, ¿Pero que has hecho?, ¿que comerán os meus fillos? preguntó la mujer.
- Torrijas, dijo aquel pastor, mientras abandonaba la casa.
Esa noche comieron las torrijas tibiecitas, exquisitas y no hubo ya hambre. A la mañana siguiente, todos en la aldea comentaban el mismo hecho, a todos los había visitado el hombre del Tallit y el cayado, hasta que una anciana dijo: es Él ¡ha vuelto! En busca del rebaño, y en el alimento de á noite nos ha dejado una nueva enseñanza. El pan duro, ha resucitado, fresco perfumado, dulce tibio, sustancioso como el corazón de nuestro Señor. ¡Alabado sea el Señor!
Desde entonces para Semana Santa en la aldea comieron torrijas y la receta paso de madres a hijas, por los siglos de los siglos, el pan duro ha resucitado, perfumado, dulce y tibio en cada torrija.

A mi tía María, le gustaban las torrijas que hacia la Pita, pero más, mucho más, esta historia. Siempre me pedía que se la contara.

Y Ahora Madres a hacer Torrijas. ¡Háganlas! aunque no sea Semana Santa… y va una Yapita. Una vez hechas, las sumergen un largo rato en un buen vino tinto...y ¡a vuestra Saúde, ofrézcanlas ao cura e conviden ao Bispo!… ¡Chauuuuuuuuuuuuuu ¡Hasta la próxima! Y como dice la entrañable Blanca Cotta ¡Glup!.

miércoles, 25 de julio de 2007

Lo que se hereda, no se roba.

