Era el amor
El reflejo más dorado
de la tarde en agonía,
sobre la tierra ponía
su matiz acostumbrado.
Un silencio enamorado
tu presencia acariciaba;
mi corazón palpitaba
acelerado y ansioso
y delataba dichoso
el amor que lo embargaba.
En tus ojos fulguraban
las chispitas del lucero
y perfume de romero
tus mejillas exhalaban.
Tus manos suaves tomaban
el ramo sencillo y fino
que acentuaba el femenino
donaire de tu figura
enmarcada en la frescura
de tu vestido de lino.
Bajo la espesa glorieta
que formaban las glicinas,
intuiciones repentinas
me declaraban poeta.
Y mostraba esa faceta
murmurándote al oído,
un poema algo atrevido
que sonrojaba tu cara
haciendo que me quedara
a tus encantos rendido.
En la noche al regresar
contemplando las estrellas,
veía que todas ellas
alumbraban mi pensar.
Te había podido besar
en una forma tan pura
que colmado de ternura
al verme correspondido,
era un tizón encendido
por la pasión que hoy perdura
Norma Ester Montenegro