Sorprendida escuchaba a Alejo durante un almuerzo en casa, cuando contaba, con mucha pasión, una increible historia sobre Don Abel y las "reina de la noche", como él las llamaba...
Decía "el Negro" que cuando Don Abel mateaba en el Puesto de Cepeda, ahi a escasos metros de la casa de mis viejos, no solo observaba la naturaleza, que siempre le guiñaba un ojo sino que también se le ocurrían nuevas experiencias para su tierra... siempre plantó mirabilis, de color fucsia, tirando a bordó, traía los gajos prendidos y las plantaba en el campo, cuando parecía que la planta tomaba fuerzas para empezar a crecer y perfumar las nochecitas de primavera, las mirabilis se secaban... Así, muchas veces, sistemáticamente las mirabilis de Don Abel, se secaban...
Hasta aquí, nada es sorprendente, no todos tenemos la misma suerte con las plantas, de hecho yo nunca pude tener "cretonas" porque siempre se me morían, y no porque no las cuidara, en fin...
Alejo retomó la historia, luego de tomar un trago para seguir animando el alma, entonces la cosa se puso interesante. Contó que por debajo de un tímido huequito, en aquella casa blanca donde descansan nuestros muertos, crece una desfachatada e impune "reina de la noche".
Y si, en todos los cementerios crecen flores, pensamos todos, acodados en la mesa, atentos al relato.
Alejo prosiguió diciendo: -¡Es increible! y no lo van a creer pero, por una abertura en la tierra, entre el cemento y la granza, en la tumba de papá, crece una enorme "reina de la noche" todas las primaveras.
A quienes no conocíamos la historia de que a Don Abel se le secaban las Mirabilis que plantaba no nos pareció sorprendente y Alejo aclaró la sorpresa expresando su desconcierto sobre estas cosas que la naturaleza y la sobrenaturaleza nos acercan para hacernos reflexionar.
Las Mirabilis de Don Abel, impecables, sin cuidados, sin riegos, sin caricias; acuden cada primavera desde su propio centro para recordarle que trascendemos a nuestra vida y que aunque ya no estemos, aún nuestros deseos pueden hacerse realidad.
Alejo retomó la historia, luego de tomar un trago para seguir animando el alma, entonces la cosa se puso interesante. Contó que por debajo de un tímido huequito, en aquella casa blanca donde descansan nuestros muertos, crece una desfachatada e impune "reina de la noche".
Y si, en todos los cementerios crecen flores, pensamos todos, acodados en la mesa, atentos al relato.
Alejo prosiguió diciendo: -¡Es increible! y no lo van a creer pero, por una abertura en la tierra, entre el cemento y la granza, en la tumba de papá, crece una enorme "reina de la noche" todas las primaveras.
A quienes no conocíamos la historia de que a Don Abel se le secaban las Mirabilis que plantaba no nos pareció sorprendente y Alejo aclaró la sorpresa expresando su desconcierto sobre estas cosas que la naturaleza y la sobrenaturaleza nos acercan para hacernos reflexionar.
Las Mirabilis de Don Abel, impecables, sin cuidados, sin riegos, sin caricias; acuden cada primavera desde su propio centro para recordarle que trascendemos a nuestra vida y que aunque ya no estemos, aún nuestros deseos pueden hacerse realidad.
La vida no le dio a Don Abel las Mirabilis que deseaba, pero quizá alguien las riegue en silencio, alguien les hable por él, alguien les corte los hierbajos dañinos y se las regale cada primavera para recordarle que aún después de haber vivido pudo tener sus "reina de la noche"...
Cuando pasen por la tumba de Don Abel, párense a contemplar las mirabilis, acarícienlas, háblenles quizá desde sus pétalos podamos decirle a él cuanto lo quisimos...