domingo, 30 de diciembre de 2007

"Maipú sienpre ha estado cerca"

El año que se esta yendo, me deja entre muchas cosas lindas a los amigos del Museo Kakel Huincul, recién acabo de aceptar y agradecer la Carta de Presentación que enviaron a mi correo.
Y como me pasa siempre, una recuerda cosas que se relacionan, que se entretejen, en este caso con la Ciudad de Maipú.
"Aquel verano de los setenta que pasé en la Delegación “La Posta” con Tuly y Marilu, íbamos a Maipú a hacer compras…"
Entre tantos recuerdos apareció éste que voy a contarles: Mí tía Ofelia (para los amigos de Guido “Negra”, para nosotros María) recordaba una tarde de septiembre, que el 24 era el día de Nuestra Señora de la Merced, la Patrona de Guido, yo era chica, iba para los seis años, recuerda mi madre, cuando ve la foto, tomada, según ella, el 31 de diciembre del año de los hechos que relato, 1957, en el pequeño patio del departamento que alquilaban, por entonces los tíos, en la calle Palacios, de Banfield.
Vuelvo a aquella tarde de primavera, entro por el largo pasillo abro la puerta y allí están, todos sentados en rueda de mate, entre ellos, mi primo Tuly, el cebador oficial, yo riego las plantas, con una cafetera, la pueden apreciar en la foto, que tío Loro, había reciclado para una tarea que me fascinaba, ¡regar las plantas, era feliz, repartiendo agua en las macetas de ese patio!. Cargaba yo agua en la canilla de la pileta, subida a un banquito, también construido para mi comodidad. ¿Qué fui una consentida? - Definitivamente, fui la consentida de todos.
Bueno ¿estábamos…?, cargando agua cuando mí tía, volvió a recordar la fecha que se avecinaba. “24 de septiembre”… Refunfuñando abandoné mi trabajo y con los brazos en jarra, sin bajar del banquito y en tono enérgico dije: “ufa Ofelia Isabel, ya lo apuntaste quintacientas veces”. (Apuntaste, era una palabra que tía María usaba con frecuencia y llamarnos por nuestro nombre de pila significaba, poner un freno o simplemente mostrar enojo)
Todos comenzaron a reír, Tuly, el primero, como siempre fue su costumbre, me daba ánimo para seguir otro round. - ¡Hágale talón mi gesio, que ya la tiene, ya la tiene! Asentía riendo a carcajadas.
Tía María disimulando la risa dijo: pues entonces, “apunte quintacientas una” para que nunca lo olvide… ¿como puede ser ¡caracho! que recuerde usted señorita, la fecha de las fiestas patronales de Maipú y no las de nuestro pueblito?.
La respuesta no se hizo esperar respondí lo que también ella, mi inolvidable tía María, me había enseñado:
¡Por que ese día es mi cumpleaños! dije... y mientras todos festejaban mi respuesta, pregunte, algo preocupada ¿te habías olvidado María?.

No, nunca se olvidaba durante treinta y nueve años llegó puntualmente, con un ramito de flores de su jardín “un popuri” lo llamaba Maria, para decirme, que no lo había olvidado. Yo tampoco me olvido que el 24 de septiembre son las Fiestas Patronales del pueblo que ellos me heredaron.
Son esas cosas simples, pequeñas, que tienen el poder de ocultarse, que saben esperarnos, para reaparecer en el momento justo, aún, en el último domingo del año, detrás de una palabra, en el olor a tierra recién regada, en el juguete olvidado en el oscuro galpón, en el susurro del viento, en una foto, para devolvernos “cachitos de felicidad” y para recordarnos que Maipú, siempre ha estado cerca.

viernes, 28 de diciembre de 2007

"El todo es más importante que la suma de las partes"

recordaba recién nomas en la matera, ahora al pasar por aquí, lo revalida, éste mensajito “Maipuense Felicitaciones a Guido, x esta pagina, ojala Maipú tuviese una así...”
¡La tienen, es ésta misma ecléctica y andariega Gallineta que a partir de hoy ampliará su recorrido, llegandosé a Maipú, Las Armas, Santo Domingo, Segurola, Monsalvo para recoger esos “retacitos” historias de entrecasa, esas, que nos musitaban en las frescas penumbras de siestas inolvidables, que dejaron de contarse en las amplias y antiguas cocinas, en las ruedas de fogón, que se apagaron en voz de los abuelos. Esas historias que tantas veces escuchamos, sin oír, y hoy, para nuestro asombro llegan a nosotros envueltas en los olores y sabores de aquella infancia, en las viejas melodías...En fin, será un gusto Maipuenses compartir, éste espacio con ustedes.
Ahora, para comenzar y como de compartir se trata “compartamos” éste Pedacito de Cielo, en la voz maipuense de Cristóbal Repetto.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Una visita a Kakel Huincul

