domingo, 2 de septiembre de 2007

Zarandajas

¿Qué los tenía abandonados?... Nada de eso, estuve trabajando para ustedes, preparando entre otras cosas, una caja con esos libros que alguna vez mostré en este mismo espacio. Se van para Guido, los llevara Marilu, y allí se quedaran. ¿Regresan?... Sí, se puede decir que vuelven a su lugar, sé que los cuidaran, tanto como los cuidamos aquí, son parte de ese Guido, que ustedes no conocieron, y así iremos regresando esos pedacitos de historia que con tanto afecto mi familia atesoro por años, pensando que quizás estas simples cosas algún día servirían para armar la historia del pueblo, del que ellos se habían ausentado. Nunca se fueron… “las cintitas atadas al viejo rosal” los volvían una y otra vez. Gral. Guido era mucho más que el lugar donde habían nacido… pero como explicarlo, como puntualizarlo, como traducirlo. Encontraron la formula en las “Charlas de Sobremesa”, y no dejaron de repetir las anécdotas una y mil veces, así lograron trasmitirnos hasta la pertenencia. ¡Sí!, nosotros, no admitimos al pueblo de Gral. Guido como un sitio ajeno, en nuestra cotidianeidad Gral. Guido es nuestro lugar, nuestra casa, nuestra gente… y eso lo hicieron ellos, los tíos, mi padre, que igual que el personaje de "La casa y el viento", de Héctor Tizón, convirtieron cada cosa y cada lugar en sustancia de la memoria. ¡¡Sí!!, definitivamente estos pedacitos que lentamente iremos “repatriando”, se unirán a los retacitos, que ustedes guardan, y comenzaremos a armar la auténtica historia, la que nos aproxime, nos avecine, nos junte.
Para cuando el copueblano y amigo Augusto Bialade escribió “… el tiempo no es más que una sensación de distancia entre nuestras ideas del presente y los reflejos de las percepciones de otras épocas”. Los Madrices llevaban años guardando “zarandajas” como las llamaba mi abuela Mercedes (Pita), para que un día tuviéramos conocimiento a través de ellas, de esas “otras épocas” .
Encontrarme con Maria Guebara, con José, con Miguel y con tantos otros, que sé, que nos leen, me da la certeza, que estamos en el camino… construyendo el futuro a partir de unas cuantas "zarandajas".
Ahí van los libros de texto que usaban los niños de entonces,

(*1917 *Horacio,Rogelio,Tulio,Leonardo y Benjamín Madrid)

los que jugaban en las calles polvorientas, al trompo, a los barriletes…los que pescaban en la laguna o desde el viejo puente, los que emplumaron de pichones y después se largaron a volar, y…al rincón donde nacieron siempre quisieron regresar… Ahí van los libros ... La Palabra, El Buen Amigo, El Faro, El Argentino, Lecciones de Gramática, El Ciudadano, entre otros…
Ayudemos a que el Museo se llene de voces, de palabras, de música, tiene que ser un lugar donde encontrarnos, descubrirnos, aceptarnos y ¿por que no? Perdonarnos. ¡¡¡Sí!!! todos tenemos algo de que arrepentirnos, algo que perdonar…Les aseguro que cuando logremos eso comenzara una nueva historia. Nadie dice que será fácil, comencemos por aceptarnos tal y como somos, el tiempo hará el resto.
¡Chau! me voy para la matera, a tomar unos amargos…

“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).