martes, 20 de noviembre de 2007

El Cabo de Plata


“Fue en un pial de puerta afuera cortó de un golpe certero el lazo, y salvo la vida del abuelo, desde entonces, el cabo de plata, paso a ser objeto de veneración en la familia”.
¿Habrá sido tan así? ¿O sólo es la "memoria del corazón" la que agigantaba el recuerdo?
"En realidad la vida se la protegió a fuerza de habilidad, destreza y maestría", decían orgullosos “los Madrid” cuando memoraban aquel acontecimiento y se acordaban también de que “abuelita” se persignaba y diciendo… “y a nuestra Señora, que te cubrió con su manto Bernabé, sino no que no contás el cuento”.
No es lo mismo enlazar que pialar, ilustraba mi padre cuando promediaba el relato; "el pial es un tiro de lazo a las manos del animal para volcarlo en su carrera. Quien enlaza tira al cogote del animal, ambos requieren de la destreza y de las habilidades del ejecutor. El viejo Bernabé era bueno para esos menesteres, ¡Gran pialador!"
Entonces venia toda una explicación a cada porque y la prohibición absoluta de desenvainar, el filo del cuchillo, que había salvado la vida al abuelo Bernabé…
-Con estas cosas no se debe jugar, son peligrosas, un descuido y… decía tía María.
-El cuchillo es la extensión del brazo para el hombre de campo, su protección, expresaba tío Tulio, mientras probaba el filo con la yema del pulgar.
-La medida del coraje indico tío Loro
-¡Caracho! había que ser muy valiente para pelear a cuchillo exclamó tío Rojo en aquella sobremesa en la que juntos los hermanos, memoraban estas, y otras cosas.
Tío Mochi fué el encargado de mantenerle el filo, lo hacia sobre la piedra donde con paciencia asentaba también sus navajas de peluquero.

Escribe mi padre "Allá en Guido hubo peleas, memorables, si uno mira en detalle cuando cae la tarde puede ver las heridas por donde sangraba el aire, la noche que un forastero apurando copas se dio el coraje, y gano la calle, arrollado el poncho sobre su brazo paró algún golpe desordenado, nada importante, y en el silencio que quebró al galope, quedaron sin padre unos cuantos muchachitos y sin marido la pobre Albana”
No cabe duda era el comienzo de otro de sus relatos, pero…¿De quién habla?, ¿Cuándo ocurrió?, ¿Quienes eran aquellos muchachitos?, ¿Quién, Albana? Me pregunto frente al borrador… la historia quedó trunca.
En cambio, la del cuchillo que salvó la vida del abuelo, diestro pialador, allá en los pagos de General Guido, está a salvo. Reluciente "el cabo de plata", regresa a su lugar en "el cajón del escritorio".
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).