Fue en uno de nuestros viajes a Gral. Guido, hace muchísimos años, cuando visité la Laguna de Kakel, en el Partido de Maipú y como pasa siempre, cuando uno es chico, volví fascinada con la historia que aquella tarde y mientras recorríamos el sitio donde “supuestamente” había estado el Fuerte Kakel Huincul surgía de la charla que mantenían mi padre, mis tíos y Don Abel Cepeda, que aquel día era nuestro guía. Caminábamos mirando el suelo, en cada piedrita yo creía ver la punta de una flecha. Con excesivo cuidado, casi en puntitas de pie anduve esa tarde por el sitio donde habría de ubicarse el cementerio de los pampas. También oí ese mismo día, que un pedacito de la extensa laguna de Kakel entraba en Gral. Guido… vean ustedes, las pequeñeces que recuerdo.
Al regresar a Guido pedí a mi padre que volviera a hablarme de Miraflores. Papá “un autodidacto” como le gustaba titularse contaba una esa historia que le había relatado su padre, nuestro abuelo Bernabé. Papá prometió que al llegar a Banfield lugar donde vivíamos por entonces, “la bandada” de los Madrid, donde sigo instalada hoy, yo, con mis recuerdos, repasaría unas fechas y escribiría esa bella historia.

Cuando llegó el día, papá me entregó unas hojas mecanografiadas en su vieja y destartalada Underwood. Aquellas hojas, hoy desaparecidas, me sirvieron para un trabajo de Historia Argentina en la escuela. Olvidadas en algún cajón, arrojadas al cesto de papeles en alguna limpieza, talvez ocultas entre las hojas de algún libro que haya prestado, o regalado, se fueron las hojitas de papel escritas con la Underwood. No las perdí por que las llevo en mi recuerdo. Don Abel sentenciaba “libro que se lee no se pierde”. Esas hojas fueron para mí como un libro.

Definitivamente no las perdí, recuerdo bastante como para rearmar aquel relato.

Intentaré ubicarlos en el tiempo. Mi abuelo Bernabé había nacido en 1875. El Malón que arrasó con Dolores, Kakel y las estancias vecinas había tenido lugar en 1821, era obvio que el relator no había vivido los sucesos que contaba, los había escuchado de boca sus mayores, más mayores. Ahora bien mi papá recordaba que allá por 1919/20, abuelo Bernabé así contaba esta historia.

“…¿Indios? por qué llamarlos Indios si estamos en Argentina, en Buenos Aires, llanura sin límites, no hay alambres, solo horizonte y cielo, ésta es su casa, son sus tierras , es su cielo, sus soles, sus lunas, su agua, todo es de ellos, hasta más allá del horizonte, el espacio todo es de ellos, no había desierto entonces.
¿Indios? Nunca digan esa palabra, llámenlos Pampas, dueños y señores de la tierra que hoy pisamos ustedes y yo.
¿Anacoretas? Pampas, con sus costumbres, hombres mujeres y muchachos como ustedes, viviendo en una casa donde el patio no tenía paredes, donde la libertad andaba en el viento, el respeto no precisaba de alambrados.

El hombre se llamaba Don Francisco Ramos Mejia, contaban los criollos viejos, que a ellos los habían anoticiado de este suceso sus propios padres ya, que eran muy chicos cuando el malón de 1821.

En 1812 Ramos Mejía cruzó el Salado con su capataz un tal Molina y cuando llegó a los pagos de Monsalvo, les compró, con plata, a los Pampas unas tierras y construyó allí Miraflores. Decían que estaba loco, pero los Pampas lo respetaban porque él los respetaba. Las ideas de Francisco Ramos Mejia y del Cura Castañeda, como aquellas de los Jesuitas eran muy peligrosas para los intereses de la poderosa Buenos Aires y sobre todo para Don Juan Manuel.

