lunes, 3 de diciembre de 2007

Pervivencia de recuerdos

Liliana, mi prima, para nosotros desde siempre, lagesio, para ustedes desde que ha comenzado a levantar este almacén de memorias y nos convoca permanentemente a que sumemos nuestros ladrillos. Hoy vinimos con mi hija a visitarla y entre mate y mate que nos ceba tía Mecha y la ríquisima torta que gesio preparo para agasajarnos, mientras Lanus se esta consagrando campeón, los banfileños estan en absoluto silencio mientras recordamos al viejo Cesareo, a Pepe, a tío Mochi volviendo de la cancha que esta aquí a mis espaldas, remozada, yo garabateo estas vivencias que guarda mi corazón; me presento, La del moño, en la cabeza y el pelo enrulado soy yo Mhyrta Ofelia Madrid, hija de Mariana Apezteguía y Tulio Nicasio Madrid. Hermana de Tulio Bernabé Madrid, aquí en la foto de su primera comunión; nieta de Isabel Aglañaraz y de Bernabé Madrid.
Mi primer recuerdo, el más, más lejano “estoy sobre una cama, acostada. La luz entra en la habitación, la ilumina toda y puedo ver un ropero grande… no puedo recordar más. Cierta vez hablando con mi madre de esta visión que guardaba tan clara, ella me dijo: " es la casa donde naciste en General Guido". Esa casa pertenecía a la familia Echeverría y desde ese momento esa casa pasó a hacer, para mí, “la casa donde había nacido”, mi primer recuerdo el más lejano.
Nosotros para entonces ya vivíamos en Orense, puedo recordar aún hoy el viaje, mamá siempre que me escuchaba evocar estas imágenes decía: "dos años y medio tenías cuando marchamos a Orense". Les aseguro que yo podía entonces y aún puedo recordar la casa… y a mi hermano Tuly corriéndome en cuatro patitas, diciendo ¡te come el bicho, te come el bicho! y me veo aferrar con las dos manos la sillita bajita de paja que papá me había comprado y se la descargo en la espalda al tiempo que digo “¡ya etá mate biche!”




















Papá escribió una carta a los abuelos para contar mi hazaña, él solía hacer esas cosas... si miran bien la foto, podran leer el texto escrito a máquina, El Domingo voy p'al Salto hay fiesta no me la pierdo..., y ahi estoy yo, "la Onta" en el sulky, así me llamaba mi hermano "Onta", esa y otras fotitos llegaban a Gral Guido para que los abuelitos nos vieran crecer. Papá,mamá, Tuly y yo, En el patio de la casa de Guido con Abuelita Isabel, tía Negra...el tiempo paso, los tíos guardaron las fotos y aqui está para dar testimonio. Es bueno el ejercicio de recordar…


Como les contaba papá, entra a trabajar con Bunge y Born, en sección Estancias y lo destinan muy cera de Orense, a Cristiano Muerto, Tuly y yo no nos cansábamos de recorrer esa Estancia se llamaba “Arcadia”, yo no había cumplido aún los seis años, así que nada sabía de obligaciones escolares, Tuly había cursado primer grado en Orense, entonces Papá y mamá deciden mandarlo a Guido, a casa de los abuelos Madrid para que curse el grado siguiente, pero antes de que finalizara ese año a Papá lo trasladan a Salto Argentino y para allá nos vamos los cuatro.
Siempre que podíamos volvíamos a Guido a visitar a nuestros abuelos, allí estan las fotos que lo certifican y que los tíos han guardado y que lagesio seguramente les mostrará… y por supuesto pasaba a ver “la casa donde yo había nacido”.
Las memorias de Guido, van y vienen, fueron muchos viajes, elijo este: "recién llegados a casa de los abuelos Madrid, estábamos en el dormitorio de los varones, cuatro camas, es tan nítido este recuerdo que hasta puedo ver como Abuelita Isabel, se desliza por la larga galería, era tan larga entonces, allí viene ¡abuelita tan buena, tan dulce y tan suave! Se para en la puerta trae mate para mamá y papá y carmelitos de azúcar quemada hechos por ella misma para compartir con mi hermano Tuly”, tantos años han pasado y ese dulzor esta presente hoy, ahora, en mi boca, mientras escribo.
En 1942 muere Abuelita, nosotros como les cuento, vivíamos en Salto Argentino recuerdo que viajamos inmediatamente a Capital en un auto de alquiler, los cuatro y desde allí a Guido, al subir al micro, sin haberlo arreglado previamente, nos encontramos con Horacio y Pepa, en la ruta nos esperaba Abel Cepeda, siempre cerca de nuestra familia…siempre en la familia, en su auto llegamos a la casa, en lo que fuera el comedor estaban velando a abuelita Isabel…no tengo muchos recuerdos de esas horas en Guido, sí una imagen que me acompaño y me acompaña Tío Loro, solito parado a la izquierda en el vano de la puerta, apoyado en el marco y enjugando sus lagrimas con el pañuelo.
Alguien me llevo a casa de Tía Ucha, volví, cuando ya se habían llevado a abuelita, todo era un profundo silencio, los tíos, mi papá y abuelito juntos, estaban en el patio aquel noviembre, hoy en la distancia creo saber que recogiendo talvez los últimos pedacitos de sus respectivas, felices infancias. Por que mientras estan nuestros padres siempre somos niños, solo basta echarnos a sus brazos, para hacermos chiquitos.
Uno vuelve siempre a buscar esos abrazos, los tíos y papá volvían una y otra vez… y llegó la hora de despedirnos de abuelito, recuerdo su mano acariciando mi cabeza, yo paradita en el pirmer escalon del zaguán… y otra vez Abel Cepeda en esa casa, que era su casa…

