¿Calor?, estamos en enero, es verano y siempre la temperatura en estos meses, sube.
Pero como cada verano el tema es “la canícula”, ¡Que calor!, ¡Cuanta calor Doña! ¡Es inaguantable tanto calor! Hoy Aire acondicionado, Split… ayer abanicos, ventiladores y la frescura de patios y galerías mojadas a la hora de la siesta o a esta hora cuando ha oscurecido, desparramando esa fragancia agradable refrescante, perfume a tierra mojada.
- ¡Chica te vas a cocinar en esa resolana! Hay que cuidarse de la insolación recomendaba mi tía, cuando al verme asoleándome sobre el pasto.
- Veni que prepare mate cocido bien fresquito. Yo me enfundé en mi playero, una vieja camiseta de algodón sin mangas a la que había sumergido en anilinas haciendo mi primer Batik y rumbee para el fondo. Allí estaba María abanicándose con una pantalla, un abanico, que era la publicidad de una tintorería de la zona y la jarra con la fresca infusión de mate cocido, a la que le había agregado cubitos de limón y naranja con unas rodajitas de los mismos críticos, ¡una preciosura!
- ¡Che pero mira que lindo te quedo el playerito! Para ella siempre, cualquier cosa que yo hacia merecía una felicitación, ¡Muy lindo!, ¡Excelente!, ¡Perfecto!.
La jarra, de vidrio, gordota invitaba a charlar de cosas perdidas, recordar, hacer memoria, pasarnos recetas de cocina, o la técnica del Batik; mientras el agua salía con fuerza manguera arriba, regando las plantas que parecían agradecer devolviendo ese olorcito a tierra mojada.
¡Ozono! Olor a ozono dije una tardecita cuando esa fragancia inundo el jardín, mostrando mis conocimientos de química.
Mi tía pregunto ¿y que es el ozono? Yo me explaye: una sustancia gaseosa compuesta por tres moléculas de oxigeno…ta,ta,ta. Ella me escuchaba atentamente.
- Siempre se aprende dijo mientras mudaba la manguera, pero para mí sobrina, es y será olor a campo, a tierra mojada. El perfume de las tormentas de verano, ese que avisaba allá en Guido que había que trancar puertas y ventanas. Mira, si yo pudiera, si supiera cómo hacerlo guardaría en un frasquito ese ozono para destaparlo, de improviso y volver al frescor de las siestas, de los viejos patios, de las galerías con malvones y geranios… ¿Se podrá?
Hoy un Ozonizador nos trae ese perfume, sin necesidad de regar plantas, sin que la tormenta se anuncie obligando a trancar puertas.
Mi abuela Mercedes, la Pita, la mamá de mi mamá estrenaba aquel verano en que yo me dedique al Batik con anilinas, la heladera nueva, una General Electric GL 11 y para sofocar los calores hizo helados, todo el verano; tengo las recetas de esos helados, y voy a convidarlos hoy con esta "Crema Portuguesa". ¿Se animan? Van los Ingredientes
½ litro de leche
150 grs. de azúcar
150 cc de crema de leche
1 copita de Cognac
1 cucharadita y ½ de gelatina sin sabor
2 huevos
100 grs de fruta abrillantada
Manos a la obra.
Hervir la leche, agregar la gelatina revolviendo para evitar que se agrume.
Batir las yemas junto con el azúcar mucho, hasta que quede blanco, casi una crema. Ahí agregar de a poquito la leche todavía caliente dónde disolvimos la gelatina y nos vamos con la preparación al fuego y sin dejar de revolver cocinamos hasta que espese ligeramente; cuidado que no hierva, si hierve la preparación se corta y no habrá helado.
Una vez que espesa retiramos del fuego y dejamos enfriar.
Mientras tanto batimos las claras a nieve, en otro recipiente la crema de leche hasta que espese. No se quejen, nosotras tenemos batidoras, minipimer, etc. las abuelas, un batidor de alambre. Cuando la cocción esta fría entonces se agrega, las frutas picadas, la crema batida y por último las claras a nieve. Listo, llevemos la preparación al congelador.
Mi abuela, como les cuento, estrenaba la General Electric y la preparación la colocaba en las cubeteras de aluminio, sin el separador, ese que permitía hacer "dieciocho" cubitos perfectos; recuerdo que tenía una palanca que cuando se tiraba, previo paso de la cubetera por debajo del chorro de agua de la canilla, los cubitos quedaban sueltos en la cubeta ¡¡dieciocho!! ni uno menos. La Pita fabricaba cubitos con jugo de naranja y de limón, a tía María le gusto la idea y la puso en práctica ella también.
Pero volvamos al helado casero media hora debía pasar con la heladera en máxima potencia, entonces, lo retiraba, lo volvía a batir, y otra vez: cubetera – congelador. Ahora bajaba la potencia y a esperar. Para disfrutarlo primero había que pasar por la siesta obligatoria y después una hora más desde que salía del congelador pero les aseguro que valía la pena.
Mientras tanto mi abuela Pita baldeaba el enorme patio de lajas cubierto por una glorieta donde se enredaba un parra de uva chinche super dulce, ¡exquisita! y seguía por el largo pasillo, allí también se producía la reacción química y el aire olía a fresco, a limpio, a tierra mojada, a ozono.
¿Calor? Estamos en enero, y calor, que yo recuerde, ha hecho siempre en esta húmeda Buenos Aires.
Mientras les cuento esto, llegó la noche, puertas y ventanas permanecen abiertas mientras el difusor gira desparramando agüita fresca para mis plantas, enfriando macetas y patio trayéndome la fragancia de estos recuerdos, el sabor de los higos en almíbar, de las ciruelas “amarelas”, de la uva chinche, de los cubitos de limón o de naranja, el perfume de los jazmines, mi playerito “batik trucho”.
Hace calor, en el aire hay olor a ozono, mi crema portuguesa está a punto… pero no puedo dejar de pensar en la Pileta del Polideportivo de Guido.
Aqui encontraran cosas simples, nostalgia, añoranza, recuerdos personales. Fotos,Anécdotas,Relatos,Recetas de cocina de las abuelas,se amontonan en los estantes sombríos. Pasen,las puertas están abiertas.
domingo, 11 de enero de 2009
El perfume de la tierra recién mojada
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).