Cerca de Miraflores se estableció el fuerte Kakel Huincul. En 1820 en la estancia de Ramos Mejia los patrones de la época firmaron el Pacto de Miraflores. Poco duro, ellos mismos rompieron el compromiso. Preso volvió Francisco Ramos Mejia a la estancia Tapiales, en el partido de la Matanza con su familia y un grupo de Pampas que nunca lo abandonó. El Cura Castañeda quedó preso en Kakel y Molina huyó. Pero no por cobarde se fue para volver más tarde, levantando polvaredas, galopando junto sus amigos los Pampas… llegaron un atardecer de 1821 arrasaron el fuerte de Kakel Hincul, Dolores y las estancias vecinas, sólo Miraflores quedó de pie toda un señal.

Contaban unos viejos reseros en rueda de fogón, vaya uno a saber si fue cierto, que muchos años habían pasado del malón, cuando cierto día unos pampas crinudos le salieron al cruce y rodearon el carruaje donde iban las hijas de un patrón.

Al ver, los pampas, que los caballos llevaban la marca de Ramos Mejia las dejaron seguir viaje. Adentro las mujeres temblaban, se persignaban y rezaban. Ellas nunca sarían que no era precisamente Dios quien les salvaba la vida.

Esos pampas no habían conocido Ramos Mejía, pero conocían su marca. Habían mamado lo que ese hombre había infundido a sus mayores: respeto, porque el respeto no se enseña sino respetando y a respetar no se aprende si uno no es respetado.

Francisco Ramos Mejía murió en 1825 y cuentan que los Pampas que lo acompañaban en Tapiales cruzaron con él, ya muerto, el río Matanza y nunca nadie supo donde lo enterraron.”

La anécdota más pequeña, ese recuerdo que parecía olvidado y de repente apareció, son como las piezas de un rompecabezas, colocadas en su lugar nos hacen ver mejor porque somos como somos, solía decir mi padre “un autodidacto” como le gustaba definirse. Lo suscribo.



lunes, 24 de diciembre de 2007

Una Navidad inolvidable.

así la contaba mi padre, y para que no lo olvidaramos nos la dejo por escrito, hoy la traigo para compartir con todos ustedes, deseándoles que tengan una Navidad, tan buena como aquella.

Noche de Reyes
Cuando éramos chicos, no había Papa Noel y es perfectamente entendible, ahora que supe, que apareció en una Chimenea con la bolsa cargada de Coca Cola. En aquellos años no había Coca Cola.
Pero volvamos a las Navidades, allá en Guido, como ya dije, no había Papa Noel, ni arbolito y menos regalos. Pero había nacimiento, Pesebre, que con dedicación mi madre colocaba sobre una mesita ( sobre el aparador cuando vivimos en el pueblo) María, José y otras figuritas de chapa esperaban sobre un mantelito blanco, blanquísimo, que a la media noche, mamá, colocara la figura del niño y entonces prendía una velita y agradecía a Dios, Nuestro Señor, por haber enviado a su hijo para enseñarnos el camino.
Una semana después despedíamos el año viejo ¡esa era una fiesta!, todos se saludaban, y hasta había baile, mamá decía que el año viejo se llevaba las cosas buenas, pero las malas también, los sueños cumplidos y a los otros, los quemaba en la última noche, por eso el primer día de enero había que empezar a soñar de nuevo. El año nuevo era como un cuaderno sin uso, había que hacer buena letra.
Pero el nuevo año nos traía la noche más esperada, la noche mágica del quinto día, ¡sí!, esa noche los tres Reyes magos venían a visitarnos y nos dejaban regalos.
La alpargatas olorosas, los esperaban y Baltasar, Melchor y Gaspar, que por suerte no debían de tener olfato, después de darle de beber ,agua fresquita del pozo, a sus camellos, nos dejaban chocolates, grageas, algunas moneditas para los más grandes y una Carta, escrita de puño y letra, donde nos felicitaban por nuestro comportamiento, alguna vez recibimos una reprimenda.
Mientras los esperábamos, hasta que el sueños nos vencía, mirábamos el cielo oscuro, poblado de luciérnagas y los imaginábamos caminando hasta nuestra casa. ¿no se pierden mamá?, ¿viajan solo de noche?, ¿y si llueve?. Mamá siempre tenía la respuesta a tiempo.
Aún hoy, sigo mirando al cielo, buscando la señal que me avise que los tres magos han comenzado a desandar ese eterno camino de ilusión, ahora escribo yo las cartas, que ellos me dictan, ayer para mis hijos, hoy para mi nieta, y me emociono, todavía. Las cartas que yo escribo, siempre han acompañado, no sin sacrificio, bicicletas, mecanos, muñecas, los Reyes que pasaron por nuestra niñez, allá en Guido, cargaban sus alforjas con dulces y una carta prolijamente escrita, por mamá, para todos, pero que cada uno de nosotros, sabia personal, durante el día siguiente, mamá, o los hermanos mayores, la leían varias veces ante el pedido insistente de los agasajados.
Uno de los grandes males de estos tiempos, es la falta de imaginación, la escases de ilusión que hay en los chicos. La psicología de nuestra casa fue un rebenque que se hacia oír en el aire solo algunas veces, por que otras, estaba mamá para callarlo.
Mamá, fue capaz de hacernos ver a los tres reyes magos cruzar a campo traviesa, rumbo a San Juan del Vecino, aquella fresca y luminosa mañana de Enero, mientras nosotros, con la torpeza del susto, rompíamos los papeles de colores con que los magos habían envuelto la "libra de chocolate", la noche anterior y de tanto en tanto, sostenidos en su voz, levantavamos la vista y los veíamos alejarse, veíamos tres figuras perderse en el horizonte de una hermosa mañana de Enero. ¡Noche de Reyes, esa sí, era nuestra fiesta!.

