martes, 2 de diciembre de 2008

"Cuando una amiga se va..."


Llega El Amigo de Diciembre y la primera noticia me cuenta el espacio vacío que deja la partida de la Sra. Beatriz Viglietti de Parisi.
La noticia de su fallecimiento trajo a mi memoria aquella carta publicada en el Boletín de Febrero de 2008 que tanto me gusto, que tantas veces releyera y que transcribo para ustedes.

UNA CARTA A LA ESCOLÁSTICA
Por Beatriz Angélica Viglietti - Año 1986

Maipú: 20 de Abril de 1884.
Señorita:
Escolástica Reynoso
El Tordillo
Apreciada y recordada prima: Aprovecho el viaje de la galera de mañana para escribirle esta carta con noticias de toda la familia y pedirle si puede venir en Julio, así nos ayuda a “enyenar” como otros años en la carneada y cristianar la nena que nació el 17 de marzo y que llevará su nombre como madrina y el de la comadrona que me atendió. El padrino será nuestro vecino Don Zoilo que me la había encargado y no se puede despreciar. Nosotros hubiéramos querido a Eufrasio, mi cuñado, pero le prometimos el próximo, si Dios quiere. Como sabrá por la Patrona, tuve mellizos, el parto fue bueno, pero el varoncito nació muy débil, y a los diez días y a pesar de haberlo visto el médico y la curandera, se nos fue. Le hicimos un buen velorio al pobre angelito, con música y juegos por tres días para que del cielo nos proteja y después se lo pasamos un día al Pancho y la Josefa que iban a ser los padrinos. Me cuesta mucho resignarme a la pérdida de este hijo. Es muy triste lo que nos pasó. Menos mal que nos queda la nenita. Los chicos bien. El Juan anda todo el día por detrás del padre, igualmente mi “entenadito” Roque que cumplió los ocho para nueve. Los otros se lo pasan en la cocina, detrás de mí. Paso a contestarle lo que me preguntó de Don Blas, al que quería ver por sus verrugas. Ya volvió de Buenos Aires a donde lo habían llevado por 40 días. El pobre estuvo en el manicomio porque el cura Vicario Don Francisco Rodríguez Avillón le escribió al Comisario Alvarez, diciéndole que lo molestaba, se le metía en la Iglesia, rezaba fuerte, asustaba a las señoras y decía que la Virgen le hacía señas, le hablaba, le guiñaba el ojo y movía las manos. Para mejor, el Domingo, en la Misa, Dios lo perdone, se subió al altar mayor cuando el Sr. Cura estaba en el confesionario, tiró los mejores floreros al suelo diciendo que el demonio estaba dentro de ellos y los partió en mil pedazos. Estaba allí Don Francisco Madero y su hermano el Juez de Paz, Don Alejandro Madero y lo oyeron que a gritos decía: Cura vil, canalla, que no enciende las velas cuando entro yo que soy San Blas. El Oficial de Policía Guerra le ordenó que se retirara y se fue a gritar a la Plaza y de allí a su casa donde tocó y tocó la campana hasta el cansancio para después seguir a la Estación y allí vociferar contra el pobre Cura. Ha vuelto más tranquilo. Dicen que los doctores de Buenos Aires le enchufaron la corriente ara domarle los nervios. Sigue en su rancho atendiendo a los enfermos como siempre. Así que cuando la vamos a acompañar para que la cure. Como no da de tomar y cura con palabras no hay que tenerle desconfianza. No le cobra a nadie. Solamente recibe velas y regalos. No se preocupe por esto. Nosotros tenemos buenos pollos, cruza de riña y colorados y le daremos una yunta para que le lleve. Espero noticias para saber si viene y organizar el bautismo. Vamos a hacer una comilona con la factura del chancho, asado con cuero y pasteles. Prometió venir Don Braulio con la “acordeona” y habrá jugada de taba. Se despide con saludos al tío, la tía, los muchachos y de Usted quién la recuerda, la aprecia y es su prima y futura comadre.
S.S.S. Rosaura R. de Aguirre
PD. No se olvide de traerme el retrato que me prometió.

Nota del Autor: Datos reales obtenidos del archivo del Museo de Maipú. (Publicado por A.I.B.A. Agrupación de Impulso de Bellas Artes de Ayacucho – Edición Auspiciada por la Dirección de Cultura y Educación de la Municipalidad de Ayacucho - Cuentos y Poemas; Premiados en los Concursos Literarios Nacionales de los años 1986 y 1987)
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).