martes, 14 de octubre de 2008

El Lazo del abuelo, un bien de familia


Al leer “Mi Lazo” de Juan Carlos Pirali resonaron los versos que mi padre, un autodidacto, con cuatro grado de la escuela primaria de General Guido, como le gustaba presentarse, escribió a otro Lazo, el de su padre, nuestro abuelo Don Bernabé Madrid; y si bien esos versos están a salvo en mi primer blog cuando todavía no aprendía a subir fotos, encontré oportuno dejarlo también aquí, esta vez con la foto de otra “herencia de mi padre que me toca…” y contarles que ese “pial de volcado puerta afuera a los setenta” que recuerdan los versos, fue en la Estancia “El Recuerdo” allí en los Guidos y a pedido de la Sra. madre de Don Abel Cepeda. ¿Qué más puedo contarles?... que es otro bien de familia

El Lazo
(A la memoria de mi Padre y amigo Bernabé Madrid, de quien recibiera tantas enseñanzas)

Tengo un Lazo en mi rancho, que en brazadas
ha de tener no más trece de alcance.
Yo aprendí a revolearlo en mi alborada
pero no lo he tirado más después de grande.

Ese Lazo tan ligado a mis recuerdos
es herencia de mi padre que me toca.
Lo trenzaron sus manos allá lejos
y en sus manos fue un arma poderosa

Con el salió cuando era mozo
por los campos de Dolores, Lavalle y El Vecino.
Con el y puerta afuera a los “setenta”
pialó por sobre el lomo en un pedido

Con el, lo vi voltear en todas formas
de revés, de volcao o de palanca.
Trabajando en el rodeo y de a caballo
lo colocaba justito entre las guanpas.

Ahora esta quieto en mi rancho ese trenzao
que zumbaba en el aire en tiempos idos.
Lo acompañó y me acompaña entre recuerdos
de la misma manera que él lo hizo.

Han quedado memorias en mis pagos
de quien fue Don Bernabé con sus consejos
su Guitarra, sus cuentos y este lazo
que llevaba en el anca de su overo.

Tengo un lazo en mi rancho que en brazadas
ha de tener nomás trece... y de fijo
de esta herencia de mi padre conservada
han de hablar quizás mañana los hijos de mis hijos.

Leonardo Bernabé Madrid (1910-1988)
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).