Yo no soy de Guido, pero el cincuenta por ciento de mi “Hilacha” (léase ADN) me acuartela en ese espacio, el otro cincuenta, como ya les conté, en alguna entrada anterior, arrancó en la Península Ibérica, en la única provincia mediterránea de Galicia, Ourense, en la aldea de Outeiro de Torrezuelas.
Mi abuela Mercedes “la Pita”, cocinaba muy bien, en sus comidas no falta el pulpo, “Pues esto, en miña terra, se come en platos de boj y con palillos, pan de cea y vino de Ribeiro” decía mi abuelo Cesáreo “el Tata” que había dejado su aldea, allá por 1914, fecha en que conoció "la Mar".
A los Madrid les gustaba mucho el pulpo, así que cuando, la Pita, lo cocinaba siempre el Tata llevaba una sopera olorosa para los tíos, “los muchachos”, los llamaba él.
- ¡Que panzada! Nos vamos a dar hoy Don Cesáreo, decía tía María.
- “A vuestro provecho hija… y con saúde, con saúde , Negrita” decía el abuelo.
Otro día cualquiera, aparecía la Pita con una fuente llenita de “torrijas”, aún tibiecitas
- me dijo Cesáreo que a usted le gustan Negrita, son más ricas calentitas, prenda el horno Negrita y déjelas con la puerta entreabierta, así se mantienen a temperatura para cuando lleguen los muchachos
- Gracias Doña Mercedes, pero ni tiempo les voy a dar decía María, siempre jaranera.
Cuando llegaba diciembre yo entraba con el primer ramito de jazmines que la abuela Pita mandaba a María, para la foto de los abuelitos Isabel y Bernabé, “pimpollos” por que a Tío Mochi le gustan más… y el Tata cargaba la bolsa con ciruelas "amarelas" que había recogido al atardecer, siempre para “los muchachos”.
Fuimos una familia sin alambrados, diría mi padre, compartíamos todo, menos el Diario, el abuelo, socialista confeso, pero, leía La Prensa, en casa se leía La Nación. Para cuando la guerra civil, que desangró a España, se desataba, Don Cesáreo Fernández, ya llevaba más de veinte años en el país, por entonces, también leía Critica; lo que había ahorrado para volver a su tierra, lo destinó a comprar el terreno, donde más tarde, se levantó la casa en la que hoy vivo, el resto, lo entregó para la causa republicana. Por aquellos años la única familia que tenía aquí, era la que había formado con mi abuela, algún sobrino llegaría después de la guerra. Eso sí tenía montones de amigos, algunos famosos jugadores de fútbol como Cherro, Lorenzo y otros que ahora no recuerdo. Cuando llegaron Los Muchachos Madrid, pasaron a se parte de ese pequeñísimo circulo familiar… y se quisieron y se respetaron por siempre.
- ¿Volver?... respondió, un mañana, después que había muerto Franco y ante la pregunta de tío Mochi, que se preparaba a cortarle el pelo, todavía con reflejos pelirrojos, en la fresca galería de su casa, aquí en Banfield
- a miña terra esta abonada con sangue dos meus irmáns, volver, non, pero seguira sendo miña terra, ata máis alla da miña morte ¿comprendes?
Tío Mochi siguió con los preparativos, tratando de ocultar la desolación, que habían producido en él, aquellas palabras dichas en una lengua antigua.
- ¡Claro, que había comprendido, decía tío Mochi cuando se lo contaba, después de muerto el abuelo, en la cocina de nuestra casa de Guido a Don Abel Cepeda, pero a decir verdad lo ayudo la Pita, que desde la cocina donde prepara el almuerzo, tradujo:
Mi tierra esta abonada con sangre de mis hermanos ¿volver? no, pero seguirá siendo siempre mi tierra, más allá de mi muerte.
Como pueden ver me formé en extensión de pampa y magia de bosques y de mar, de ese mar, ausente en Ourense, pero por el que habían llegado los abuelos, cada uno a su turno. Ese mar, que yo sin conocer en mi infancia, adivinaba encrespado, cuando mi abuela me contaba historias de “Mariñeiros” que a ella le había contado su mamá, en esos relatos, la Pita, “falaba en galego” y yo, la escuchaba fascinada.
A la monotonía de vidalitas y milongas, se coló, un día, la música de las gaitas y los panderos, y desde entonces no deje de reclamar las castañuelas, que me regalo mi abuela, ¡a fuerza de pedirlas tanto! Aquí están, en silencio, ahora, colgadas de un ganchito.
Y fue una tarde cuando, María, mi tía, me presto unas faldas, improvisamos los mandilones, un par de zamancas y salimos al ruedo bailando, jotas, muñeiras y fandangos, “O que se herda non se rouba” decía mi abuelo Cesáreo, contento, disimulando la emoción, ante el espectáculo que “los muchachos Madrid” habían preparado para agasajarlo, agradeciendo una fuente de Pulpo, Ciruelas, Torrijas, Jazmines o alguna otra atención del Matrimonio Fernández-Pérez. Entre el publico estaba mi primo, Tuly Madrid, siempre era una fiesta tenerlo en casa, ese día alentaba en primera fila, sentado en la punta un banquito descuajeringado.
Ya en el final yo, “declame”, como estaba previsto, unos versos que había practicado durante la siesta con tía María, Tío Loro anunció “Los Robles” de Rosalía de Castro y yo arranque:

¡Torna presto a poblar nuestros bosques;
y que tornen contigo las hadas
que algún tiempo a tu sombra tejieron
del héroe gallego
las frescas guirnaldas!

Tuly aplaudía a rabiar y me alentaba a seguir ¡Otra Gesio, Otra! Yo, confieso, me agrandé, y para el asombro de la concurrencia dije lo que oía decir a mi abuela Pita, cuando falaba en galego Adeus ríos / Adeus fontes,/Adeus regatos pequenos /Adeus, vistas dos meus ollos /Non sei cando nos veremos.

Y bueno… fue una ovación tan grande, que el banquito “descuajeringado” donde estaba sentado mi primo, se rompió, a causa de tanta algarabía, y Tuly, desparramó sus largos huesos por el piso… los versos de Rosalía, fueron dichos, en cuanta reunión había.

