Hoy es el cumple de Marilu, la saludé, el viernes, anticipadamente, hablamos un rato, y moqueamos otro poco. Tengo montones de anécdotas con Marilú, desde la primera vez que llegué a Guido, la noche del velatorio de tía Leliz Seresini de Madrid, quedamos atrapadas en la urdimbre que tejían los viejos, desde esa noche, que se convirtió en mi atenta niñera, hasta hoy, el tejido continúa creciendo. Todo comienza con un… ¿Recordás Mary? Y la retahíla (diría María Madrid, que gustaba de coleccionar palabras difíciles) de sucesos, que nos tuvieron por protagonistas aparecen… aquella siesta tan larga como llorada sobre finales de los sesenta, y el accidentado viaje de Tandil a Guido para unos carnavales, y la charlas en las noches estrelladas en Gaucho Nuevo Tortugas, Santa Fe. Yo no me olvido ¡Cómo habría de hacerlo, esa larga caminata a campo traviesa de Guido a la Posta, por no haberle cargado combustible a la chata!... Y el picnic de lunes, a orillas del río, en Quilmes y por la noche, el fresco de la pista de hielo de Holidays on Ice, en el Luna Park y con tío Mochi de escolta. O cuando, como recordé días pasados, “Os nenos da terra” entraron al Cultura al son de una muñeira… No hay para nosotras distancia, los hilos de la urdimbre que nos mantienen unidas son elásticos, se estiran, se alargan, se ensanchan pero no se rasgan, no se cortan.
Los hilos de la urdimbre… ese es el secreto de nuestro telar.
El viernes cuando hablamos por teléfono, me preguntaste que dirían los Madrices si “se anoticiaran”, de tus funciones en el Museo, yo estoy en condiciones de asegurarte, que Mochí se asombraría, como el día que te vio usar la máquina de escribir… Loro y María te pondrían al tanto de todas las dificultades con las que vas a tropezar… y Madrid viejo te diría “Adelante, sobrina, usted puede, no se deje vencer por nada, “entable y eche por delante”. No es poca cosa la tarea que le han encomendado, pero va a poder, por que no esta sola, y ¿sabe?, ya mismo vamos a ¡Brindar¡ como lo dijo el poeta español Miguel Hernández “por lo que se pierde y se encuentra, la libertad, las cadenas, la alegría y este cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra” por que todos estamos con usted, ¡Felicitaciones Sobrina!.
Eso te diría Madrid, sin lugar a dudas y, yo que puedo agregar, vos sabes, que contás conmigo siempre.
Bueno ahora enjugadas las lágrimas volvemos al anecdotario, la lista es extensa, pero hay una anécdota, que me consta, a vos, te gusta recordar, yo no participe, pero estaba en casa, cuando regresaron aquella tardecita vos, mi papá, y tía Maria. Hoy la cuento, la subo a La Gallineta, y, la suelto en Guido.
… Muy enojada, María Madrid cruzó la galería y entró en la cocina de Belgrano 356 de General Guido aquella tarde sentenciando ¡con ustedes dos, no vuelvo a casa de Avelina nunca más, me escucharon, Nunca Más! … y ellos obedientemente la seguían, víctimas de un ataque de risa, incontrolable, y como el ambiente no era el adecuado siguieron al patio y soltaron las risas contenidas.
Resulta que cada vez que los Madrid pasaban por Guido. María llevaba un presente para Avelina Eyharchet.
- Para la buena amiga Avelina, decía tía María. Ni te imaginás, nenita, me participaba Maria lo que me acompaño “esta mujer” en aquellos años difíciles, es tan buena amiga…
-¡Escribió Ave!, dice que me quede tranquila, que pasó por el cementerio y llevó las florcitas que le encargue, comentaba Maria Madrid volviendo a ensobrar la carta en la que Avelina la imponía de las últimas noticias de Guido, la llegada de los misioneros, lo linda que habían resultado las Kermeses, que había quedado cesante a Landi… Ave noticiosa, Avelina servicial, Ave buena amiga, siempre Ave, por eso cuando salían para Guido, María, llevaba un obsequio para la querida y servicial Avelina, una crema para manos, un lápiz labial, una polvera “Coty”, aunque, Avelina reconocía en rueda de mate, “que polvos, eran los de antes” tía María le obsequiaba “Angel Face, o Coty” y Avelina, retribuía, una y otra vez la atención, con un “ para que tanta molestia querida amiga”.