Leonardo Madrid (Negro)

martes, 18 de diciembre de 2007

Toda la alegría...toda la nostalgia.

Es cierto el video que sigue no corresponde a nuestro pueblo y su gente, Pero ¡la música es universal! y el Chango Spasiuk también. Al escucharlo toda la alegría se suma a mi nostalgia, y los recuerdos bailan, rondan, danzan al compás, y me veo chiquita aferrada a los brazos de mi tía y girando, girando, mientras mi padre y los tíos, suman a las guitarras la verdulera, que todavía conservo, dan inicio a la bailanta con aquellos, valcesitos criollos,rancheras y polcas.
¡Disfruten! "Polcas de mi tierra"



¡Gracias Maestro!

viernes, 14 de diciembre de 2007

El encuentro

Esta foto, ya la han visto, la he mostrado junto a otras, también de casamientos.
Pero hoy la traigo nuevamente para ilustrar otra historia.

Primero voy a contarles, que ésta mañana mientras esperaba en la fila del Banco Provincia, la persona que me precedía, de ojito leyó el encabezado de la factura y sin preámbulos me preguntó si tenía parientes en la Ciudad de Maipú, antes que respondiera agregó… hace años conocí allí un tal Madrid.

- Puede ser dije, un primo de mi padre vivió allí con su familia se llamaba Jorge.
-Se llama enmendó el señor, el que yo conocí, se llama, es un muchacho joven, (con cero diplomacia, el caballero, señalaba mi edad) lo traté bastante cuando hacia mi trabajo en la ruta 2.
¡Sí, ese Jorge Madrid de Maipú es hijo de Yingo!, es mi primo, estamos en la línea colateral pienso. Pero nada digo, al desconocido conversador que sigue hablando sin parar, pasa de Maipú a Coronel Vidal, de allí se va para Ayacucho, General Lamadrid, Coronel Dorrego… y menos mal que llegó mi turno, por que si no, todavía andamos pueblo a pueblo.

