viernes, 21 de agosto de 2009

"Los Gauchos de Madariaga" de Don Mario Pardo

La letra original (*)
(Recitado, sin canto)
Ya roncan los acordeones
y la boca se me hace agua,
ranchera del buen compás,
mostrando lo que es capaz
un gaucho de Madariaga.

(Canto)

Lindo pago Madariaga
con su paisanada,
su gauchaje flor.
llevales con mi ranchera
la expresión sincera
de mi estimación.
Morochita de ojos negros
que, con tus hechizos,
me han engualichao.
Ya no tengo paz ni calma
solo pienso mi alma,
estar a tu lao.

Estribillo
Lindo pago Madariaga
con su paisanada,
su gauchaje flor.
Y al compás de esta ranchera,
La china que espera
Sueña con su amor.

(Segunda parte)
Cuando suenan los cencerros,
de tropillas entabladas,
los gauchos de Madariaga
se aprestan a desfilar.
Ya nadie puede dudar
que son ellos los que vienen,
porque sus jinetes tienen,
el alma y la estampa
del gran Capitán.


Gracias a Juan (Tito) Naddeo que nos la envía desde la siempre cercana Maipú.


Capítulo XXX del libro "Madariaga,su historia y el país" de Abelardo Costas

Con la Guitarra
a cuestas

Todos los pueblos cantan.
Mario Pardo y los gauchos de Madariaga.
La Tuyusera, valioso aporte al cancionero de Madariaga.
El estilo “Recordando”.
La música popular en otros ritmos.
Coplas y canciones orejanas.
El proficuo refranero Madariaguense.


Todos los pueblos cantan

Todos los pueblos tienen cantores. Pero solo unos pocos, vaya saber porqué magia, inspiran a algunos poetas- del pago o forasteros- tiernas canciones en las que honran a sus casas, su paisaje o sus gentes y que luego sobreviven en la memoria de sus descendientes, ajenos ya a la circunstancia emotiva que originó su creación.

Madariaga es uno de ellos.

Recuerdan viejas crónicas madariaguenses la visita a principio de siglo del payador José Betinotti, el autor de la celebre “Pobre mi madre querida”. En épocas sucesivas con su guitarra a cuestas, vinieron payadores como Luis Acosta García, ya mencionado en otra parte de este libro – los hermanos Granatto y – como lo expresa Velázquez – una pléyade anónima de cantores y cultores de nuestras tradiciones gauchescas.

Raúl Zalguizuri – que sentía pasión por poetas y guitarreros – nos dejó una memorable página en la que refería hechos en los que su prodigiosa memoria competía con la belleza de su prosa.

“Alguna vez hemos señalado – comenzaba su artículo – que Madariaga es una de las poblaciones bonaerenses que más recibió la colaboración de poetas y músicos.”

“Sin hacer el detalle de las ofrendas poéticas recibidas de parte de payadores y cantores trashumantes que en todos los tiempos nos recordaron en sus composiciones, citaremos algunas obras que merecieron ser editadas y perviven en el recuerdo. “General Juan Madariaga”, marcha militar de Pablo González Amorin. “Recordando” (Oyendo el pericón) de Juan del Monte y Pablo González Amorin. “Himno al Gral. Madariaga” de Ángel Cotonat y Rafael P. Velázquez, “La Tuyusera”, ranchera del guitarrista dolorense Orlando Urruspuru y el afamado letrista Ismael R. Aguilar, “Canto a Madariaga de Afner Gatti, autor del conocido tango “Serpentinas de Esperanzas”; “Zamba del Tuyú” de Lucio Eber Jorge y Juan Carlos Rolón. “La Risueña” ranchera de Alberto Zappaliti; “Canto al Divisadero” de Ángel Montes; “De Madariaga” huella, de Lucio Eber Jorge e Hialmar Alberto Castillo y “A Madariaga” tango de José Dames, Juan Carlos Rolón y Juan Tomás Luques.

Zalguizuri, advierte en su enjundiosa nota que ha esta lista debería agregarse el aporte que en aquellos años había producido el interprete sureño Argentino Luna.
“Sin duda alguna el máximo cantor de todos los tiempo de las cosas madariaguenses”

Mario Pardo y “Los gauchos de Madariaga.”

Estimaba Zalguizuri, como otros muchos madariaguenses, que sin dudas la composición que más había contribuido al conocimiento popular de nuestra ciudad, ha sido la famosa ranchera de Mario Pardo (*) “Los gauchos de Madariaga”, cuya original historia hemos relatado en el capítulo anterior.

Luego de una exitosa y brillante actuación en Madariaga, en aquel año de 1923, cuando la visión de aquellos peones ecuestres que regresaban de una feria le inspirara su famosa ranchera, ya de regreso en la Capital Federal, grabó su reciente creación para Disco Nacional Odeón, acompañado por dos guitarras. Quedando registrado con el número 6664A (**)

Sigue contando Zalguizuri, como conoció personalmente a Pardo, circunstancias en que el autor de la querida ranchera le reveló las cusas que le impulsaron a componerla.

“En noviembre de 1973 recibimos la visita de Don Mario A Pardo a quién acompañaba don Santiago Rocca, espíritu de excelencia con cuya amistad nos honramos. Fue en esa ocasión que Pardo reveló a muchos madariaguenses las circunstancias que inspiraron la música y sus versos.

En esa oportunidad Pardo aprovechó para agradecerle a Zalguizuri que se debiera a él la sugerencia de haber adoptado su célebre ranchera como música oficial de la Primera Fiesta del Gaucho, que como se recordará, llevó por nombre “Amojonando tradiciones tuyuseras”.

En aquella ocasión, nos dijo don Mario que los tiempos habían quitado actualidad a la letra – revela en su nota Zalguizuri – y por lo tanto había confeccionado otra que nos cantó acompañado de guitarra. El nuevo canto ahora expresaba:

Vienen los gauchos cantando sus cuitas
vidita
y en sus vidalitas entonan
sus himnos de paz y labor
como si fueran jinetes de Guemes.
valientes que a nada le temen
demuestran su gaucha destreza y valor

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(*): Mario Pardo no solo ha sido un compositor inspirado y feliz, sino un gran maestro de la guitarra. Quizás el grado mayor de reconocimiento que le ha tributado el mundo musical argentino esté dado por la circunstancia de haber dirigido en el Teatro Colón de Buenos Aires un conjunto de cien maestros de la guitarra en una velada de gala.

(**): En la otra cara con el Nº 6664B, estampó por primera vez un tango, “Ema”, un solo de guitarra, inspirado en los encantos de una joven niña madariaguense, muy hermosa, cuya aristocrática belleza impresionaba al artista.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).