jueves, 5 de marzo de 2009

"la fotito"

Hay textos que son mágicos, que no se olvidan, que están ahí, sosteniendo recuerdos. Eso me sucede con:

Desmiento de Nira Etchenique
Abuela, no les creas.
Es posible que vengan a decirte
que olvidé las plantas de tu patio,
que ya no tiemblo de miedo en los zaguanes,
y ni siquiera canto.
También levantarán la sombra
de algún amor que anduve asesinando,
en esos tiempos de naufragios galerías,
y sótanos y oscuridad. Y basta.
Insistirán diciendo que he crecido,
que no reparto a ciegas la sonrisa,
que tengo un juicio claro de las cosas,
un estatuto de vivir a plazos,
y tantos otros modos positivos.
No les creas, abuela,
no he perdido mis salvajes costumbres,
sigo amando el fantasmal perfil de los otoños,
los eclipses en marzo,
la encendida tierra que engendró tu muerte,
y el áspero color de los limones.
Suelo llorar porque sí,
porque me duele regresar entre mendigos por las noches,
envenenada de perros y en silencio.
Además me sigo enamorando.
En síntesis, abuela, no he cambiado,
sólo la soledad un poco más madura,
y una violencia nueva y la tristeza.
Pero vos sabés, abuela, corresponde.


Más de Nira Etchenique
http://www.revistasudestada.com.ar/web06/article.php3?id_article=14

La primera vez que leí, a Nira, fue hace muchos años, una tarde de marzo como ésta de hoy, en un diario que alguien dejo olvidado sobre un asiento del tren que me regresaba a Banfield, mientras leía repasé el patio, las plantas del pequeño departamentito que durante algunos años habían ocupado mis tíos. Instintivamente, cuando el tren se detuvo en la estación. tome el diario para mostrarle la poesía a tía María. Cuando llegue a casa había olor a tostadas, mi papá era el especialista en hacer tostadas, pero los mates se tomaban en el departamento Nº 2, pasillo al fondo, la casa de los tíos.
Entre mate y mate conte lo que me había pasado -el recuerdo del patio de Palacios- Entonces, María, sin pereza alguna, fue en busca de las cajas repletas de fotos, y las volcó sobre la mesa, revolvió, revolví, revolvimos hasta encontrar "la fotito", y me la dio, desde entonces está conmigo, es una foto especial, mágica, tiene el olor de las tostadas con manteca, ecos de voces antiguas, la risa de Tuly... y puede en el momento menos esperado darme ese empujón, sacarme al patio y confirmarme que aún “no he perdido mis salvajes costumbres”






“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).