lunes, 3 de marzo de 2008

Charlas de sobre mesa III


En la foto Deul Victoriano Madrid (Loro), fue tomada en la puerta de nuestra casa en Gral. Guido ¿año?, 1924 talvez 25, está dedicada de puño y letra a su mamá Isabel Algañaraz de Madrid.
La traigo hoy para ilustrar el relato que sigue. Uno de los tantos cuentos que abuelita inventaba para sus hijos y que mi papá y tía Maria decidieron un día recopilar. Por las tardes entre mate y mate, memoraban y pasaban al papel, más tarde entre risas y alguna lágrima los leian para mí. Pasados por el filtro de los tíos Mochi y Loro, con el último agregado Madrid Viejo (mi papá) quedaba autorizado a "martillarlos" en su vieja y destartalada Underwood.
De aquellas recopilaciones, hoy, rescaté para ustedes
El Toriano
Supo ser el caballo de Carmencito Bienvenido, un picazo, botas con delantal, incansable como el viento. Se habían encontrado en el claro de un montecito de tala espinudo, camino al saladero. El Carmencito andaba traveseando como siempre aquella tardecita. Pronto se hizo la noche, y ya no pudo salir del monte. Allí estaba “como ñandú en el cerco” cuando escuchó la voz.
-Perdió el rumbo y se me asustó Carmencito. No hay cosa más peor que espantarse en medio del monte. Que va para allá, que viene para acá y en un chis lechuza pierde el rumbo. Tiene que aquietarse "mijo". Sintió que le decía, pero no veía a nadie. El miedo ya le desbocaba el corazón cuando oyó el relincho, y un caballo se le apareció de la nada. Cogote de cisne, paradito frente a él.
-¡Cuanto tiene que aprender Carmencito! Dijo la voz. Cómo abriendo el camino, el caballo pasó junto a Carmencito.
-¡Sígame! ordenó. Y él, que del susto se había vuelto obediente, lo siguió sin un reclamo. Pronto salieron del monte, el cielo estaba estrellado y la luna hermosa redonda y brillante. En el claro, el caballo relinchó una y otra vez, corrió en círculos alrededor de Carmencito hasta que se detuvo frente a él, ahora sí podía verlo, lo tenía bien cerquita, ¡picazo botas con delantal! dijo el Carmencito en un ¡ay! de asombró y ¿es usté quien me habla?
-El mismo, respondió el picazo. Monte Carmencito ordenó el botas con delantal, que lo llevo pa` su rancho.
Carmencito estaba mudo, duro como piedra, no podía mover las piernas.
-Vamos repitió el Picazo, no me va a decir que me tiene miedo, y suavemente le dio ese empujoncito necesario. Ya en camino, el caballo se presentó.
-Hace tiempo que lo andaba buscando mi nombre es Toriano. Su Tata, tiene la razón usté ya es un mocito y debe prepararse para cuidar de la caballada, yo estoy aquí para convertirlo en mi discípulo, me oye.
Prendido a las crines de Toriano, Carmencito llegó al patio del rancho. Salió el padre, con el candil a la altura de los ojos, el Carmencito vio el enojo en esos ojos, salto del caballo y corrió a los brazos de su madre
-¿De donde viene, mi hijito? Me tenia muy angustiada dijo la buena de Eduviges
-¡De donde! grito Don Bienvenido, eso quiero yo saber, y antes de que respondiera agregó ¿y con caballo ajeno?.
Mientras le hacia un medio bozal al picazo y lo ataba a un poste, volvió a interrogarlo.
-¿De donde me dice que viene Carmencito?
-Del montecito de Tala. Tata.
-Como siempre traveseando masculló Don Bienvenido, agarrándolo de la oreja, diga que su madre está afligida que de no lo surto ¡caracho! ¡Que me ha salido ocioso Carmencito por que no aprende de sus hermanos, el Cirilo buen amansador, Cleto el mejor entropillador y usté nada, y pa' mal de males me viene esta noche con caballo robado ¡Caracho! Diga que su santa madre está afligida que sino lo surto ‘Caracho!
