jueves, 2 de octubre de 2008

El perfume y la historia

Ver y oír al Dr. Alfonsin me retrotrajo a 1983. Es sábado estoy en la sala de espera de nuestro Odontólogo, el Dr. Anastasio Pérez Vélez. Hacemos coincidir el turno con mi padre, elegímos ser los últimos para poder charlar sin interrupciones, con el entusiasta correligionario, el amigable Dr. Pérez Vélez. No he vuelto a sentirme así, tan cómoda, en el consultorio de un odontólogo, aunque en todos encuentro el aromático y balsámico perfume del “Eugenol”.
1983, la esperanza, los actos, la música, los símbolos. Los correligionarios. La Casa Radical de Lomas de Zamora. Todo en mi recuerdo huele al antiséptico brote de la mileneraria especia.
Después la Plaza de Mayo. CONADEP, el juicio a las Juntas. Y otra vez la Plaza y las Pascuas y la Hiper y los silbidos en la Sociedad Rural, “A vos no te va tan mal gordito”…
En noviembre de 1988 murió mi padre, en su mesa de noche, entre sus papel había algunos clavitos de olor perfumando. Dos meses antes habíamos concurrido a un acto partidario en Ferrocarril Oeste. Los días que siguieron, no fueron fáciles, en la inevitable espera, hubo charlas como aquellas, amalgamadas con eugenolato, que detenían el temido y molesto “torno” del incondicional Dr. Pérez Vélez.
“La historia, aunque tarde, pone las cosas en su lugar, cuando llegue el momento ubicará a Alfonsin en el lugar que merece, anunciaba Madrid”.
Ayer cuando oí al Dr. Alfonsín decir “Siempre creí y así lo dije en tantas oportunidades que es la misión de los dirigentes y de los líderes plantear ideas y proyectos evitando la autoreferencialidad y el personalismo; orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimiento colectivo, sumar inteligencias y voluntades, asumir con responsabilidad la carga de las decisiones. "Sigan a ideas, no sigan a hombres", fue y es siempre mi mensaje a los jóvenes. Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforman en antorchas que mantienen viva a la política democrática.”
Lloré, busqué una carilina y al abrir la caja se escaparon los clavitos de olor que por herencia, también guardo en todos los rincones de la casa; en el picor de ese buen olor recordé que “la historia aunque tarde pone las cosas en su lugar”.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).