jueves, 3 de septiembre de 2009

"...el amor se cocina entre el sueño y las ollas"


Tanto apetitoso comentario, trajo a mi memoria unos versos de A. Tejada Gomez. Recordé haberlos copiado sobre la contratapa de alguno de esos libros que relegué hace muchos años. “Entonces volveremos a tu casa y mi casa. / Entraremos callados a la sabiduría. / Yo hablaré con el viejo de huelgas y salarios / Y tú entrarás al templo breve de la cocina”
La memoria externa, a la que estoy conectada, me ayudó y aquí quedan con la recomendación de hacer una visita a la página del autor


“Me voy, estoy campante, soy la lengua del fuego,
pero cuando fundemos la casa frente al sol,
cuando entremos desnudos a tu cuerpo y mi cuerpo,
tendremos que saber cómo se cuecen habas,
cómo se pica el ajo, cómo se asa un pescado
para que nos amemos con los viejos rituales
que la sartén antigua escandaliza y fríe
otra vez, otro día, otro amor, otro fuego
y nos tenga paciencia porque somos muy jóvenes
y no nos damos cuenta que la vida se quema.
Entonces volveremos a tu casa y mi casa.
Entraremos callados a la sabiduría.
Yo hablaré con el viejo de huelgas y salarios
Y tú entrarás al templo breve de la cocina.
Y allí, sencillamente, como pollos mojados,
Iremos aprendiendo a saborear la vida.
Ese día sabré que el vino toca fondo
Y en tus ojos maternos reirá la cebolla:
Volverás de allí dentro trayéndome una lágrima
Vegetal y profunda de mujer jubilosa.
Todos nos reiremos del laurel hacia arriba,
Desde la flor del tuco al estofado orondo,
porque somos tan torpes que recién entendemos
que el amor se cocina en el sueño y las ollas.”

Armando Tejada Gomez El canto popular de las comidas. 1974

“Sustraido” de La Peña del colorado
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).