así la contaba mi padre, y para que no lo olvidaramos nos la dejo por escrito, hoy la traigo para compartir con todos ustedes, deseándoles que tengan una Navidad, tan buena como aquella.
Noche de Reyes
Cuando éramos chicos, no había Papa Noel y es perfectamente entendible, ahora que supe, que apareció en una Chimenea con la bolsa cargada de Coca Cola. En aquellos años no había Coca Cola.
Pero volvamos a las Navidades, allá en Guido, como ya dije, no había Papa Noel, ni arbolito y menos regalos. Pero había nacimiento, Pesebre, que con dedicación mi madre colocaba sobre una mesita ( sobre el aparador cuando vivimos en el pueblo) María, José y otras figuritas de chapa esperaban sobre un mantelito blanco, blanquísimo, que a la media noche, mamá, colocara la figura del niño y entonces prendía una velita y agradecía a Dios, Nuestro Señor, por haber enviado a su hijo para enseñarnos el camino.
Una semana después despedíamos el año viejo ¡esa era una fiesta!, todos se saludaban, y hasta había baile, mamá decía que el año viejo se llevaba las cosas buenas, pero las malas también, los sueños cumplidos y a los otros, los quemaba en la última noche, por eso el primer día de enero había que empezar a soñar de nuevo. El año nuevo era como un cuaderno sin uso, había que hacer buena letra.
Pero el nuevo año nos traía la noche más esperada, la noche mágica del quinto día, ¡sí!, esa noche los tres Reyes magos venían a visitarnos y nos dejaban regalos.
La alpargatas olorosas, los esperaban y Baltasar, Melchor y Gaspar, que por suerte no debían de tener olfato, después de darle de beber ,agua fresquita del pozo, a sus camellos, nos dejaban chocolates, grageas, algunas moneditas para los más grandes y una Carta, escrita de puño y letra, donde nos felicitaban por nuestro comportamiento, alguna vez recibimos una reprimenda.
Mientras los esperábamos, hasta que el sueños nos vencía, mirábamos el cielo oscuro, poblado de luciérnagas y los imaginábamos caminando hasta nuestra casa. ¿no se pierden mamá?, ¿viajan solo de noche?, ¿y si llueve?. Mamá siempre tenía la respuesta a tiempo.
Aún hoy, sigo mirando al cielo, buscando la señal que me avise que los tres magos han comenzado a desandar ese eterno camino de ilusión, ahora escribo yo las cartas, que ellos me dictan, ayer para mis hijos, hoy para mi nieta, y me emociono, todavía. Las cartas que yo escribo, siempre han acompañado, no sin sacrificio, bicicletas, mecanos, muñecas, los Reyes que pasaron por nuestra niñez, allá en Guido, cargaban sus alforjas con dulces y una carta prolijamente escrita, por mamá, para todos, pero que cada uno de nosotros, sabia personal, durante el día siguiente, mamá, o los hermanos mayores, la leían varias veces ante el pedido insistente de los agasajados.
Uno de los grandes males de estos tiempos, es la falta de imaginación, la escases de ilusión que hay en los chicos. La psicología de nuestra casa fue un rebenque que se hacia oír en el aire solo algunas veces, por que otras, estaba mamá para callarlo.
Mamá, fue capaz de hacernos ver a los tres reyes magos cruzar a campo traviesa, rumbo a San Juan del Vecino, aquella fresca y luminosa mañana de Enero, mientras nosotros, con la torpeza del susto, rompíamos los papeles de colores con que los magos habían envuelto la "libra de chocolate", la noche anterior y de tanto en tanto, sostenidos en su voz, levantavamos la vista y los veíamos alejarse, veíamos tres figuras perderse en el horizonte de una hermosa mañana de Enero. ¡Noche de Reyes, esa sí, era nuestra fiesta!.
Leonardo Madrid (Negro)
Aqui encontraran cosas simples, nostalgia, añoranza, recuerdos personales. Fotos,Anécdotas,Relatos,Recetas de cocina de las abuelas,se amontonan en los estantes sombríos. Pasen,las puertas están abiertas.
lunes, 24 de diciembre de 2007
Una Navidad inolvidable.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).