miércoles, 11 de marzo de 2009

... los caminos conducen a Dolores

Hace varios días recibí un e-mail que decía: "De casualidad entre a tu blog "El Pueblo que heredé", mi familia materna es de apellido Madrid (…) muchas gracias, espero su respuesta."
Ni falta hace que les cuente, le escribí resumiendo lo poco que conozco de nuestra historia familiar y Cristian, así se llama este nuevo amigo y por qué no pariente Respondió:
"Es muy probable que seamos familiares entonces porque mis bisabuelos y tatarabuelo eran oriundos de Dolores y después se fueron a vivir a la zona de Verónica, Punta Indio, estaban en la estancia "Luis chico" (hay una milonga de Hector del Valle llamada: "La cancha del vigilante" que habla de eso y de Felipe Madrid, mi bisabuelo), yo vivo en en Bavio, es un pueblito cercano a La Plata, a 40 Km., tengo 21 años… mi bisabuelo Felipe Madrid y mi bisabuela Ángela Peluso."
Qué me quedaba por hacer… ¡¡¡Correcto!!! buscar la letra de la milonga, no fue nada fácil… pero mis “aladas” casualidades ayudaron, y hoy, que la lluvia me tiene encerada, al colocar en el buscador La cancha del vigilante de Héctor del Valle. ¡Apareció! Aquí está

Por Punta Indio una orilla, prolija se apisono
La cancha que se trazo alizada de conchilla
Ahí la gente de golilla y de apostadores puebleros
Carreristas verdaderos caían a doblar las latas
Jugando todo a las patas de los buenos parejeros.
Haciendo al río un afronte, contra “Luis Chico” a un rincón
Se hizo la marcación, junto a la vera del monte
Nadie se fue en un apronte sobre la apuesta constante
Y allí en la pista brillante, la yegua mas parejera
Bajo a hacer una carrera al puesto del vigilante.
Bajo de unos tabaneros, una cantina tablón
Reunía gente a montón hablando de parejeros
Entre términos camperos, se apostaba otra carrera
Otro en 200 de afuera buscaba siendo un convite
Otro pedía un desquite a partida o a bandera.
Desde Payro, de Pipinas, de Vieytes y Magdalena
Buscando la plata ajena, andaban las manos finas
Excesivas disciplinas exigían lo apostado
Porque a la gente a rodeado, de jugadores la esencia
Y entre ellos la gran presencia del gaucho don Juan Tirado.
Cuenta la gente campera que DON FELIPE MADRID
Caía a la cancha de allí cómodo en su jardinera
Una yegüita varera traía atada al descuido
Y en cuando algún atrevido en 200 desafiaba
Les copaba la parada y el caso era pan comido.
Gervasio Barrios, “El sapo”, y “El riojano” de Verónica
Armaron la frase armónica pintoresca que destaco
En estos versos no escapo de la historia verdadera
En los 300 de afuera dieron usuras fatales
Tenían dos yeguas iguales y trampearon la carrera.
Y entro en la depositada el viejo Chanfle ahí nomás
Carrerista tan capaz cayó manso en la volteada
Su caballo no hizo nada, mas de uno lloro sus penas
“El sapo” a viveza plena, de pesos se hizo una troja
Le mostró la yegua floja y le gano con la buena.
Corrieron ahí haciendo arte, con el cuadrero mas brioso
Montando Floro Reinoso, y entre otros “Pelacho” Iriarte
También como un estandarte mi canto quiere cantar
Nombrando al que supo entrar a la cancha muy gallardo
Al gran tordillo de Pardo, y al moro de “El turco” Chard.
Ernesto Landa refleja, jugándose a su alazán
Y apostando a su tarzán, Lertola también festeja
Guliermo con “La coneja”, Pueblas con su colorada
La bandera preparada hizo flamear Justino Arce
Cuando llego a complicarse una dudosa largada.
Vieja cancha de cuadreras, donde apostó el jugador
La plata del tirador de cien jornadas enteras
Las carreras más ligeras, se iluminaron de fé
También la suerte de pie, pinto a un ganador de gloria
Pero todo es una historia de un tiempo que ya se fue.
La Cancha del vigilante de Héctor del Valle
http://milongascamperas.blogspot.com/
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).