miércoles, 28 de noviembre de 2007

¡Enamoradizo y piropeador!

Ya son varios "los cuentos del Viejo Varela", que he subido a estos estantes, siempre con la consabida recomendación “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia” Éste es uno de esos casos, en la década del 40 vivió en General Guido un joven que cuando se ponía nervioso tartamudeaba; ¡muy enamoradizo y piropeador!, afecto a pedir “souvenires” a las damas “para recordarlas”… un aro, una cinta, un pañuelo, de ser posible, perfumado con “Claveles Mendocinos”, o “con los polvos Arlette”, una hebilla, un botón… todo valía, pero, se le hacia muy difícil el armado del "estante de los trofeos", la respuesta, siempre era un, rotundo, no; pero él seguía pidiendo... hasta que una noche, tuvo la osadía, en un baile de carnaval, en el Centro Recreativo Cultura, de reclamar a su acompañante, un mechón de cabello, específicamente, un rulo de la “croquiñol que ella lucía, esplendida”, y para que ésta no se le negara, argumentando que ¡ni loca voy a desarmar el peinado!, el susodicho, no dudo y tartamudeando la encaró "quequequeque nonono seria uuuste tantantan amable dedede regalarme un rururulito dedede los de abajo" La música atronaba en el salón, las chicas y los muchachos se divertian mientras el versado bailarín, quedaba plantado en medio de la pista, sin "souvenir", y sin compañera de baile. Pero no se dio por vencido y volvió al ruedo ¡enamoradizo y piropeador! como siempre fue en busca de otra dama... y siguió bailando.
Mis tíos Madrid lo encontraban muy parecido al

Vanalio Escudero
De Wimpi

Cada vez que la ocasión se presentaba, al hacer acuerdo de él en ruedas de fogón o filo de mostradores, duraba horas de proseo sobre Vanalio Escudero, que había sabido ser mensual de la estancia “La Boyada” de Dorilo Arbeleche. ¡Enamorado aquel Vanalio, como yedra a la pared! El, para cada moza que veía tenía su piropo o su versada.
Una vuelta en un velorio de Pantaleón Bermudez – que en vida le llamaban “El trator” por que araba sin bueyes, empujando el arado él nomás, y que un día se quiso matar una mosca de un manotazo y se dejo seco – le dice Vanalio a Eusebia Sonería
- Seré curioso, prienda: a quien le copio ese cuerpo que almarea como tranca e´giñebra ¿a la guitarra o al ocho?
Y le contesta ella, toda orgullosa, pescueceando como pato atorado:
- y usted ¿a quien le copio la cara ¿a la batata o al bagre?
Siempre le iba mal al pobre Vanalio en sus arrastradas de ala.
Le dijo una vez en un pericón a Sinfora Chamorro:
El coraje me se pierde / y la achura late y late / al mirar suj´ojo verde / como escupida de mate.
Y ella, entonces, para desengañarlo, le contestó: A mi naide, ansí, paviando, / consiguió sacarme nada. / Es igual que estar chupando/ con la bombiya tapada.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).