viernes, 7 de agosto de 2009

Cuaderno de Cocina

Las empanadas marcadas de Gladis, hicieron exclamar a Diego ¡im pre sio nan te! La receta salio del Cuaderno de Cocina de la abuela.
Ahora voy por el Cuaderno de Cocina , busco la receta de un reconfortante licorcito bien casero, de esos que aguardaban a las visitas en coquetas licoreras (les debo la foto) los convido.

Licor de Café
En una Jarra se pone un litro de caña del Paraguay, de la mejor calidad y se le agregan tres cucharadas bien colmadas de café bueno molido, se revuelve bien y se deja 24 horas en maceración, tapando la vasija para que la caña no pierda la fuerza, al día siguiente se cuela. Se hace un almíbar con medio kilo de azúcar y una varita de vainilla y se procede como indicaba Preparación del almíbar, luego se mezcla con la caña y se filtra.

Preparación del almíbar
Se pone en una cacerola el azúcar y un pedazo de vainilla, se vierte agua hasta cubrir el azúcar y se pone al fuego, cuando el almíbar se forma y parece goma ya está en punto para el licor, entonces se saca del fuego y así caliente se le agrega muy lentamente la caña que se tenga preparada revolviendo sin cesar a fin de que se mezcle bien y para evitar que el almíbar se acaramele.
Filtración de Licores
Se hará uso del papel de filtro que se expende en la perfumería. Para usarlo se dobla por la mitad y se pliega como un abanico, después se abre y se coloca dentro de un embudo de vidrio, que se colocará en la botella que debe recibir el licor filtrado. Luego se vierte el liquido dentro y para que la filtración sea más rápida se tratará de poner un clavo o algo por el estilo entre el embudo y el gollete de la botella para dejar pasar el aire. Si no se quiere hacer uso del papel de filtro, se bate una clara de huevo hasta que forme espuma y se mezcla con el licor al cabo de tres días el licor estará clarificado.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).