domingo, 8 de junio de 2008

"Los San Juanes de General Guido"


24 de Junio “La Noche de San Juan”.
Luminarias, fogatas, el sabor de las batatas asadas en el rescoldo...pero también la fecha en que había muerto Carlos Gardel.
Así es. Siguiendo una tradición ancestral en esta casa la noche del 23 de Junio, vísperas de San Juan, tía María encendía luminarias ni bien llegaba las primeras sombras de la noche.
La noche más larga, la noche en que el fuego en los fanales y las hogueras ardería hasta el amanecer para mantener alejados a los malos espíritus.
La foto que ilustra mi recuerdo la dejó aquí María Bernarda Guebara. Desde la primera vez que la vi recordé aquella tradición que mi familia me trasmitió, "Los San Juanes de General Guido”. Seguramente mi recuerdo de esta noche mágica traiga a la memoria de los mayores “Las Cédulas”
Para los que no saben, para los que poco o nada conocen de aquel otro Guido, les cuento que “Las cédulas de San Juan” era un juego, una diversión en la que participaban las muchachas y los muchachos solteros. Sobre la mesa se preparaban los papelitos cortados todos iguales, algunos lápices y unas cajas o latas. Entre risas y murmullos comenzaban escribir. Primero su nombre lo colocaban en la lata que pasaba el bastonero (una para las mujeres y otra para los hombres), en la siguiente ronda las mujeres apuntaban el nombre de un lugar (podía se del interior de la casa, del patio, o algún lugar común del pueblo) ese papelito iba a otra lata, mientras los muchachos escribían una tarea, (enlazar, marcar, bailar) que también depositaban en otra lata. Cuantas más cosas se pedían, más latas y mejor se ponía "la cédula"
Cumplidas las premisas el dueño de casa oficiando de director se encargaría de armar "la cédula" Sacando de a uno los papelitos y respetando el orden de las latas leía en voz alta mientras un secretario escribía:
María y Zacarías (ya empezaban las risas nerviosas), en la pajarera, (todos carcajeaban) enlazaban, peras ¡Válgame el cielo, caracho!
Siguiente… anunciaba el bastonero y todos se disponían a escuchar
Eloisa y Crispín en el puente, cocinaban, sandias… ¡Haberlos visto!
Afuera ardían las luminarias, los más chicos corrían con ramas de laurel humeantes perfumando el aire, mientras las batatas se cocinaban en el rescoldo.
Adentro, en la cocina seguia la lectura de “la cédula” motivo de farra, de risa, de “sana picardía” Era tan lindo todo aquello contaba tía Maria con nostalgia.
La tardecita del 24 de junio de 1935 cuando alguien entró a casa para dar la noticia que Gardel había muerto, nosotros estábamos releyendo la cédula de las vísperas.

¡Qué divertido si nos permitiéramos encender una fogata como aquellas el próximo 23 ó el 29 que coincide con la festividad de San Pedro, si ilumináramos cada ventana con un candil!
Quizá se pueda así, alejar las energías negativas y comenzar un nuevo tiempo, lleno de buenos augurios. ¡Y comer batatitas asadas al rescoldo!
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).