El encuentro sirvió para que volviera a casa reflexionando sobre el tiempo, el que pasa rápido marcado en los almanaques, el que nos persigue con facturas a pagar, el que se mide en los relojes, el del afuera; el otro tiempo, el que lentamente nos empuja a las orillas de la nostalgia, el que nos confina a la continuidad de recuerdos repetidos, es el tiempo del adentro que medimos en las viejas y desteñidas fotos, que nos recuerdan que el parentezco se establece por lineas y grados.
Volví a casa y aquí estoy buscando esa foto… sucede que no nos conocemos, con éste Jorge Madrid, digo mientras reviso la caja de fotografías, busco esa, que no encuentro, es de su hermana, paradita sobre el banco de la Plaza en Maipu, enviada por tío yingo, a mi padre “Jorgito, venia en camino”. No los conozco, nunca nos hemos visto personalmente. Entonces, pienso en Pepe Seresini, en su esposa Beba, en Martin, su hijo; voy a Guido, y ni siquiera paso a saludarlos; los tíos y especialmente mi padre me sermonearian por tamaña descosideración. A Elina, casi no la recuerdo.
El parentezco se establece por lineas y grados, mejor que yo lo puede explicar el Doctor Martin Seresini... pero la prolongación del abrazo, los trazos prolijos y parejos de una carta, refuerzan esos lazos. Los viejos sabían de estas cosas. Nosotros los que estamos en la línea colateral, hijos de primos, hemos descuidado el vínculo.
Los frios del alma, se arropan con mate, los olvidos con memoria.
Me detengo en la casa, que está allí, en una de las esquinas del pueblo. La casa que todos conocen, frente a la carpinteria de Pancho Loubet.
Fue hace años, muchos más de los que ustedes pueden recordar la casa del matrimonio Madrid Brigñole, (los de la foto) Los abuelos, entre otros, de este Jorge, que hoy un desconocido me nombró en la fila del Banco Provincia, a 300 km de distancia, es que para “las casualidades” no hay distancias
Los Madrid Brigñole, tuvieron nutrida descendencia, pero a diferencia de los otros Madrid Algañaraz o Algañaraz Madrid, de los siete hijos, seis fueron mujeres y solo un varón, Jorge, (Yingo).

En la foto Mercedes (la más alta), Natividad (Nata, la mamá de Pepe, la abuela de Martin Seresini) y Beatriz (Baty, sentadita, la inolvidable y servicial enfermera de la Sala de Primeros Auxilios).

Sigo recordando la casa solariega, con olor a malvones, a patio recién regado, aquel banquito en el que me sentaba, quietesita, mientras tía María conversaba.
Recuerdo la vez que nos quedamos a dormir. Nosotros, papá, mamá, mi hermano y yo siempre nos quedamos en casa de tío Yingo, pero una vez, sólo una vez, me quedé en casa de tía Rosita, con tía María. Recuerdo esas sabanas blanquísimas, las fundas, almidonadas, y ese perfume…a glicinas.

Cuando voy a Guido y veo la casa no puedo verla como ustedes, yo la huelo fresca, a patio recién regado, a malvones y a glicinas.

Me quedé en el tiempo interior, con la sonoridad de sus voces, con la alegría en esa cocina, con el verde de las puertas de la rinconera, con las sabanas almidonadas, con el viejo y querido Poly, con la Ita, siempre alocada riendo a destiempo y a carcajadas.
Una de las últimas veces que visité la casa, me detuve, en la habitación, entrando por el zaguán, a la derecha, allí estaba la buena tía abuela Rosita, ya muy viejita, por la ventana entre abierta se veían las rejas, que hoy me han dicho están en las ventanas del Museo.
A tío Yingo dejamos de verlo cuando se mudo a Maipú, él mantenía con los tíos y con papá correspondencia, así fue como llegó la noticia de su casamiento, alguna foto y tantos etcéteras.
Vuelvo a mirar estas viejas fotos y me detengo en Tía Nata, chiquita, con su cabello encrespado y esos moños, es la niñita de la izquierda. La miro y escucho a Don Abel Cepeda decir, al verla acercarse cruzando la plaza… “si hay una santa en este pueblo, esa es Natividad Madrid de Seresini" ¡Que mujer buena! exclamó Don Abel y con una reverencia la saludó ¡Buenas Tardes Señora! Y ella, con esa sonrisa permanente, le respondió, apoyando su mano sobre el brazo de mi padre: "vio usted qué que lindo Abelito la preciosa visita de los primitos", y dirigiéndose a papá agrego "los espero mis queridos, esta noche con una picadita”; todo en diminutivo, todo chiquitito. Tenía razón Don Abel, nunca de su boca se pudo oír un reproche, una queja, una critica. Una verdadera cristiana, nuestra querida e inolvidable tía Nata.
Así eran los moradores de esa casa de la esquina, que ustedes hoy ven tapera, que en mi memoria es un laberinto de recuerdos, donde la imagen de la buena Baty empujada por el viento, con su guardapolvo sobre el brazo rumbo a la salita de primeros auxilios que describe mi padre, se superpone con la caramelera llenita de dulces cristalitos de menta... "sirvase uno hijta, sirvase una mi reinita".

