sábado, 6 de marzo de 2010

Dama de la Noche

Dama de la noche la llamaba tía María. Y como tía era muy generosa a todos regalaba plantitas de esa planta madre que según ella crecía fácil y daba una flor preciosa. Yo nunca había visto la flor razón por la cual le creía a tía ¡la Flor de la Dama, es sublime pero solo dura una noche! Cuando cursaba el primer año de la secundaria la profesora de botánica (este detalle habla de mi edad) pidió que llevásemos una planta de nuestra casa, que considérasenos “especial”. Para la clase, yo lleve una de las Damas que tía colocaba en latitas de duraznos.

-Esta es una cactácea dijo la profe levantándola para que toda la clase pudiera apreciarla, fue hasta el pizarrón y escribio Epiphyllun, este es su nombre, su floración sólo puede apreciarse una sola noche. Suelen pasar años sin florecer, agregó, pero cuando lo hacen el espectáculo es deslumbrante. Siguió hablando sobre el cuidado que debíamos tener con la Jacobina, que había llevado otra de mis compañeras, sobre todo en invierno, nos contó que la Jacobina o justicia florecía a finales del verano, explico la floración en espiga y pasó a las epifitas cuando se encontró con el Clavel del Aire. Al finalizar la clase me llamó y me dijo – Para cuidar el Epiphyllun no deje (nos trataba de usted) que le dé sol directo, no lo moje en invierno pero lo más importante cuide que la planta pueda ver la luna en las noches de verano, si hace todo eso tendrá Epi por años.

No dude un segundo, le había gustado mi planta especial…se la regalo profesora dije, mi tía las hace.

-Las cultiva, me corrigió. Eso, las cultiva, tiene un montón de tarritos como este. La profesora me agradeció y marchó con su Epiphyllun.

Por la tarde cuando tía María llego a casa le dí clase de botánica. En un papelito ella “apuntó” - como le gustaba decir- el nombre científico de la Dama, sus cuidados y todos los etcéteras. A partir de entonces, cuando las regalaba, sabía que obsequiaba algo para siempre, porque si uno atendía los consejos de la profesora de botánica la plantita crecería y se reproduciría.

-¿Y con la plantita que hiciste? Preguntó tía.

- Se la regale a la profesora.

- Muy bien hecho, hay que compartir.

Ninguna vez (en vida de tía María) pude ver esas flores abiertas, siempre pasaba algo, advertía los capullos pero cuando llegaba el momento la Dama de la Noche había pasado dejando su tenue fragancia.

Desde hace varios años, heredé la planta madre, la tengo a la vista y algún hijuelo en maceta. Su último domicilio es un rincón del jardín donde recibe el sol de la mañana y la planta de paraíso le da sombra al medio día, parece que el sector le gusta porque no para de dar flores. Por las noches puedo verlas desde la ventana, desplegarse a la luz de la luna. Son realmente espléndidas. Aquí está la prueba. Esta es la flor del Epi de tía, que deslumbra todavía.

“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).