-¡Y por última vez ¿el caballo de donde lo sacó?.
-El me encontró y me trajo dijo Carmencito.
-Bolacero, no mienta, más. Mañana con las primeras luces vamos a devolver este Picazo, y usté y yo vamos a hablar ¡me oyo!
Por la mañana Carmencito se levantó temprano y al salir al patio vio como su padre rodeaba al caballo, con la galleta del mate en su mano izquierda.
- No tiene marca, mujer decía Don Bienvenido, entregándole el mate a la Eduviges que ya cebaba el siguiente.
-¿Dónde dice que lo encontró?
- En el monte de Tala, Tata, repitió Carmencito
- Me dijo que se llama Toriano
-¡No bolace, caracho!, mire que le va hablar el caballo, y me lo cuenta a mi que nadie mas que yo sabe de criollos en leguas a la redonda
-Él me lo dijo Tata.
-¡Pero que se ha creído usté, mocoso de mandinga! Y ya levantó el rebenque, para surtirlo. Fue entonces cuando relinchó el picazo, de un tirón corto la lonja que lo sujetaba al poste y vino derechito a pararse entre Don Bienvenido y el Carmencito… desde ese día, siempre juntos el Toriano y el Carmencito.
Todo lo que sabía Carmen Bienvenido de criollos, lo aprendió del Toriano y ¡sí que sabia de caballos!. Parecía un doctor cuando se baja en el patio de la estancia y el patrón preguntaba ¿Y Carmen que tenes para decirme?
-Si usted no dispone lo contrario patrón me lo voy a llevar al rocillo moro unos días.
-Hace nomás Carmen.
Y junto al Toriano marchaban con el rocillo de tiro. Cuando volvían el rocillo parecía otro.
-¿Cuánto decís que se te debe Carmen?.
- Nada patrón, todo lo ha hecho el Toriano, yo, solo soy su “Desipulo” Apoyaba la mano en el anca del animal sanado, y le daba una palmada cariñosa ¡vaya amigo!, ya sabe dónde encontrarme.
¡Carmencito! siempre con una ramita de pasto tierno en la boca y unas florcitas de paraíso, o de aromo, o de acacia o cualquier florcita en la oreja izquierda, montado en el Toriano salía con un hasta más ver patrón.
Nube en el ojo, Esparabana, Matadura de la cruz, Gabarro, Anca llovida, Galleta de rodilla, Curcuncho… De todo sabia Carmencito Bienvenido. ¿Caballo loco? En manos de Carmencito volvía hecho, manso y diestro. ¡Cuánto sabía el Carmencito, recordaban los abuelos que lo habían conocido. En las cuadreras, si el Carmencito no llegaba, el Pangare Buey no largaba. Y hasta sus hermanos mayores Cirilo y Cleto lo consultaban al respecto. Es que Carmencito parecía saber hasta lo que pensaban los ccaballos. Usaba un poncho que contaba se lo había regalado el mismísimo Yanquetruz la noche que el Toriano lo llevó a la toldería.
-¡Mirelo que va a ser cierto Carmencito!, No Bolace quiere, 'ya no hay indios en estas tierras! Se reían los parroquianos en el boliche.
-¿De siguro? Preguntaba Carmencito, y el Toriano en la puerta del boliche, cerquita, nunca atado al palenque, pegaba un relincho y en el cielo aparecían todas las estrellas juntitas.
En sus horas libres, que eran todas, trenzaba. Contaba que también, esas “habeledades” se las había enseñado Toriano. ¡Y Sí que sabía de lonjas y sogas!. ¿tientos finos? Los del Carmencito para costurear. ¿trenzas? de criznejas, de alezna, ¿Botones? pastelitos, cimarrones, sureros. ¡Revestidos!, botón de orillo, de todo sabía. Al bozal de Toriano se iban todos los ojos cuando al paso cruzaba el pueblo.