Esa casa que yo recuerdo pegadita a la Unión Telefónica, frente al Taller del querido Julio Vera, fue la casa Madrid-Brigñole cuando Guido era otro Guido, cuando los recuerdos y las nostalgias eran de otros, cuando la muerte era ajena y tan lejana.

Hoy un desconocido nombró a un Madrid, habló de Maipú... el tiempo interior giro las nanecillas del reloj y la memoria hizo el resto.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Homenaje a Florencio Molina Campos

Desde que aprendi, esto de los videos, me lo paso experimentando. ¡Que bueno estaría, comenzar a subir videos de nuestro pueblo!. Mientras tanto disfrutemos este.

domingo, 9 de diciembre de 2007

...con el ángel de María las grandezas celebrad


Ayer mientras empujaba la puerta y entraba a La Gallineta para dejar estas fotos, y proponerles que buscásemos todas las fotos de aquellas Primeras Comuniones, algo falló, así que vamos a intentar de nuevo hoy .

¡Que bueno si pudiésemos hacer una muestra!, con fotos, accesorios, libros, rosarios, guantes, moños, estampitas… ¿Verdad, que sería lindo?.
Lo mió, lo comparto con todos ustedes, así, que como siempre les digo, cuentan conmigo.

¿Cuantos años pueden tener estas fotos?.
Es probable que ochenta o más, una la primera comunión de mi papá, la otra la de tía María.
Siempre que veíamos fotos, a ésta, ella, la dejaba para el final. No me pregunten el motivo, solo recuerdo que hacia eso, y al mostrarla cantaba ¡Oh María, Madre mía, Oh consuelo del mortal, amparadme y guiadme a la patria celestial. Con el ángel de María las grandezas celebrad, trasportados de alegría sus fuerzas publicad… Oh Maria…
y se reía con esa risa tan linda y contagiosa que tenía nuestra María.

Mostraba también el librito de los Actos para antes y después de la comunión y las estampitas que abuelita guardaba

¿Qué dónde, hizo su primera Comunión? En Nuestra Señora de la Merced General Guido, ¿Dónde si no?.
Oh María, Madre mía, Oh consuelo del mortal, amparadme y guiadme a la patria celestial. Con el ángel de María las grandezas celebrad…

lunes, 3 de diciembre de 2007

Pervivencia de recuerdos

Liliana, mi prima, para nosotros desde siempre, lagesio, para ustedes desde que ha comenzado a levantar este almacén de memorias y nos convoca permanentemente a que sumemos nuestros ladrillos. Hoy vinimos con mi hija a visitarla y entre mate y mate que nos ceba tía Mecha y la ríquisima torta que gesio preparo para agasajarnos, mientras Lanus se esta consagrando campeón, los banfileños estan en absoluto silencio mientras recordamos al viejo Cesareo, a Pepe, a tío Mochi volviendo de la cancha que esta aquí a mis espaldas, remozada, yo garabateo estas vivencias que guarda mi corazón; me presento, La del moño, en la cabeza y el pelo enrulado soy yo Mhyrta Ofelia Madrid, hija de Mariana Apezteguía y Tulio Nicasio Madrid. Hermana de Tulio Bernabé Madrid, aquí en la foto de su primera comunión; nieta de Isabel Aglañaraz y de Bernabé Madrid.
Mi primer recuerdo, el más, más lejano “estoy sobre una cama, acostada. La luz entra en la habitación, la ilumina toda y puedo ver un ropero grande… no puedo recordar más. Cierta vez hablando con mi madre de esta visión que guardaba tan clara, ella me dijo: " es la casa donde naciste en General Guido". Esa casa pertenecía a la familia Echeverría y desde ese momento esa casa pasó a hacer, para mí, “la casa donde había nacido”, mi primer recuerdo el más lejano.
Nosotros para entonces ya vivíamos en Orense, puedo recordar aún hoy el viaje, mamá siempre que me escuchaba evocar estas imágenes decía: "dos años y medio tenías cuando marchamos a Orense". Les aseguro que yo podía entonces y aún puedo recordar la casa… y a mi hermano Tuly corriéndome en cuatro patitas, diciendo ¡te come el bicho, te come el bicho! y me veo aferrar con las dos manos la sillita bajita de paja que papá me había comprado y se la descargo en la espalda al tiempo que digo “¡ya etá mate biche!”




















