jueves, 26 de julio de 2007

Para quien me corrigió

después de leer “Lo que se hereda no se roba”.
Si realizara las modificaciones y los cambios aconsejados, no sería yo la que escribe, yo soy así, digo así, hablo así. Pero, acepto la sugerencia… de publicar “nuestra” receta de las Torrijas y me atrevo a contar otra historia, la que narraba la abuela “la Pita” cuando hacia Torrijas.
Comienzo hoy mismo a leer, "Cómo se cuenta un cuento" de Garcia Marquez. ¡Gracias!
¡ va la receta !
Ingredientes:

Pan del día anterior cortado en rebanadas gruesas (3 cm, está más que bien) las sumergen en una mezcla de leche, previamente calentada con una ramita de canela, y azúcar, dejando que se empapen bien, luego las escurren, las pasan por huevo batido y las fríen en aceite de oliva, o margarina. Se sirven espolvoreadas con azúcar y un poquititito de canela. ¿Fáciles? ¡Facilísimas!

Y ahora la historia
… y disculpen los errores.

“Se acercaba la Pascua. En una casa, una madre, preparaba la cena para sus hijos, solo tenia un poco de pan duro, algo de leche, un huevo y miel. Sentados alrededor de la mesa los comensales esperaban, alumbrados por la escasa luz de una “candelilla” ¿Qué facer? Se preguntaba la muller, mientras cascaba el huevo. De pronto alguien llamo a su puerta, era un hombre, alto, delgado, parecía herido, estaba cubierto con un Tallit, en su mano izquierda llevaba el cayado de pastor.
- Busco vuestra hospitalidad irmáns, lo escucharon decir cuando se abrió la puerta. Guiado por el dueño de casa, se aproximó a la mesa, nai, le acerco un vaso de agua fresca y le dijo: somos moi pobres señor, ¿que puedo ofrecerte?, temos un pouco de pan duro, leite, ovo, y mel, las cuatro cosas dijo el hombre y, cortado el pan lo sumergió en la leche endulzada con la miel, lo paso luego por huevo batido, y se lo dio a la mujer para que lo friera en el aceite que se calentaba sobre los fuegos del hogar, ¿Pero que has hecho?, ¿que comerán os meus fillos? preguntó la mujer.
- Torrijas, dijo aquel pastor, mientras abandonaba la casa.
Esa noche comieron las torrijas tibiecitas, exquisitas y no hubo ya hambre. A la mañana siguiente, todos en la aldea comentaban el mismo hecho, a todos los había visitado el hombre del Tallit y el cayado, hasta que una anciana dijo: es Él ¡ha vuelto! En busca del rebaño, y en el alimento de á noite nos ha dejado una nueva enseñanza. El pan duro, ha resucitado, fresco perfumado, dulce tibio, sustancioso como el corazón de nuestro Señor. ¡Alabado sea el Señor!
Desde entonces para Semana Santa en la aldea comieron torrijas y la receta paso de madres a hijas, por los siglos de los siglos, el pan duro ha resucitado, perfumado, dulce y tibio en cada torrija.

A mi tía María, le gustaban las torrijas que hacia la Pita, pero más, mucho más, esta historia. Siempre me pedía que se la contara.

Y Ahora Madres a hacer Torrijas. ¡Háganlas! aunque no sea Semana Santa… y va una Yapita. Una vez hechas, las sumergen un largo rato en un buen vino tinto...y ¡a vuestra Saúde, ofrézcanlas ao cura e conviden ao Bispo!… ¡Chauuuuuuuuuuuuuu ¡Hasta la próxima! Y como dice la entrañable Blanca Cotta ¡Glup!.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).