A la sombra de un aromo trabajaba el Carmencito una tarde bajo la atenta mirada de Toriano “Sobre uno, bajo uno, sobre uno… confeccionaba un pasador cayu”. Cuando al galope en una nube de polvo se presentó el Gateado. Desde ese día los tres anduvieron juntos.
Regalaba sus trabajos y a quien quisiera aprender, él le enseñaba "Sobre uno, bajo uno sobre... lazos, revestidos, botón roseta de seis tientos, de todo sabía, ¡muy habilidoso!
Nunca cobraba un cobre, el mejor pago es el reconocimiento decía cuando se despedía montado en el Toriano.
Toriano me ha enseñado, estas son “habeledades” que hay que trasmitir para que no se pierdan jamás de los jamases, por que son nuestras de nosotros.
¡Hasta más ver! Saludaba el Carmencito y allá iban a encontrase con el atardecer en el horizonte los tres Toriano, Carmencito y el Gateado.
-Nadie como el Carmen Bienvenido para asistir a los criollos Don Victoriano créamelo.
Si hasta parece que los caballos le hablan.
Don Juan, barajando la baraja recordó el día que en el Divisadero Carmnecito detuvo una cuadrera a arguyendo que el parejero de Iriart se negaba por que tenía adolorida las costillas.
-Y le hablan doy fe contaba Eulogio copa viene y viene, que había requerido los servicios de Carmencito aquel día que “la baguala, enviudó después de una cuadrera, mejor no ricordar”
-Una tarde de febrero, Carmencito llegó al pueblo montando el gateado. Todos alarmados preguntaron ¿ y el Toriano?
- Lo convocaron de urgencia al Tandil parece que ya no hay más nada que hacer, se cae la piedra que se mueve nomás y Toriano tiene que estar allí, con los suyos.
- ¡Bolacero que sos Carmen! dijeron en el boliche. Mira que el caballo…
Días después todos se enteraban que aquella “siesta bisiesta” de febrero la piedra se cayó nomás. El Toriano no volvió, pero Carmen Bienvenido viajaba con el gateado sin resuello devorando leguas cuando tenía casos difíciles, se encontraban al pie de una piedra desde donde Toriano vigilaba sus dominios y allí Carmen Bienvenido lo consultaba.
Un día Parmenio Cejas, por entonces, uno de los aprendices que seguían a Bienvenido, lo acompañó a Tandil por una consulta y al regresar, con la segunda vuelta de caña Paraguaya ardiéndole en el garguero, acodado en el mostrador del boliche contaba a viva voz que: -¡Tá que está viejo el Carmencito Bienvenido! y pa´ más, loco. Allá en el Tandil no hay “naides, solo piedras y más piedras, nomás” Él viejo Bienvenido hablaba al aire y “de mientras el gateao, ladino, animal que “disprecio” ramoneaba unas matas tiernas. Yo los relojeaba a la distancia y pensaba ¡Qué loco que esta Don Carmencito! De pronto, el gateao pegó un relincho y me miro como riéndose de mi, animal que “disprecio” pensé gateao maligno… Así declaraba ante la atenta concurrencia del boliche, Parmeino Cejas cuando de repente entró Carmen Bienvenido, rebenque en mano y golpeando el mostrador dijo:
-¡Si sos sotreta y marrullero Parmenio Cejas, dispreciarme así al Gateao y llamarme loco a mí, ¡ya no sos más mi aprendiz, menos mi “Desipulo” sentenció… Afuera del boliche contaban los abuelos que el Gateado, cerquita del palenque, nunca atado, relinchó como riéndose y el cielo se llenó de estrellas.
¡Cuánto que sabia de Criollos y de Trenza el discípulo de Toriano, el Carmencito Bienvenido!
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).