Papá escribió una carta a los abuelos para contar mi hazaña, él solía hacer esas cosas... si miran bien la foto, podran leer el texto escrito a máquina, El Domingo voy p'al Salto hay fiesta no me la pierdo..., y ahi estoy yo, "la Onta" en el sulky, así me llamaba mi hermano "Onta", esa y otras fotitos llegaban a Gral Guido para que los abuelitos nos vieran crecer. Papá,mamá, Tuly y yo, En el patio de la casa de Guido con Abuelita Isabel, tía Negra...el tiempo paso, los tíos guardaron las fotos y aqui está para dar testimonio. Es bueno el ejercicio de recordar…


Como les contaba papá, entra a trabajar con Bunge y Born, en sección Estancias y lo destinan muy cera de Orense, a Cristiano Muerto, Tuly y yo no nos cansábamos de recorrer esa Estancia se llamaba “Arcadia”, yo no había cumplido aún los seis años, así que nada sabía de obligaciones escolares, Tuly había cursado primer grado en Orense, entonces Papá y mamá deciden mandarlo a Guido, a casa de los abuelos Madrid para que curse el grado siguiente, pero antes de que finalizara ese año a Papá lo trasladan a Salto Argentino y para allá nos vamos los cuatro.
Siempre que podíamos volvíamos a Guido a visitar a nuestros abuelos, allí estan las fotos que lo certifican y que los tíos han guardado y que lagesio seguramente les mostrará… y por supuesto pasaba a ver “la casa donde yo había nacido”.
Las memorias de Guido, van y vienen, fueron muchos viajes, elijo este: "recién llegados a casa de los abuelos Madrid, estábamos en el dormitorio de los varones, cuatro camas, es tan nítido este recuerdo que hasta puedo ver como Abuelita Isabel, se desliza por la larga galería, era tan larga entonces, allí viene ¡abuelita tan buena, tan dulce y tan suave! Se para en la puerta trae mate para mamá y papá y carmelitos de azúcar quemada hechos por ella misma para compartir con mi hermano Tuly”, tantos años han pasado y ese dulzor esta presente hoy, ahora, en mi boca, mientras escribo.
En 1942 muere Abuelita, nosotros como les cuento, vivíamos en Salto Argentino recuerdo que viajamos inmediatamente a Capital en un auto de alquiler, los cuatro y desde allí a Guido, al subir al micro, sin haberlo arreglado previamente, nos encontramos con Horacio y Pepa, en la ruta nos esperaba Abel Cepeda, siempre cerca de nuestra familia…siempre en la familia, en su auto llegamos a la casa, en lo que fuera el comedor estaban velando a abuelita Isabel…no tengo muchos recuerdos de esas horas en Guido, sí una imagen que me acompaño y me acompaña Tío Loro, solito parado a la izquierda en el vano de la puerta, apoyado en el marco y enjugando sus lagrimas con el pañuelo.
Alguien me llevo a casa de Tía Ucha, volví, cuando ya se habían llevado a abuelita, todo era un profundo silencio, los tíos, mi papá y abuelito juntos, estaban en el patio aquel noviembre, hoy en la distancia creo saber que recogiendo talvez los últimos pedacitos de sus respectivas, felices infancias. Por que mientras estan nuestros padres siempre somos niños, solo basta echarnos a sus brazos, para hacermos chiquitos.
Uno vuelve siempre a buscar esos abrazos, los tíos y papá volvían una y otra vez… y llegó la hora de despedirnos de abuelito, recuerdo su mano acariciando mi cabeza, yo paradita en el pirmer escalon del zaguán… y otra vez Abel Cepeda en esa casa, que era su casa…

Nosotros nos volvimos a Salto, pero en la casa quedó para siempre el olorcito a los caramelitos de azúcar quemada, que nos hacía abuelita Isabel "para compartir"…

