No tenía yo más de seis años cuando por primera vez vi en ese libro unos dibujos con mucho dorado y tía me contó la historia del faraón niño, que se llamaba Tutankamon y escuche del Nilo, las Pirámides y supe que había un lugar que se llamaba Egipto.
Debo aclarar que en el libro había figuritas de “víboras y arañas” me daba miedo, no quería verlas y menos tocar esas imágenes, pero siempre era más atrapante la historia del faraón niño; además María había pegado las hojas donde aparecían las vichas, las únicas que quedaban estaban en la tapa de color azul . Para ni siquiera rozarlas, yo agarraba el libro por los bordes, con dos dedos en pinza y se lo acercaba a tía para que ella me lo leyera.
En aquella primera lectura y siempre que contaba la historia, Maria repetía: “cuando entraron a la cámara donde estaba el sarcófago de oro de Tutankamon encontraron un ramito de flores marchitas que le había dejado su joven esposa. Entre miles de objetos de oro y piedras preciosas allí estaba ese sencillo y humilde ramito de flores, mostrando que el amor es eterno y que perdura en el tiempo”… y continuaba leyéndome los epígrafes de las figuritas.
Muchos años mas tarde preparaba yo junto a otras compañeras de colegio un trabajo sobre los faraones, estábamos en la biblioteca, no recuerdo el libro, pero jamás olvidé el texto “El 24 de noviembre de 1922 la puerta fue derribada… el brillo del oro palidecía ante aquellas flores marchitas que aún conservaban el brillo mate de sus colores originales”
¡Era verdad! Carter, el descubridor de la tumba, decía “una guirnalda de flores marchitas”, tía María “un humilde ramito de flores”
Busque el librito y ¡lo encontré!. ¿Saben? nada dice aquí del ramito de flores marchitas, seguramente tía lo había leído en otro lado.
Busque el librito y ¡lo encontré!. ¿Saben? nada dice aquí del ramito de flores marchitas, seguramente tía lo había leído en otro lado.
Sí encuentro una rosa marchita, no me sorprende, era y es costumbre de la familia guardar flores entre las páginas de los libros que leemos. ¡Perfumada y perdurable costumbre!
Aquí dejo el libro, año de la edición 1932.
Aquí dejo el libro, año de la edición 1932.
Ojalá puediesen percibir esta brisa mágica y misteriosa soplando suavecito llevando aromas remotos de la rosa marchita que encontré dentro del libro. Los pétalos secos quebradizos disimulan “a la vicha y a la tejedora” que siguen firmes sobre la tapa azul del Álbum de Nestlé Las Maravillas del mundo. Mientras yo, respiro profundo.