Ustedes se preguntarán ¿que tienen que ver estos recuerdos, con el pueblo de General Guido? ¡Tienen, y mucho! Para unos carnavales, los tíos Madrid, decidieron que llegaríamos al Club Cultura disfrazados y así fue, ataviado con ropas típicas, el conjunto folklórico gallego, "Os Nenos Da Terra", hizo su entrada en el Centro Recreativo Cultura ¿te acordás Marilu?, vos también fuiste de la partida, entramos cantando: Ollos verdes son traidores, / azules son mentideiros, /os negros e castañados firmes son e verdadeiros. / Os ollos dos meus amores esos son os verdadeiros. / Na veira, na veira, / na veira do mar / hay una lanchiña pra ir a navegar / pra ir a navegar, pra ir a navegar, / na veira, na veira, na veira do mar.
Y si no hubiera sido por mi cincuenta por ciento Galego “Os nenos” no hubieran pasado por Guido .
¡Cuánto nos divertíamos, en aquellos carnavales! No hay fotos, ¡que pena!

Pero… Mi tía Maria, la negra Madrid, dejo escrito algo recordando, otros, carnavales, y si guardó fotos, que yo rescato para ustedes, ¡que lo disfruten¡ tanto, como yo me alegre recordando estas anécdota que acabo de contarles.
En las fotos tía María y creo reconocer a su amiga Irma Torme de Villar, (Gallega, te quiero, un beso grande para compartir con los tuyos) las otras, no las identifico, pero alguien en Guido, podrá hacerlo, me justaría saber sus nombres.

Escribió tía María en su cuaderno Laprida:
El Agua mansa en los tachos, prolijamente alineados, espera. En tus calles polvorientas se despereza la siesta de febrero, tras los postigos se adivinan los ojos que miran, espían, esperando la señal primera. Pronto, el silencio se rompe y un murmullo creciente se escapa de los zaguanes vecinos. Alguien ha salido a provocar, mirando con el rabillo del ojo, la esquina, donde los muchachos van llegando con sus recipientes llenitos de agua fresca, al grito de ¡Aura! comienzan las primeras escaramuzas, el aire se llena de olor a la tierra mojada con los primeros gotones que caen de los tachos, los combatientes vamos ganando posiciones estratégicas, en las calles de mi pueblo se desata el carnaval. Las ropas se pegan al cuerpo, las alpargatas pesan, la calle se llena de risas y gritos, durante esta hora, la batalla del agua es protagonista, después vendrá el descanso, y los preparativos para el baile. Baile de disfraces, alegres mascaritas, que como en el tango, gritan al pasar, ¡A que no me conoces!, y disparan escondidas detrás de la grotesca careta. Viene a mi memoria el recuerdo de aquella mascara chambona, que en la esquina de la Plaza al cruzarse con un grupo de señoras, entre las que se encontraba su madre dirigiéndose a ella, pregunta ¡a que no me conoce mama! y en medio de estridentes carcajadas, todos sus compañeros descubiertos, corren buscando en el amparo de la oscuridad de la noche un lugar donde cambiarse, ¡por lo menos las caretas! y así poder regresar, al baile.
Carnestolendas, tres días para el derroche de alegrías, en esta antigua fiesta pagana, donde el amor juega su juego oculto tras el negro antifaz.
Alguien la descubrió, grita su nombre, y ella, “mascarita alocada”, se pierde entre la gente, en una nube de papel picado y serpentinas mientras las parejas en el salón del Recreativo Cultura, dibujan círculos concéntricos al compás de un pasodoble... “Pisa morena, pisa con garbo que un relicario, que un relicario te voy a hacer..." Carnavales de Guido, nunca iguales, nunca, a otros, parecidos. Ofelia Madrid (Negra)

lunes, 23 de julio de 2007

¡¡Eureka... y Gracias!!

La memoria, la buena y la mala memoria siempre azuzando. Estaba tristona, mustia y desangelada hubiese dicho mi abuela “Pita”, cuando sonó el teléfono, a las 23.15 de la noche del sábado, la voz de Marilu me rescató de la bruma, y Juliana gritando ¡decile, decile! que en la Feria de Ciencias de la escuela, una de las chicas bajó material de La Gallineta, completó el salvamento. Hablamos casi treinta minutos y cuando nos despedimos; mientras preparaba un té dije: ¡¡Eureka... y Gracias!!

