jueves, 1 de mayo de 2008

"Querencia"

Laura, Quilmeña y Guidense, en una deliciosa charla telefónica me dijo hace unos días
- Me gustaría conseguir algo de Yamandú Rodríguez.
- ¡Hay dije! En esta casa si algo queda, es bibliografía.
Hoy me puse a buscar y aquí les traigo esta Selección Recitable de Poesia Gauchesca y Nativista impreso en la República.Oriental del Uruguay. Entre varios autores está Yamandú Rodríguez.1981-1957
Por supuesto que no elijo al azar estos versos, que siguen. Como todo lo que les voy contando, va acompañado de un recuerdo, una foto, un perfume. En este caso va unido a ésta foto, una de las tantas que saca mi hermano en sus viajes. Nunca pregunté cuándo, ni dónde la sacó, siempre me gustó y me gusta verla quizá porque me recuerda un cuento que nos contaba tía María, el del Caballito que regresaba a su casa, aquel cuento no era otro que estos versos de Yamandú Rodríguez que ella decía una tarde cualquiera antes de tomar la leche...

Este alazán nunca sirvió pa nada.
Tiene el pelo nomás: un baño de oro
que ande lo fregue contra un pingo guapo,
se descascara y le aparece el plomo.

No le gusta el camino. A gatas muento,
Ya sale medio loro.
Mostrándole los dientes a la cincha;
Y ande le cierre espuelas, flaco y todo
Se arrastra a bellaquiar; por que conserva
Su dinidá de potro…

A mi me sufre; pero hasta ai cerquita…
No vaya a creer! Si me le arrimo é pronto
Ya le dentran calambres en las patas.

Tengo que hablarle sabe? Y con güen modo;
-Soy yo Don Alazán, vengo é visita…
Si no me atraca diente, igual que a todos.

Y hay mucho maturrango con espuelas…
Me lo piden..se ráin…no cren en potros.
En una, por probarse que son gauchos,
Le apretan el boton de los corcobos;
Pierdo el recao y, a lo mejor Dios sabe
Si no paso esa noche en un velorio…

Por eso, más que nada, hace dos años,
Se lo vendí a un tropero, hombre criollo…
Cuando se jue, ya me borro el olvido
A ese mestizo de tortuga y potro…
No había pasao una semana de eso
Cuando un día me asomo,
Y encuentro a mi alazán en la portera,
Chupao de sé; pero soplao de abrojos.

-Golviste! – y me pasaba por la mano
el hocico sedoso
-No sos tan desmadrao, matungo viejo,
Tenes el pelo y la memoria de oro…
Se me caso la hija y nunca ha güelto
Crié un muchachon, que no golvió tampoco
Y este pobre animal, galopio leguas,
Sin tomar ni agua pa volver más pronto.

Me dentró una vergüenza! Era un amigo,
Y lo vendí por un puñado de oro!

Montado en él juí a devolver los pesos
El otro dueño comprendió; es un criollo.
Y lo truje, pa siempre a su querencia.
Vino bufando: pero alegre y todo,
Si lo pincho, ahí rompemos amistades;
Porque él conserva su altivez de potro.
Querencia. de Yamandú Rodríguez.


-¡Que triste María!
- Bueno, un poquito decía ella. Mientras la cocina se perfumaba con el olor a la cascarilla que ya hervía en la leche que nos había dejado "Don Caeiro", el lechero que pasaba cada mañana por casa, aquí en Banfield.
Yo pertenezco a esta hermosa Ciudad de Banfield, pero también a Gral. Guido. Fueron ellos, los tíos, mi padre, "el paso" que atravesaba el linde que nos acercaba a Gral. Guido.
Soy de aquí, cuando estoy allá y de allá cuando estoy aquí...Quizá por eso abrí este blog, quizá por eso te nombro tanto, quizá "por eso he decidido ayudarte a existir" como dice Mario Benedetti en "Ciudad en que no existo"

- “Tendé la mesa” nenita y no te olvides de las servilletas que están en el aparador.
Y yo hacia volar el mantel de cuadritos azules y celestes, que caía liviano sobre la mesa de madera, gruesas patas y disponía las tazas, la canastita para las tostadas, la manteca y el dulce de naranjas amargas, que la abuela Pita había enviado para “los Muchachos” y todavía estaba tibiecito.
- ¿las servilletas?
- ¡Siempre me las olvidaba!.
En ésta casa si algo queda, es bibliografía… recuerdos y muchas servilletas en el cajón del aparador.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).