lunes, 19 de octubre de 2009

El Mus


¡Órdago!

Anuncia uno de los jugadores. La concurrencia sabe que la pareja se juega todo en ese envite, pero no hay dinero sobre el tapete. Si ganan sumaran prestigio a su ya acreditada reputación de jugadores de Mus, si pierden tendrán siempre otra oportunidad. Porque El Mus como la vida tiene revancha y una necesaria cuota de azar.
La medalla documenta que Don Bernabé Madrid (mi abuelo paterno) participó del campeonato de Mus que en 1935 se realizó en las instalaciones del Club Recreativo Cultura de Gral. Guido.
Mi otro abuelo, el gallego Cesáreo Fernández, también jugaba Mus con sus paisanos. Los lances se ejecutaban, todas las tardecitas en el almacén de Don Vázquez, a escasos cien metros de la cancha de Banfield, la otra pasión de Don Cesáreo, el Taladro.

Los abuelos Bernabé y Cesáreo, se vieron sólo una vez recuerda mi madre (81)… y fue aquí en Banfield. Poco, casi nada, tenían en común pero compartían la afición por El Mus y aquí no había diferencia, los dos jugaban a cuatro reyes.
Todavía recuerdo algo de mis clases de Mus: Envido; Amarraco; Paso; Va; Órdago. Grande; Chica; Pares; Juego; Vaca; No hay Mus.

Una nueva partida del legendario juego de baraja española va a comenzar en algún lugar y nuevamente los jugadores repetirán esas palabras. Jugaran por el placer de jugar, fanfarronearan. La pareja que gane festejara el triunfo… y aceptará el convite de regresar mañana. Sabiendo que pueden perder, volverán. Porque al fin de cuentas El Mus como la vida tiene revancha.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).