lunes, 1 de septiembre de 2008

"Los Medina" de Omar J. Menvielle

“Mis abuelos de puesteros/ supieron tener sus mentas/ y si no echo mal las cuentas /siempre alegaba mi máma / qu’el prencipio d’esa rama / era una mesma osamenta.”

Muchas veces escuche decir esos versos a Don Abel Cepeda. Con “Los Medina” de Omar Menvielle, lo “chuceaba” a mi padre que rastreaba por aquellos años los orígenes de la familia. En esas charlas inolvidables, en la cocina de nuestra casa, un ¿te acordás Negro? encendía la carcajada cómplice de algún silencio, y hasta arrancaba lágrimas, que los dos disimulaban apurando un vino amigo. “amistá que nunca falla, / mano gaucha sin traición / entraña de un corazón / de otros tiempos…¡Ay Cepeda!” cerraba mi padre desde la cabecera de la mesa.

La tarde de hoy, el amigo que ya presente y al que sumamos, propietario de Viejo Boliche, me cuenta que conoce a Don Carlos Antonio Moncaut, y entonces, por esas cosas que me suceden mientras leía su e-mail recordé que los versos de Menvielle están en su libro “Pampas y Estancias”. Fui por ellos y aquí les traigo a


Los Medina

Crisantos S. Medina
es tuito mi apelativo
y me crié solo, al descuido
como guacho en la cocina.
Me acuerdo que mi madrina
era una tal Ladislada
Q.E.P.D… finada
y comadre de mi máma:
entre’l bául, bajo la cama
tengo a las dos retratadas.
Los Medina, compañero,
hemos sido siempre muchos
y he óido que en Ayacucho
dimanaron los primeros.
Mis abuelos de puesteros
supieron tener sus mentas
y si no echo mal las cuentas
siempre alegaba mi máma
qu’el prencipio d’esa rama
era una mesma osamenta.
Veneranda Altamirano
se llamaba mi patrona
y se cortó ya viejona
porque pasmó de un grano.
Pa’ese mismo año el gusano
m’hizo raliar la tropilla,
y un picaso gargantilla
medio loco y mañerazo,
al volcar un tiro e’ lazo
me resintió de la esliya.
Mi padre fue hombre muy reto,
de poca risa y calláo
y ande quiera ponderiáo
con estima y con respeto.
Por eso que si me meto
a pintarlo bien al hombre
vea cuñado, no se asombre
que dentre a querer llorar,
porque me sabe pasar
cada que me acuerdo el nombre.
Mi hermano mayor, Cerilo
se jué pa’l láo de Dolores
con unos esquiladores
más priendido que pabilo.
Tuvo la vida en un hilo
en destintas ocaciones;
unas veces con razones
y otras …pa quitarse el gusto
de ver envainar del susto
a muchos gauchos bravones.
Belisario es domador,
alvertido en su trabajo
y p’amasar bien de abajo
ponderiao como el mejor.
Es jinete de valor
de pacencia y delicao,
hombre que ni un sancocháo
le va dejar a un patrón,
porque entrega un redomón
como pa juir enancáo.
Dispues los’ otros hermanos
Zoilo, Ulogio y Azuceno,
fueron reseros muy güenos
cumplidores y baquianos.
El más pior, salió Mariano
que se dio a la mala vida,
a causa de una perdida
que lo había engualicháo
y en los boliches mamáo
lo dijuntió la bebida.
Las hermanas se casaron
con Cuevas, Tapia y Tolosa,
de Contreras y de Sosa
las menores enviudaron
unos hijos le quedaron
a las pobres pa criar
y ellas pa poder ganar
y vivir honradamente
le pedian a la gente
ropa sucia pa’ lavar…
Estamos emparentados con Serapio Argañaraz,
entenáo de un capataz
que se augó allá en el Saláo
y justamente el gatiao
que ensilló el hombre ese día,
lo muentan las hijas mías
y sabe ser el nochero,
está los güesos y el cuero
pero sirve todavía…
Aura tiene bien pintáo
quienes somos los Medina
gauchos parejos ansina
(perdonen si he ponderiao)
Gente criolla que ha llegáo
a pagos de toda laya,
amistá que nunca falla,
mano gaucha sin traición
entraña de un corazón
de otros tiempos…¡Ah malhaya!
Omar J. Menvielle


Omar J. Menvielle nos ha dejado hermosos poemas (1962) que reflejan con vigor narrativo, la vida en las estancias bonaerenses desde principios de este siglo. De su obra hemos tomado una de sus composiciones más difundidas, que reflejan la hombría de bien, la honradez y la dignidad del hombre que sirvió en esos establecimientos.
Carlos Antonio Moncaut. Pampas y Estancias. Nuevas Evocaciones de la Vida Pastoril Bonaerense. Editorial El Aljibe City Bell. 1978
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).