¡¡Eureka!! Exclamó Arquímedes cuando descubrió que el volumen de un cuerpo sumergido en agua, es igual al volumen del agua que desaloja. ¡¡ Gracias!! Digo yo, La Gallineta otra vez se zambullo en la laguna del Mirador, y el agua, esta vez, llegó a la escuela, ¡que les haya interesado!, que ayude para reunirnos y a seguir sumando, "¡Cuantos mas ojos miran, más ojos ven!"
Vos, Sí, Vos, la que entró al almacén de la memoria, a vos, que no conozco tu nombre, (la profesora Juliana Martinez, no me lo dijo), te invito, escribíme, solo necesito que envíes la dirección de tu correo electrónico, nada más y podrás colaborar con Maria Guebara y conmigo, serás nuestra corresponsal en el pueblo, o mejor aún como digo, siempre arma tu propio blog seguí las instrucciones de Blogger y ¡Ya!
“Pinta tu aldea y serás universal”dijo Tolstoi, y entonces no había Internet...

Pronto cuando finalicen las vacaciones de invierno María Guebara volverá al blog, la espero ansiosa, ella tiene el pasado reciente, el más cercano a ustedes, además, María escribe maravillosamente bien.
Mis recuerdos, son más viejitos, heredados, y no soy buena escribiendo, pero a la hora de armar la historia del pueblo, todos los recuerdos valen por igual, nuestras historias, se cruzan, se enlazan se aprietan como trenzas de ocho solía decir mi papá.
¡Ah! Escribí: trenza de ocho, y me acorde de algo… ya vuelvo…

Tardé un poquito pero aquí estoy, otra vez… Miren, tengo para mostrarles unos trenzaditos de mi abuelo Don Bernabé, en la foto, buen soguero dicen, los que han podido ver sus trabajos entre ellos, El Lazo http://elpuebloqueherede.blogspot.com/El%20lazo que hemos heredado con mi hermano y que sigue, aquí, en nuestra casa, como lo quisieron los tíos y mi papá, fue hecho por el abuelo, un artesano, un artista, pone en su obra pedacitos de su alma, y vive para siempre en ella. En este Lazo, vive el recuerdo del Abuelo Gaucho.
Contaban, que Don Bernabé, pisando los setenta, pialó por sobre el lomo a pedido de la mamá de Don Abel Cepeda, la abuela de Abel y de Alejo, en la Estancia El Recuerdo.
“De todos los Madrid, solo Rogelio, heredó a papá”, solía decir, mi papá, el Negro Madrid, mientras desataba las galletas de hilo, que no sé por que razón, en esta casa, siempre guardamos en algún cajón, aún hoy. ¿?
“Así, así de finitos, como hilos, eran los tientos que papá sacaba con el cuchillo” señalaba nostálgico y enseguida, con sumo cuidado sacaba esa soguita sin terminar y agregaba: “estos eran los borradores, aquí practicábamos por aquellos años, bajo la sombra del peral, en las interminables siestas, en los fondos de nuestra casa, en Guido. Rojo, era entonces el mejor discípulo y siguió siendo el más habilidoso, el más parecido a papá en todo, definitivamente, Rogelio es el heredero de esas habilidades”… y en la misma ceremonia y con el mismo esmero, volvía esta piecita a la caja de los recuerdos.

Hoy salieron a mostrarse otra vez, las traje para ustedes, y ahora las vuelvo a guardar y pregunto… ¿Quiénes?, en el partido de General Guido, practican en la actualidad este antiguo oficio, el más paisano, quizás el más vernáculo: La Soguería.

Cada día que ingreso a La Gallineta traigo al tiro, algo para ustedes, hoy fueron estos trenzaditos.
¡Gracias! Juliana, por avisarme… Y espero que a la próxima Feria de Ciencias me inviten.
Chauuuuu!!!

martes, 17 de julio de 2007

"con el corazón al sudeste"