No recuerdo nada de nuestro regreso a Salto, si que 1943 llegó enseguida y papá me regresó a Guido para pasar con abuelito, tía Negra y "los muchachos" unos días. "Tendíamos la mesa debajo del parral, yo comía uvas y le servía a abuelito en un platito, previo haberle quitado las semillas". “Tender la mesa” era un frase muy de tía Negra, hoy sigo usándola, como sigo recordándola a ella en la cocina de su amada casa de Guido, siempre llena de gente, siempre había lugar, siempre un plato más, y entre esos recuerdos El Negro Lorente trayendo la leche todas las mañanas, después se sentaba a la mesa de la cocina a tomar la taza del desayuno que la Tía Negra le servía.
Maria Angélica Stupenengo, otra amiga inolvidable, recuerdo una tarde tía Negra planchaba una prenda intima de abuelito, María Angélica cebaba mate, conversaban y de repenten empezaron a reirse y reían Yo me enoje quizá pensando que se reían de la prenda del abuelo y ofendida salí corriendo de la cocina por la galería rumbo al baño y a mitad de camino con las dos manos me levante la pollera y dándoles “la espalda” les grite enojadísima ¡tomen por locas! Tía Negra siempre recordaba esta anécdota y agregaba riendo ¡Chica loca!
En Guido vivian por esos años Tía Ucha y su esposo José Viturro, Médico del pueblo, los chicos Pepe y Lalo. También vivía Tío Pedro casado con Nilda Aphat. En el campo tía Estela y con su esposo Juancito Loubet y sus siete hijos. Pasa, que los Apesteguía eran un batallón, tío Anibal, Canilla para todos, Tío Tito… Abuela Maria, la mamá de mi mamá ya vivía en Tres Arroyos junto a tía Margarita, Zunilda y Tío Hernán que tenia allí su farmacia.
En ese año de 1943 fue el terremoto que desapareció a San Juan, no se hablaba más que de eso. Una tardecita, como todos los días, otro asiduo concurrente a la Casa Madrid, como la llama lagesio, era el bueno de Santiago Landi, fiel amigo estaba en la cocina conversando con abuelo de la tragedia, cuando yo interrumpí la conversación para decirles que quería colaborar con las victimas, “muy bien hija dijo abuelo, así será”; al día siguiente los tíos me llevaron a la Municipalidad a poner mi colaboración. Y en el Periódico La Unión de General Guido, que los tíos le enviaron a papá, bajo el titulo de “Hermoso Gesto” se leía Después de iniciadas las suscripciones a favor a las victimas de San Juan. Se presento en la oficina de la Municipalidad, la primera donante, la simpática niña de 10 años de edad Mirta O. Madrid quien depositó su óvolo espontáneo, exteriorizando de esta forma el sentimiento humanitario y el espíritu de solidaridad que horas de tan inmenso dolor alcanzan hasta en los niños.” Yo me lo habia aprendido de memoria.
Ya “señorita” y para poder cursar 2º año, papá decidió que lo mejor era dejarme en Lomas de Zamora, en casa de las tías Rosalía y Damiana Algañaraz, allí estaban también de pensión Tío Negro, el papá de Lagesio, mi padrino y tío Loro, el menor de los varones Madrid, de los “muchachos”, como los llamaba abuelo Bernabé por que la menor, es tía Negra, Ofelia Isabel, querida, amada, respetada por sus hermanos, si lo decía tía Negra no se discutía; compañera, amiga, conciliadora, mediadora. Ella mantuvo la unión de la familia.
A Guido volví con tío Loro viajamos desde Lomas fin de semana para disfrutar del Club Cultura, de sus tertulias.
Después que murió abuelo Bernabé, tía Negra y tío Mochi vinieron a vivir a Lomas primero, después recalaron en Banfield, Palacios 1200, en aquel departamento tan chiquito siempre había lugar para Tuly, para mi, para todos.
Tío Loro compinche de sus sobrinos, de todos, quizá conmigo hubo más cercanía, hasta que llegaron a la familia Lagesio y el Jole, que no sólo fueron los sobrinos más chicos sino los primos más chiquitos.
Cuenta tía Mecha, que nos peleábamos,
¡Grandulones, decía tío Negro! con nuestros primos Vicente y Ana Madrid por tener en brazos a Liliana, y asegura la Mechuda que ¡ganamos nosotros! Por que Lagesio fue siempre de Tuly y si era de mi hermano es mía… por que si algo aprendimos en la casa de los abuelos Madrid allá en General Guido fue a compartir.
...continuará
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).