Pero el año de los sucesos que les cuento, María, o la Negra Madrid, como todos la conocían en Guido, no había llevado nada para Avelina, entonces, decidió comprar un postre tipo Balcarce, con mucha crema, y cuando la siesta concluía, se dispuso a cumplir con la buena amiga. Marilu y mi papá se agregaron a último momento. Cuando salieron María, conociendo los bueyes con que se desplazaba, exigió que guardaran la compostura, mi padre siempre fue muy tentado y con Marilu cerca, el protocolo corría severo riesgo de ser trasgredido. No se equivocaba tía Maria.
Cruzaron la calle y llamaron a la puerta, y cuando ésta se abrió, todo, todo, quedó librado al poder de concentración de ambos acompañantes para esquivar la mirada del otro.
Avelina por entonces tenía una inquilina, una señora, que igual que nuestra querida Ave, sentía fuerte simpatía por los felinos que abundaban en la casa. Avelina parsimoniosa agradecía, a tía María, como era su costumbre, la atención, esta vez, el postre, Mientras los gatos maullando, las colas como totoras, se iban sumando al recibimiento, restregando sus pelambres por las piernas de los recién llegados, y relamiéndose. Los Gatitos fueron ganando altura, sobre los escasos muebles de la sala, sin perder de vista el postre, que Ave había depositado delicadamente sobre la mesa. Fue en ese preciso instante cuando Marilu y mi padre cruzaron las miradas, y tía María sintió un estremecimiento ¡era el fin de la concentración!, para colmo, la inquilina /amiga de Avelina tomando del brazo a mi padre que ya daba muestras de los cosquilleos previos a la estampida de la risa, lo condujo a otra habitación, para descubrirle “su reservado”, un gato, Persa según ella, una bola de pelo inerte, recordaría mi padre, la cola que parecía un plumero, olvidado sobre la cama y con esa mirada amenazadora que otorga la momificación.
- tóquelo decía la Señora, palpe la suavidad de este pelo, parece seda Sr. Madrid. - tóquelo, tóquelo, insistía…observé usted, lo abundante y lo largo de este pelaje.
- son animalitos tan cariñosos, tóquelo, tóquelo insistía.
Madrid dirigió una mirada cómplice a Marilu que observaba la escena, apoyada en el vano de la puerta…y dijo ¡una preciosidad!, solo le falta maullar, y la compostura los abandonó por completo, estalló por el aire, y empezaron a reírse, a toser, a lagrimear sin parar.
Avelina siempre tan atenta preguntaba con voz grave
-¿que te pasa Marilus, estas resfriada, Marilus?.
Más bien parece una alergia terció tía María para romper el clima y los fulminó con la mirada, pero ellos, coautores responsables, seguían, insensibles al mal momento que estaba pasando tía María.
- Es que estos cambios Negrita, continuaba, Avelina, son “displacenteros”, Ave también hacia uso de palabras difíciles, “tardes calientes, noches frías” no son buenas para la salud, tenés que cuidarte Marilus recomendaba la buena de Ave.
María los censuraba con la mirada, pero ellos seguían, pañuelo en mano, atajando los lagrimones, por que de risa, también se llora.
Madrid viejo, intentaba ocultar la contracción carraspeando, y comentando con total impunidad
- fíjese usted, los gatos nos vienen acompañando a lo largo de la historia, grandes escritores, poetas, reyes han convivido con estos fieles amigos. Los egipcios los momificaban y los llevaban con ellos a su última morada y haciendo una pausa agregó sin necesidad y sin culpa ¿Cómo se llamaba el gatito? y con el rabillo del ojo le dedico otra mirada a sus acompañantes… mientras, Marilu, se secaba las lágrimas y apretaba esfínteres, la tertulia llegaba a su fin, no hubo tiempo de seguir la conversación, tía María resolvió dar por terminada la visita. Se despidieron con la recomendación de Avelina para Marilú ¡cuidate Marilus! y cruzaron a paso firme guiados por tía Maria hacia el 356 de la calle Belgrano.
Ya en casa, María visiblemente molesta interrogaba a mi padre, más bien lo sermoneaba.
