sólo por unas horas pero alcanzo para caber en el
hueco de esos abrazos siempre necesarios,
que parecen estar allá esperándonos para demandar a la memoria. Escribí hace
apenas unas horas en La matera de Guido; ambos, aquel y este clausurados
casi por desmoronamiento de corazón. Pero el corazón tiene razones que la razón
ignora y aquí estoy de donde nunca me fui. Sí, anduve por las calles de General Guido, visite
“la barranca” Fui a nuestra casa, salude
amigos, cruce la plaza visite la
Iglesia que siempre huele a nardos, aún cuando no había
nardos en los floreros.
Un lindo mural adorna la pared exterior del Museo del Vecino,
hay voluntad de memoria. Sentí que comenzaron a desanudar el enredo de aquellas
coloridas hilachas, están “hilando lo descosido”
atando, uniendo, reparando la urdimbre. Se preparaban para el aniversario del
Pueblo, no podía quedarme, otra vez será.
Guido sigue manteniendo eso que esta en su ADN gente buena
de pocas palabras hospitalaria, amable,
saludadora. No necesitan bici sendas para sus bicicletas, las puertas siguen
abiertas y a los atardeceres los noté más
dulces. Antes de pegar la vuelta para Banfield pase por la Laguna.