domingo, 30 de diciembre de 2007

"Maipú sienpre ha estado cerca"

El año que se esta yendo, me deja entre muchas cosas lindas a los amigos del Museo Kakel Huincul, recién acabo de aceptar y agradecer la Carta de Presentación que enviaron a mi correo.
Y como me pasa siempre, una recuerda cosas que se relacionan, que se entretejen, en este caso con la Ciudad de Maipú.
"Aquel verano de los setenta que pasé en la Delegación “La Posta” con Tuly y Marilu, íbamos a Maipú a hacer compras…"
Entre tantos recuerdos apareció éste que voy a contarles: Mí tía Ofelia (para los amigos de Guido “Negra”, para nosotros María) recordaba una tarde de septiembre, que el 24 era el día de Nuestra Señora de la Merced, la Patrona de Guido, yo era chica, iba para los seis años, recuerda mi madre, cuando ve la foto, tomada, según ella, el 31 de diciembre del año de los hechos que relato, 1957, en el pequeño patio del departamento que alquilaban, por entonces los tíos, en la calle Palacios, de Banfield.
Vuelvo a aquella tarde de primavera, entro por el largo pasillo abro la puerta y allí están, todos sentados en rueda de mate, entre ellos, mi primo Tuly, el cebador oficial, yo riego las plantas, con una cafetera, la pueden apreciar en la foto, que tío Loro, había reciclado para una tarea que me fascinaba, ¡regar las plantas, era feliz, repartiendo agua en las macetas de ese patio!. Cargaba yo agua en la canilla de la pileta, subida a un banquito, también construido para mi comodidad. ¿Qué fui una consentida? - Definitivamente, fui la consentida de todos.
Bueno ¿estábamos…?, cargando agua cuando mí tía, volvió a recordar la fecha que se avecinaba. “24 de septiembre”… Refunfuñando abandoné mi trabajo y con los brazos en jarra, sin bajar del banquito y en tono enérgico dije: “ufa Ofelia Isabel, ya lo apuntaste quintacientas veces”. (Apuntaste, era una palabra que tía María usaba con frecuencia y llamarnos por nuestro nombre de pila significaba, poner un freno o simplemente mostrar enojo)
Todos comenzaron a reír, Tuly, el primero, como siempre fue su costumbre, me daba ánimo para seguir otro round. - ¡Hágale talón mi gesio, que ya la tiene, ya la tiene! Asentía riendo a carcajadas.
Tía María disimulando la risa dijo: pues entonces, “apunte quintacientas una” para que nunca lo olvide… ¿como puede ser ¡caracho! que recuerde usted señorita, la fecha de las fiestas patronales de Maipú y no las de nuestro pueblito?.
La respuesta no se hizo esperar respondí lo que también ella, mi inolvidable tía María, me había enseñado:
¡Por que ese día es mi cumpleaños! dije... y mientras todos festejaban mi respuesta, pregunte, algo preocupada ¿te habías olvidado María?.

No, nunca se olvidaba durante treinta y nueve años llegó puntualmente, con un ramito de flores de su jardín “un popuri” lo llamaba Maria, para decirme, que no lo había olvidado. Yo tampoco me olvido que el 24 de septiembre son las Fiestas Patronales del pueblo que ellos me heredaron.
Son esas cosas simples, pequeñas, que tienen el poder de ocultarse, que saben esperarnos, para reaparecer en el momento justo, aún, en el último domingo del año, detrás de una palabra, en el olor a tierra recién regada, en el juguete olvidado en el oscuro galpón, en el susurro del viento, en una foto, para devolvernos “cachitos de felicidad” y para recordarnos que Maipú, siempre ha estado cerca.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).