- ¿Qué te podía causar tanta gracia, Madrid?,¡ son un hombre grande, Caracho!, ella, refriéndose a Marilu, vaya y pase… pero vos, hermano…
Y fue entonces cuando Madrid quitándose los anteojos, pasando el pañuelo para recoger esas lágrimas que se desbordan dijo, casi murmurando, como cuando era chico y hacia una travesura… diablón y estrellero como entonces, entre el cantarilleo de las carcajadas, justificó tanta hilaridad… con un: ¡Una preciosidad El reservado!, y agrego, “ al ver esos animalitos encaramados en los muebles no pudimos, acá con mi compañera, señalando a Marilu, renovando la complicidad, dejar de imaginarlos zambullidos sobre el postre, los bigotes despareciendo en la crema, y esas lenguas ásperas lamiendo hasta desgarrar la fuente de cartón y entonces nos miramos y al unísono, pensamos que no fue buena idea esto de llevar el Balcarce quizá hubiese sido más conveniente un frasco agua colonia”
Y como fuegos artificiales explotaron las risas que esta vez alcanzaron a tía María. Y que aún hoy si afinamos el oído reverberan en Belgrano 356 de General Guido.
¡Feliz Cumple Marilu! Este fue mi regalo, espero haberlo contado sin descuidar detalle, como a vos te gusta…
El viernes cuando hablamos por teléfono, me preguntaste que dirían los Madrices si “se anoticiaran”, de tus funciones en el Museo, yo estoy en condiciones de asegurarte, que Mochí se asombraría, como el día que te vio usar la máquina de escribir… Loro y María te pondrían al tanto de todas las dificultades con las que vas a tropezar… y Madrid viejo te diría “Adelante, sobrina, usted puede, no se deje vencer por nada, “entable y eche por delante”. No es poca cosa la tarea que le han encomendado, pero va a poder, por que no esta sola, y ¿sabe?, ya mismo vamos a ¡Brindar¡ como lo dijo el poeta español Miguel Hernández “por lo que se pierde y se encuentra, la libertad, las cadenas, la alegría y este cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra” por que todos estamos con usted, ¡Felicitaciones Sobrina!.
Eso te diría Madrid, sin lugar a dudas y, yo que puedo agregar, vos sabes, que contás conmigo siempre.
Bueno ahora enjugadas las lágrimas volvemos al anecdotario, la lista es extensa, pero hay una anécdota, que me consta, a vos, te gusta recordar, yo no participe, pero estaba en casa, cuando regresaron aquella tardecita vos, mi papá, y tía Maria. Hoy la cuento, la subo a La Gallineta, y, la suelto en Guido.
… Muy enojada, María Madrid cruzó la galería y entró en la cocina de Belgrano 356 de General Guido aquella tarde sentenciando ¡con ustedes dos, no vuelvo a casa de Avelina nunca más, me escucharon, Nunca Más! … y ellos obedientemente la seguían, víctimas de un ataque de risa, incontrolable, y como el ambiente no era el adecuado siguieron al patio y soltaron las risas contenidas.
Resulta que cada vez que los Madrid pasaban por Guido. María llevaba un presente para Avelina Eyharchet.
- Para la buena amiga Avelina, decía tía María. Ni te imaginás, nenita, me participaba Maria lo que me acompaño “esta mujer” en aquellos años difíciles, es tan buena amiga…
-¡Escribió Ave!, dice que me quede tranquila, que pasó por el cementerio y llevó las florcitas que le encargue, comentaba Maria Madrid volviendo a ensobrar la carta en la que Avelina la imponía de las últimas noticias de Guido, la llegada de los misioneros, lo linda que habían resultado las Kermeses, que había quedado cesante a Landi… Ave noticiosa, Avelina servicial, Ave buena amiga, siempre Ave, por eso cuando salían para Guido, María, llevaba un obsequio para la querida y servicial Avelina, una crema para manos, un lápiz labial, una polvera “Coty”, aunque, Avelina reconocía en rueda de mate, “que polvos, eran los de antes” tía María le obsequiaba “Angel Face, o Coty” y Avelina, retribuía, una y otra vez la atención, con un “ para que tanta molestia querida amiga”.
Pero el año de los sucesos que les cuento, María, o la Negra Madrid, como todos la conocían en Guido, no había llevado nada para Avelina, entonces, decidió comprar un postre tipo Balcarce, con mucha crema, y cuando la siesta concluía, se dispuso a cumplir con la buena amiga. Marilu y mi papá se agregaron a último momento. Cuando salieron María, conociendo los bueyes con que se desplazaba, exigió que guardaran la compostura, mi padre siempre fue muy tentado y con Marilu cerca, el protocolo corría severo riesgo de ser trasgredido. No se equivocaba tía Maria.
Cruzaron la calle y llamaron a la puerta, y cuando ésta se abrió, todo, todo, quedó librado al poder de concentración de ambos acompañantes para esquivar la mirada del otro.