Después del segundo gol, decidí no seguir “sufriendo” el partido, y para aliviar mi estrés me puse a revisar papeles y ordenar libros, trabajo que había quedado inconcluso el sábado.Plagiando a Eladia Blázquez digo que los Madrid, vivieron “con el corazón al sudeste” Todo aquello donde figuraba el pueblo de General Guido, era motivo suficiente para ser archivado, por eso, tantos papeles, recortes de diarios, hasta boletas de viejas “votaciones”, ¡créanlo! no las publico por que estamos en un año electoral y desde aquí no hacemos política, pero después de octubre talvez…cuando se hayan acallado los discursos, quizás… No, no descreo de la política, por suerte todavía no adherí al partido de la indiferencia, mayoritario por estos tiempos, pero cuando invito amigos a mi casa, este es el caso, ustedes son mis invitados, la política y la religión quedan en la puerta de calle, lo aprendí y ¡lo aprehendí! de muy chica; en casa entraron Radicales, Conservadores, Peronistas, Anarquistas, Socialistas, Comunistas, Ateos, Agnósticos Católicos, Protestantes… y no fue necesario aclarar que teníamos “un amigo Judío”, disfrutamos la inmensa fortuna de contar con muchos… y bueno que más puedo decir, que a nuestra casa también llegaba el Dr. Alende, “Don Oscar”, oriundo de Maipú, que, ya electo gobernador de la Provincia (1958) me operó de apendicitis. En fin, mis análisis siempre han dado positivo, por eso, no me extrañe cuando me explicaron que la causa directa del envejecimiento celular de nuestro organismo en general y, por supuesto, de la piel, son los radicales libres, yo nací ¡libre y Radical! interrumpí, para sorpresa de mi interlocutor, que con una mueca, que a mí me pareció una sonrisa, acertó a preguntarme ¿con K? -¡Negativo, Doctor! Respondí Soy de las que se rompen, pero no se doblan.

Vuelvo al punto de partida “todo aquello donde figuraba el pueblo de General Guido era archivado” suponen bien, hay mucho, y si a eso, le sumo la tarea de ordenar libros, que siempre me obliga a revisar en profundidad cuando asoma la cintita del señalador marcando una página, hay mucho más… eso pasó con este libro que les traigo, que como tantos otros, ocupó y hoy sigue acomodándose en alguno de los estantes de nuestra ¿Biblioteca? suena presuntuoso, pero la cantidad de libros que hay en esta casa, se parece y mucho a una modesta y sencilla biblioteca, con minúscula. A todos en esta familia, nos gusta mucho leer, sin lugar a dudas también hemos heredado este apego por los libros. A viejos ejemplares se sumaron nuevos y así fue creciendo nuestra “bibliotequita” Desde de la Revista Todo es Historia de Félix Luna, que mi padre guardó con esmero, a los tomos de la serie Los mitos de la historia argentina de Felipe Pigna, pasando por Milciades Peña, recomendado siempre por mi hermano. Se suman los libros de Ajedrez de tío Loro, los fascículos de la Segunda Guerra Mundial, los viejos libros de lectura que les mostré en alguna entrada anterior, Enciclopedias Diccionarios, Novelas, Ensayos, Filosofía, Política. Rodolfo Walsh, Borges, Bayer, Hannah Arendt, José Hernández, Potash, Hudson, Ingenieros, Casal, Jauretche, conviven en este minúsculo espacio, y la lista sigue, como siguen llegando libros a esta casa, y como pueden, se acomodan, en las improvisadas estanterías.
De este libro, que como otros muchos, mi padre compartió con Don Abel Cepeda, transcribo un pasaje y les recomiendo su lectura.

