jueves, 12 de agosto de 2010

Los refranes

Alguien pasó por aquí y pregunto por el refrán “Que sabe el burro de confites…”

Igual que para “que sabe el chancho de freno o el avestruz de riendas” la respuesta es: Sin el conocimiento de “la cosa”, sin técnica es improbable hacer algo bien. El burro, el chancho, el avestruz o quien se meta a hacer algo que requiere habilidad, pericia, destreza, maña, arte primero deberá que aprender.

Mientras respondía al visitante recordé esos dichos, frase y refranes que escuchábamos casa.

Los abuelos educaban con refranes y dichos No te dejes arriar con el poncho. No pierdas los estribos; cuando se esta en el potro, hay que aguantar los corcovos. Para saber lo que es empacho, hace falta haber comido. Puede que tronando llueva. No me andes con medios días habiendo días enteros. Sos pura espuma como el chajá, Vamos a ver si lo que pinta madura. No te olvides que más vale trote que dure que galope que canse. No es pa todos la bota e potro, sino pal que la sabe usar.

No hay adversario débil la garúa también moja. No des ni aceptes changüi y si cantas contra flor anda nomás por el resto.

También había palabras, frases colándose en aquellas, siempre recordadas, charlas de sobremesa. Aprontar era la prueba, el ensayo de algo. Mañero era ser perezoso, manganeta era engañar, duro de boca era mal educado, no saber callarse. La hechuría era hacer crueldades, el Chirlo la temida pena o castigo, también una brutalidad, la única capaz de aplicar dicho correctivo siempre fue mamá, papá optaba por la dialéctica. Rezongaba si contradecía entre dientes. Frangollaba al hacer mal la tarea que me habían encomendado. Ligaba cuando tenía suerte y si la fuente rebosaba de tortas fritas era una fuentada.

Refranes, dichos, frases, palabras de las que sólo quedan ecos.

Ensillo el cimarrón que no es otra cosa que cargar yerba en el mate y te cuento – a vos que preguntas por el refrán “que sabe el burro de confites, si nunca fue confitero” - que usualmente lo aplico a mis frecuentes impolíticas intromisiones. Más de una vez sucedió que creyéndome en campo orégano, erre de medio a medio. Entonces esas resonancias a las que suelo llamar casualidades, me aconsejaron sacate las espinas del lomo, desistí del contrapunto y aguantate el chaparrón. Sí querés más claro, echale agua.

“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).