Avelina por entonces tenía una inquilina, una señora, que igual que nuestra querida Ave, sentía fuerte simpatía por los felinos que abundaban en la casa. Avelina parsimoniosa agradecía, a tía María, como era su costumbre, la atención, esta vez, el postre, Mientras los gatos maullando, las colas como totoras, se iban sumando al recibimiento, restregando sus pelambres por las piernas de los recién llegados, y relamiéndose. Los Gatitos fueron ganando altura, sobre los escasos muebles de la sala, sin perder de vista el postre, que Ave había depositado delicadamente sobre la mesa. Fue en ese preciso instante cuando Marilu y mi padre cruzaron las miradas, y tía María sintió un estremecimiento ¡era el fin de la concentración!, para colmo, la inquilina /amiga de Avelina tomando del brazo a mi padre que ya daba muestras de los cosquilleos previos a la estampida de la risa, lo condujo a otra habitación, para descubrirle “su reservado”, un gato, Persa según ella, una bola de pelo inerte, recordaría mi padre, la cola que parecía un plumero, olvidado sobre la cama y con esa mirada amenazadora que otorga la momificación.
- tóquelo decía la Señora, palpe la suavidad de este pelo, parece seda Sr. Madrid. - tóquelo, tóquelo, insistía…observé usted, lo abundante y lo largo de este pelaje.
- son animalitos tan cariñosos, tóquelo, tóquelo insistía.
Madrid dirigió una mirada cómplice a Marilu que observaba la escena, apoyada en el vano de la puerta…y dijo ¡una preciosidad!, solo le falta maullar, y la compostura los abandonó por completo, estalló por el aire, y empezaron a reírse, a toser, a lagrimear sin parar.
Avelina siempre tan atenta preguntaba con voz grave
-¿que te pasa Marilus, estas resfriada, Marilus?.
Más bien parece una alergia terció tía María para romper el clima y los fulminó con la mirada, pero ellos, coautores responsables, seguían, insensibles al mal momento que estaba pasando tía María.
- Es que estos cambios Negrita, continuaba, Avelina, son “displacenteros”, Ave también hacia uso de palabras difíciles, “tardes calientes, noches frías” no son buenas para la salud, tenés que cuidarte Marilus recomendaba la buena de Ave.
María los censuraba con la mirada, pero ellos seguían, pañuelo en mano, atajando los lagrimones, por que de risa, también se llora.
Madrid viejo, intentaba ocultar la contracción carraspeando, y comentando con total impunidad
- fíjese usted, los gatos nos vienen acompañando a lo largo de la historia, grandes escritores, poetas, reyes han convivido con estos fieles amigos. Los egipcios los momificaban y los llevaban con ellos a su última morada y haciendo una pausa agregó sin necesidad y sin culpa ¿Cómo se llamaba el gatito? y con el rabillo del ojo le dedico otra mirada a sus acompañantes… mientras, Marilu, se secaba las lágrimas y apretaba esfínteres, la tertulia llegaba a su fin, no hubo tiempo de seguir la conversación, tía María resolvió dar por terminada la visita. Se despidieron con la recomendación de Avelina para Marilú ¡cuidate Marilus! y cruzaron a paso firme guiados por tía Maria hacia el 356 de la calle Belgrano.
Ya en casa, María visiblemente molesta interrogaba a mi padre, más bien lo sermoneaba.
- ¿Qué te podía causar tanta gracia, Madrid?,¡ son un hombre grande, Caracho!, ella, refriéndose a Marilu, vaya y pase… pero vos, hermano…
Y fue entonces cuando Madrid quitándose los anteojos, pasando el pañuelo para recoger esas lágrimas que se desbordan dijo, casi murmurando, como cuando era chico y hacia una travesura… diablón y estrellero como entonces, entre el cantarilleo de las carcajadas, justificó tanta hilaridad… con un: ¡Una preciosidad El reservado!, y agrego, “ al ver esos animalitos encaramados en los muebles no pudimos, acá con mi compañera, señalando a Marilu, renovando la complicidad, dejar de imaginarlos zambullidos sobre el postre, los bigotes despareciendo en la crema, y esas lenguas ásperas lamiendo hasta desgarrar la fuente de cartón y entonces nos miramos y al unísono, pensamos que no fue buena idea esto de llevar el Balcarce quizá hubiese sido más conveniente un frasco agua colonia”
Y como fuegos artificiales explotaron las risas que esta vez alcanzaron a tía María. Y que aún hoy si afinamos el oído reverberan en Belgrano 356 de General Guido.
¡Feliz Cumple Marilu! Este fue mi regalo, espero haberlo contado sin descuidar detalle, como a vos te gusta…