“City Bell, abril 14 de 1978. Sr. Carlos A. Moncaut

Mi buen amigo Moncaut

Impulsado por sus reiteradas invitaciones para que volcara en un relato los hechos, detalles e impresiones vividas en algunas de mis andanzas a lomo de caballo por distintos pagos de nuestra provincia y a pesar de ser medio remolón `y poco baqueano pa la escretura corrida`(como dice en uno de sus primorosos versos camperos el gran amigo y poeta paisano que fuera Omar Menvielle) me decido hacerlo ahora para narrarle, usando mis escasas posibilidades literarias, las ocurridas en ocasión del viaje que empleando dicho medio, hicimos con mi compañero de galopadas Noel H Sbarra hace ya casi veinte años desde La Plata hasta los pagos del El Vecino, partido de General Guido. `La cosa jue ansina`: En los primeros días del mes de Octubre de 1959 nos encontrábamos reunidos junto don dos grandes amigos Noel Sbarra y Justo P. Saenz (hijo), en la estancia “La Protección” de propiedad de este último, sita en el Partido de General Guido o más propiamente dicho en el corazón de El Vecino como gustaba llamarle el dueño de casa. Allí solíamos darnos cita dos o tres veces por año para recorrer en buenos pingos criollos sus casi tres mil hectáreas y las vecindades de un verdadero retazo de la pampa de antaño con sus campos bajos cubiertos de duraznillo, sus cañadones con juncales y espadaña, sus rincones de horizonte abierto sin la presencia de un monte que manchara la lejanía y además sus viejos y acogedores pobladores a quienes solíamos frecuentar en nuestras cabalgatas. El tiempo se había puesto llovedor persistiendo un vientito del norte que prometía temporal lo que nos había obligado a guarecernos en ‘las casas’ donde, matiando en el escritorio y observando como la perrada empapada había ganado la galería, giró de pronto la conversación sobre el camino que pasaba pegado al frente mismo del casco de la estancia (que había sido tiempo ha, asiento de una pulpería del mismo nombre) el que unía primitivamente la localidad de Ranchos con la de Ayacucho según surgía de las leyendas de algunos mojones de hierro que aún perduran a su vera….
Se los recomiendo “Pampas y Estancias” Carlos Antonio Moncaut. Capítulo XX Viaje a Caballo por las Estancias en 1959 pág.255 y sgtes.
Hacemos un pausa, pero sin alejarnos demasiado. ¡Hasta la próxima!

jueves, 12 de julio de 2007

Dónde hay un mango, viejo Gomez?

Los han limpiao /con piedra pómez /Dónde hay un mango / que yo lo he buscado / con lupa y linterna / y estoy afiebrado… Esta es la letra de una Ranchera de 1933, mostraba una realidad, que se volvió inagotable, LA CRISIS.

Mi papa la traía siempre a las charlas de sobremesa… fueron épocas muy duras, tan duras que llegamos a buscar en los zócalos y hasta en el sótano de casa una monedita que se había caído. Y reconstruía la tardecita que abuelita Isabel le pidió 10 centavos para Benjamín “que anda cortito hijito, ayúdelo, es de buen hermano”... Y quizás por que ese recuerdo lo llevaba a donde no quería, disimulando esa lágrima, que ya se había desbordado, citaba, que en ese año, 1933, entre otras tantas cosas, el Indio Guaita, se fue a jugar a Italia. Era delantero izquierdo de Estudiantes de la Plata. Junto a Ferreira, Lauri, Zozaya y Scopelli formaban la famosa, Los Profesionales… y la conversación seguía por el lado del fútbol.
Viviendo a ciento diez metros de la cancha de Banfield, solo recuerdo que fue alguna vez cuando jugó “su” Estudiantes de la Plata, Benjamín, en cambio, no faltaba a ningún partido, pero ambos coincidían en una afición, coleccionar monedas, así fueron guardando moneditas, muchas moneditas, frascos llenos de moneditas, que hoy siguen aquí y algunas, como las medallas que también guardaban, circularon por el pueblo de General Guido, aquí se las muestro, recuerden cliquear sobre la imagen para verlas en detalle.



Buscando datos de estas antiguas monedas exploré una página que recomiendo
http://www.billetesargentinos.com.ar

La Constitución del año 1853 dispuso la acuñación de monedas. El 5 de noviembre de 1881, durante la presidencia del General Julio Argentino Roca, se promulga la Ley 1130, que dispone la acuñación de monedas de oro, plata y cobre. En oro se acuñaron las centenarias e históricas monedas de cinco pesos "UN ARGENTINO" durante los años 1881 a 1889 y las de dos y medio pesos "MEDIO ARGENTINO". En plata se acuñaron monedas de un peso "PATACÓN" y sus fracciones de cincuenta, veinte y diez centavos durante los años 1881, 1882 y 1883. En cobre se acuñaron monedas de uno y dos centavos entre los años 1882 y 1896.







