Había helado fiero y los campos blanqueaban hasta donde la vista alcanzaba a mostrarlos, un humito tenue se levantaba antes del primer rayito de sol.
Don Bernabé Madrid se alistaba a llevar un lote de novillos los cuales serían dirigidos a un embarque.
Hasta los gorriones de la mañana, recien despertados por los primeros albores, parecían congelados en las varillas de los alambrados, el hornero porteaba en su casita antes de decidir su primer vuelo.
Nadie hablaba entonces de sensación térmica, pero asegura el memorioso que me contó esta anécdota que don Bernabé hubiera apostado a que hacían como diez grados bajo cero.
La helada no aflojaba y había que salir por el camino, pero algo ocurrió...
Hasta los gorriones de la mañana, recien despertados por los primeros albores, parecían congelados en las varillas de los alambrados, el hornero porteaba en su casita antes de decidir su primer vuelo.
Nadie hablaba entonces de sensación térmica, pero asegura el memorioso que me contó esta anécdota que don Bernabé hubiera apostado a que hacían como diez grados bajo cero.
La helada no aflojaba y había que salir por el camino, pero algo ocurrió...
Don Bernabé contó que era tan intensa la helada que, ante su sorpresa, el cable del telégrafo, que por supuesto estaba congelado, se cortó, quizá por el peso de semejante escarcha y al cortarse y castigar en el suelo de un latigazo, escribió raudamente: embarque suspendido…
Según Guebara, dice que don Bernabé había dicho cuando terminó de contarle lo sucedido:
Según Guebara, dice que don Bernabé había dicho cuando terminó de contarle lo sucedido:
- No vas a creer que estoy macaneando- y le pegó en el hombro.
Y pensó para sus adentros: - Bolazo seguro!
Y pensó para sus adentros: - Bolazo seguro!
De la memoria y los recuerdos de don Humberto Guebara