Nosotros nos volvimos a Salto, pero en la casa quedó para siempre el olorcito a los caramelitos de azúcar quemada, que nos hacía abuelita Isabel "para compartir"…

No recuerdo nada de nuestro regreso a Salto, si que 1943 llegó enseguida y papá me regresó a Guido para pasar con abuelito, tía Negra y "los muchachos" unos días. "Tendíamos la mesa debajo del parral, yo comía uvas y le servía a abuelito en un platito, previo haberle quitado las semillas". “Tender la mesa” era un frase muy de tía Negra, hoy sigo usándola, como sigo recordándola a ella en la cocina de su amada casa de Guido, siempre llena de gente, siempre había lugar, siempre un plato más, y entre esos recuerdos El Negro Lorente trayendo la leche todas las mañanas, después se sentaba a la mesa de la cocina a tomar la taza del desayuno que la Tía Negra le servía.
Maria Angélica Stupenengo, otra amiga inolvidable, recuerdo una tarde tía Negra planchaba una prenda intima de abuelito, María Angélica cebaba mate, conversaban y de repenten empezaron a reirse y reían Yo me enoje quizá pensando que se reían de la prenda del abuelo y ofendida salí corriendo de la cocina por la galería rumbo al baño y a mitad de camino con las dos manos me levante la pollera y dándoles “la espalda” les grite enojadísima ¡tomen por locas! Tía Negra siempre recordaba esta anécdota y agregaba riendo ¡Chica loca!
En Guido vivian por esos años Tía Ucha y su esposo José Viturro, Médico del pueblo, los chicos Pepe y Lalo. También vivía Tío Pedro casado con Nilda Aphat. En el campo tía Estela y con su esposo Juancito Loubet y sus siete hijos. Pasa, que los Apesteguía eran un batallón, tío Anibal, Canilla para todos, Tío Tito… Abuela Maria, la mamá de mi mamá ya vivía en Tres Arroyos junto a tía Margarita, Zunilda y Tío Hernán que tenia allí su farmacia.
En ese año de 1943 fue el terremoto que desapareció a San Juan, no se hablaba más que de eso. Una tardecita, como todos los días, otro asiduo concurrente a la Casa Madrid, como la llama lagesio, era el bueno de Santiago Landi, fiel amigo estaba en la cocina conversando con abuelo de la tragedia, cuando yo interrumpí la conversación para decirles que quería colaborar con las victimas, “muy bien hija dijo abuelo, así será”; al día siguiente los tíos me llevaron a la Municipalidad a poner mi colaboración. Y en el Periódico La Unión de General Guido, que los tíos le enviaron a papá, bajo el titulo de “Hermoso Gesto” se leía Después de iniciadas las suscripciones a favor a las victimas de San Juan. Se presento en la oficina de la Municipalidad, la primera donante, la simpática niña de 10 años de edad Mirta O. Madrid quien depositó su óvolo espontáneo, exteriorizando de esta forma el sentimiento humanitario y el espíritu de solidaridad que horas de tan inmenso dolor alcanzan hasta en los niños.” Yo me lo habia aprendido de memoria.
Ya “señorita” y para poder cursar 2º año, papá decidió que lo mejor era dejarme en Lomas de Zamora, en casa de las tías Rosalía y Damiana Algañaraz, allí estaban también de pensión Tío Negro, el papá de Lagesio, mi padrino y tío Loro, el menor de los varones Madrid, de los “muchachos”, como los llamaba abuelo Bernabé por que la menor, es tía Negra, Ofelia Isabel, querida, amada, respetada por sus hermanos, si lo decía tía Negra no se discutía; compañera, amiga, conciliadora, mediadora. Ella mantuvo la unión de la familia.
A Guido volví con tío Loro viajamos desde Lomas fin de semana para disfrutar del Club Cultura, de sus tertulias.
Después que murió abuelo Bernabé, tía Negra y tío Mochi vinieron a vivir a Lomas primero, después recalaron en Banfield, Palacios 1200, en aquel departamento tan chiquito siempre había lugar para Tuly, para mi, para todos.
Tío Loro compinche de sus sobrinos, de todos, quizá conmigo hubo más cercanía, hasta que llegaron a la familia Lagesio y el Jole, que no sólo fueron los sobrinos más chicos sino los primos más chiquitos.
Cuenta tía Mecha, que nos peleábamos,
¡Grandulones, decía tío Negro! con nuestros primos Vicente y Ana Madrid por tener en brazos a Liliana, y asegura la Mechuda que ¡ganamos nosotros! Por que Lagesio fue siempre de Tuly y si era de mi hermano es mía… por que si algo aprendimos en la casa de los abuelos Madrid allá en General Guido fue a compartir.
...continuará
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).