domingo, 26 de agosto de 2007

El Caduceo de Esculapio

“Homenaje a Francisco Stea” dice el titulo de la nota aparecida en Semana Maipuense, y por supuesto leo también la nota referida a la inauguración del museo y veo la foto donde aparece Marilu Gascue, mi prima, flamante Presidenta de la Asociación Amigos del Museo. Pero vuelvo y releo la nota “Homenaje a Francisco Stea”, al Dr. Stea… ¿saben?, desde que puso un pie en Guido atravesó la galería de la casa Madrid, y se aquerenció en la cocina decía mi tío Rogelio Madrid cuando recordaba esos años, aquí compartió junto a los Madrid, charlas, sueños, bromas, baraja. Aquí al calor del fogón levo una amistad que duro por siempre. “Por que los verdaderos amigos no necesitan verse todos los días”, decía mi padre, era suficiente encontrarse a la pasada por Dolores, en una consulta después de una tragantona que mando a mi hermano a la cama, en la casa de los Gascue, allí estuvo el Dr. Stea, atendiendo al pacientito y recordando esos años en Belgrano 356.

Aquí les dejo esta foto, tomada en los primeros años cuando Francisco Stea (Pancho, el Negro) llego a General Guido siguiendo los consejos de Esculapio (dios de la medicina para los romanos, para los Griegos, Asclepio)
… “Piénsalo bien mientras estás a tiempo. Pero sé indiferente a la fortuna, a los placeres, a la ingratitud; si sabiendo que te verás muchas veces solo entre fieras humanas, tienes el alma lo bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido; si te juzgas suficientemente pagado con la dicha de una madre que acaba de dar a luz, con una cara que sonríe porque el dolor se ha aliviado, con la paz de un moribundo al que acompañas hasta el final; si ansías conocer al hombre y penetrar en la trágica grandeza de su destino, entonces hazte médico, hijo mío”
Y fue así, llegó Médico, y para todos fue el Doctor Stea, el Médico del pueblo, y saben a partir de ahora cuando llegue a Guido en la parcela N° 1 de la manzana 25 , en el pino que se encuentra detrás de la ermita de Ceferino Namuncurá he de ver El Caduceo de Esculapio, La vara de ciprés, la fortaleza y la solidez ética en la que se debe apoyar el médico que es a la vez un instrumento de unión entre el cielo y la tierra y la serpiente, que representa el misterio de la vida y de la muerte, en suma la sabiduría, la prudencia y la prevención, tres atributos de un buen médico. Este es el verdadero símbolo de la medicina, no el que estamos acostumbrados a ver en la actualidad, la vara alada en la que se enroscan dos serpientes, ese es “el caduceo de Hermes” dios de los viajeros, comerciantes, ladrones, oradores, escritores, protector de la fecundidad y del trato social; mensajero entre los dioses, conductor de las almas de los muertos al inframundo y hacedor de las conexiones entre ambos mundos.
Entonces a partir de ahora, cuando mire el pino de la entrada a nuestro pueblo, veré El Caduceo de Esculapio y recordaré al medico, que conocí hace tantos años, que como la inmensa mayoría de los Médicos de este país no trabajo como Médico, fue un médico cumpliendo su vocación con todas las implicancias y obligaciones que el ejercicio de la profesión conlleva. Mi recuerdo para el Doctor Francisco Stea.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).