¿cuántas monedas y medallas como estas, tendrán ustedes? ¡ Busquen! las van a encontrar y está bueno.
!Hasta la próxima!

martes, 10 de julio de 2007

¡¡Hola!!, aquí estoy

En Diez días pasaron muchas cosas, escribí cartas, recibí noticias de María Guebara, envié invitaciones, hable horas por teléfono, agoté el crédito del celular, llamé a Marilu, di una ojeada a Semana Maipuense, finalice la lectura de “El Derrumbe del Humanismo” de Muchnik y Garvie… y hasta ¡¡nevó en Banfield!! Como pueden ver.
Ustedes, Guidenses, siguen remisos a incorporarse a este espacio ¿Porqué?

... mientras espero, tomo un cafecito bien calentito, Bubu, nuestro perro, el de la foto, duerme su siesta frente a la estufa, yo, les cuento que...
Hace mucho, muchísimo tiempo, en un reino perdido había un Rey que cansado de las disputas entre sus súbditos, convoco una noche a sus alquimistas y les pidió un conjuro, una niebla gris cubrió la comarca, aquella noche, llegó el olvido.
El Rey creyó haber encontrado la solución y envió a un pregonero a difundir la noticia. ¡Ahora todos serán felices, cada mañana empezaran sin recuerdos molestos, no habrá tristeza, ni añoranza, ni rencores, ni saldos a cobrar, ni deudas por pagar, no mas compromisos, ni conflictos, ni obligaciones. No más lágrimas, ni despedidas. Se acabó la historia!
Y así pasaron los días, los meses, los años, hasta que una mañana entró en la plaza del pueblo un viejo cuenta cuentos, y como lo ordena su oficio comenzó a contar una historia, al día siguiente cuando volvió a la plaza observo que los asistentes nada recordaban del relato anterior, recomenzó una u otra vez, así paso hasta el tercer día, pero nada cambió, había llegado a un pueblo sin memoria. Cansado, preparó sus cosas y volvió al camino. Pronto se topo con un jinete montado en un fatigoso caballo blanco
- ¿De donde vienes forastero? pregunto entonces el caballero.
- De un pueblo sin memoria dijo el cuenta cuento y relató lo sucedido.
- ¡Volvamos! dijo el viejo caballero, yo te ayudare a que ellos te escuchen y tu me ayudaras a que ellos me recuerden.
Esa noche cenando en el desusado parador del pueblo el viejo caballero narro a su historia.
- Yo era el Rey de esta comarca y cansado de estar siempre melancólico, solucionando los conflictos que mis súbditos me traían, una noche convoque a los magos y festeje su hechizo, la niebla gris de la desmemoria, fue entonces un buen artificio. A los pocos días arrepentido quise volver todo atrás pero había olvidado cómo hacerlo entonces esa noche, apesadumbrado salí de la ciudad, nadie sabia quien era yo, nadie me recordaba Lejos ya de mi reino empecé a buscar. He recorrido el mundo cuenta cuentos, buscando y buscando la magia que deshaga aquel hechizo y ahora vuelvo y te encuentro en mi camino, tu tienes el artilugio que busco, tú me ayudaras, seremos un equipo, cuando tu empieces a relatar, yo entrare en el relato… y tu preguntaras, y yo hablaré, no dejaras de preguntar una y otra vez, cien, mil veces si fuera necesario, diré sus nombres, los de sus ancestros, encenderé con palabras los fuegos que nos reunían, modestos, jactanciosos, humildes, petulantes, sencillos, vanidosos; hablare de las fiestas que nos convocaban, de las alegrías y de las tristezas, no dejaremos que se duerman. Si logramos que se mantengan despiertos, una noche, solo una noche, la memoria vencerá al olvido.
-¡¿Pero Majestad!?, dijo alarmado el cuenta cuentos, mañana será un caos, se cobraran antiguas deudas, se reclamaran apolillados compromisos, habrá conflictos, volverán los rencores, las envidias, las peleas… y tu melancolía.
- Sí, cuenta cuentos, interrumpió el viejo y cansado monarca, ¡¡pero estaremos vivos!!.

Hasta la próxima, y recuerden que aquí los esperamos, para hacer memoria.

“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).