Un álamo intimó con vos su afincamiento
junto a tus tristes y apagados pastizales,
y lentamente, entre raíces y cimientos
fueron creciendo, apaisados, los yuyales.
En una esquina pueblerina y reposada,
donde castigan impetuosas las tormentas,
vas desafiando nubes bravas y violentas
que te lastiman tus paredes adobadas.
Y del jagüel, que solo queda el pozo,
va contorneándose, tímido, en siluetas,
como queriendo escaparse a la paleta
del pincel de un ocaso perezoso.
El tiempo, sofocándose, se aleja,
dando paso a la noche y a las sombras;
cubriendo y tapizando con estrellas
y plateando una higuera con su alfombra.
Las etéreas cenizas de la luna
con su manto intangible y blanquecino
le regalan un tímido hilo fino,
concediéndole un lecho de ternura
Su armadura adobada agonizante
vierte confianza añeja de otros tiempos,
y con las últimas secuencias del aliento
se convierte en esqueleto desafiante
que aún guarda recuerdos de otros tiempos,
cuidando flores y arrullando pájaros,
expresándose en la noche de sus vientos.
Vieja Tapera de techos ya caídos…
de aleros ilusorios…y de jagüel dormido…
Por tu memoria preservo los intentos
de mantenerte intacta en tu presencia,
aún sabiendo que en dos o tres agostos
dormirás calmada en tu cadencia
y serás una desolación acalorada
al reparo de un álamo sombrío,
destacando el contorno de tus ruinas,
pereciendo tu nombre
en la corriente ingrata del olvido.
Tapera hoy, hogar de los ayeres…
con tu ponchada de años, de recuerdos,
como un compás te irás adormeciendo
en la añoranza perdida de otros tiempos
María Bernarda Guebara- octubre de 2007
junto a tus tristes y apagados pastizales,
y lentamente, entre raíces y cimientos
fueron creciendo, apaisados, los yuyales.
En una esquina pueblerina y reposada,
donde castigan impetuosas las tormentas,
vas desafiando nubes bravas y violentas
que te lastiman tus paredes adobadas.
Y del jagüel, que solo queda el pozo,
va contorneándose, tímido, en siluetas,
como queriendo escaparse a la paleta
del pincel de un ocaso perezoso.
El tiempo, sofocándose, se aleja,
dando paso a la noche y a las sombras;
cubriendo y tapizando con estrellas
y plateando una higuera con su alfombra.
Las etéreas cenizas de la luna
con su manto intangible y blanquecino
le regalan un tímido hilo fino,
concediéndole un lecho de ternura
Su armadura adobada agonizante
vierte confianza añeja de otros tiempos,
y con las últimas secuencias del aliento
se convierte en esqueleto desafiante
que aún guarda recuerdos de otros tiempos,
cuidando flores y arrullando pájaros,
expresándose en la noche de sus vientos.
Vieja Tapera de techos ya caídos…
de aleros ilusorios…y de jagüel dormido…
Por tu memoria preservo los intentos
de mantenerte intacta en tu presencia,
aún sabiendo que en dos o tres agostos
dormirás calmada en tu cadencia
y serás una desolación acalorada
al reparo de un álamo sombrío,
destacando el contorno de tus ruinas,
pereciendo tu nombre
en la corriente ingrata del olvido.
Tapera hoy, hogar de los ayeres…
con tu ponchada de años, de recuerdos,
como un compás te irás adormeciendo
en la añoranza perdida de otros tiempos
María Bernarda Guebara- octubre de 2007