miércoles, 7 de mayo de 2008

"Agüita con Azúcar"

“Facón de plata al cinto, trabuco amartillado/espuelas nazarenas/sombrero echado pa atrás/allá va Santos Vega, jinete en su tostado/pensando que la vida para el está de mas.
Quién sabe que honda pena lo abisma al peregrino/centauro de las pampas, invicto payador”
- ¡Muy Bien! Aplausos, vivas, un chocolatín de premio que me traía tío Mochi, mientras ayudada por mi primo Tuly, yo bajaba del improvisado escenario, la mesa de la cocina.
Esos versos, ya tenía muchos años cuando yo los adivinaba en el punteo de las guitarras de mis tíos o escuchaba a Gardel cantarlo desde el disco que giraba en “el combinado”. Mi primo Tuly, mi inolvidable primo, ni bien sonaban las guitarras me ponía a prueba y con su voz aguardentosa, me daba el pie “Facón de Plata al cinto… yo seguía. Trabuco amartillado/ espuelas nazarenas…” Entonces no había hondas penas que abatieran al payador.
-¿Quién canta, Gesio? respondía segura Gardel.
- ¡¡Bien Gessio, Muy bien!! Aprobaba Tuly.

"No hay sueño más grande en la vida que el sueño del regreso. El mejor camino es el camino de vuelta que es también el camino imposible”. Escribe Alejandro Dolina en Refutación del Regreso. Crónica del Ángel Gris.

El pasado sábado cuando en AM 790 Mitre – dónde si no - escuche “La pena del Payador” así se llama este vals de 1930, que yo conocía cantado por Carlos Gardel entre tantas cosas recordé la tarde del “Agüita con Azúcar”

Invariablemente, todos los fines de semana la casa de los tíos se poblaba de gente, amigos de Gral. Guido, las chicas de Tejerina, las de Tolosa, Toto Bustamante, Manuel Sueldo, y tantos otros. “Las chicas” llegaban con la bandejita de “masitas”. Con el hilo que ataba el paquete y dos palitos me enseñaban a tejer: uno arriba, uno abajo, uno arriba y vuelta a comenzar, cuando el hilo se acababa, como Penélope destejíamos y volvíamos a empezar, uno arriba, uno abajo, uno arriba. En el comedor los tíos tocaban la guitarra y si estaba Tuly, sumaban “la acordeona de ocho bajos, la verdulera” Cuando llegaba la tardecita, María dosificaba en unas copitas, que a mi me encantaban algún licor y para que yo no “deseara” sólo para mi servía en aquellas copitas “Agüita con Azúcar”.
La fría tarde de aquel invierno que trajo a mi memoria este viejo valsecito criollo yo tome mi copita verde de “Agüita con azúcar”. Y mientras por el largo pasillo de Palacios 1200… tía y mi mamá acompañaban a las visitas que ya se iban, los músicos arrancaron con “La Pena del Payador”, Tuly canturreaba “allá va santos Vega, jinete en su tostado/pensando que la vida para él esta demás…mientras yo me tomaba “el agüita con azúcar”, pero de otra copita. Cuando escucharon ¡ay que pica! mi mamá y Maria entraban comentando el frió que hacia en la calle; aquellos inviernos eran muy fríos por cierto y al enterarse de lo que estaba pasando María puso el grito en el cielo, me sacó la copita y dirigiéndose a los músico dijo: ¡Caramba, ¿que no ven lo que hace la nena?!. No pasa nada dijo mi mamá que me llevaba como tero del ala al baño para lavarme la cara con agua fría. Aún hoy me pregunto el porque de tal terapia, después me dio tomar agua, un vaso lleno.
-Bueno ya es suficiente decía mi padre, siempre apaciguador. Yo lloraba, desconsolada.
Nunca supimos contaría, más tarde Tuly si las lágrimas de la gessio fueron por el Agüita con Azúcar o el agua fría, y el zamarreo que le dio Tía Mecha.
Tía María levantó atropelladamente todas las copitas que estaban aún sobre la mesa, en el apuro choco la bandeja contra el marco de la puerta y se rompieron las copitas junto con la tapa del botellón que cayó estrellándose contra el piso de la cocina.
Mi padre pregunto ¿te lastimaste hermana? - María dijo: No, aquí no ha pasado nada. Tío Mochi protestó ¡la pucha! ¿cómo que nada? eran las copitas de mamá, dijo entristecido y corrió a buscar la escoba y la palita para ayudar a recoger los vidrios.
Mientras tío Loro discjockey oficial de la familia repasaba cuidadosamente con un paño colorado, el disco que pondría, seguro Julio Sosa por que a Tuly le gustaba mucho y si algo hacían los tíos Madrid era darnos a los sobrinos todos los gustos.
Mi mamá me puso el tapadito rojo, el gorro de lana, la bufanda y los mitones que cada año me tejía la abuela Pita, emponcharon a mi hermano, que dormía sobre una de las camas y salimos para casa, dos cuadras apenas nos separaban. Tuly venía con nosotros.
-¡Quédate tranquila tía que “Lagesio va bien abrigadita por dentro y por fuera exclamaba Tuly arrancando así la sonrisa de Tía María, que esperaba en la puerta a que doblásemos en la esquina.
Los fines de semana continuaron llegando visitas, la música siguió sonando, yo repitiendo las poesías que aprendía durante la semana, tejiendo y destejiendo con el hilo de algodón del paquete de masitas… todo siguió igual, bueno, todo no, faltaban las copitas verdes con florcitas, las copitas de abuelita Isabel, las que habían venido desde Gral. Guido.
Nunca olvide aquellos versos “Facon de plata al cinto / trabuco amartillado…”
“La Pena del Payador” Música de los hermanos Servidio. Letra de Eduardo Escariz y gracias a http://www.esnips.com/
Los invito a escucharlo en la maravillosa voz de Carlos Gardel



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… yo soy así, veo fotos amarillentas, escucho valsecitos “disfruto de los regresos modestos”

“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).