jueves, 10 de enero de 2008

Héctor Barragán " Balestra"

Queríamos saber, ¿Por qué la Escuelita de Fútbol lleva el nombre de Héctor Barragán? Y Miguel, nuestro corresponsal, desde el Km. 249 nos lo cuenta asi:


Escuela Fútbol Infantil “Hector Barragán”¿Porqué se llama Héctor Barragán? Quién es Héctor Barragán ?Muchas personas de la Región se harán estas mismas preguntas, algunos residentes en nuestro querido General Guido también y hasta los niños que hoy lucen orgullosos las remeras con la inscripción de E.F.I.H.B. Cuando escuchan o ven a nuestra Escuelita presentarse en distintos lugares de nuestra región, también lo preguntan.Héctor Raúl Barragán, a quien muchos de nosotros lo conocimos y cariñosamente lo llamábamos “Abuelo” ó “Abuelo Balestra” fue un ser Muy Especial que a pesar de ser una persona con “capacidades diferentes” por su afección física contraída por una enfermedad que afectó su motricidad (las piernas) desde su nacimiento, ello no fue un impedimento para convertirse en un amante del deporte al que llevaba en su sangre y el que practicó y predicó toda su vida. Sus “tres grandes amores”; el deporte, los chicos y el club de sus amores los gauchos de Boedo San Lorenzo de Almagro, dedicó gran parte de su vida a enseñar fútbol y pelota a paleta a todos los chicos de nuestra comunidad por generaciones, muchos de ellos hoy padres, algunos ya abuelos se sentirán identificados, emocionados y hasta un poco melancólicos, si se me permite la expresión al ver que su hijo, nieto, sobrino, etc. viste los colores de la Escuela con el nombre de éste pionero. Creemos que al darle su nombre a nuestra Escuela de Fútbol Infantil, estamos pagando una vieja deuda, la que gran parte de nuestra comunidad mantenemos con él.Héctor Raúl Barragán fue una persona honesta, responsable, carismática y muy particular; desde la portería de su entrañable Escuela Nro 1 se contactó siempre con los bajitos. Los encaminó hacia la sana práctica deportiva del fútbol o pelota a paleta, esos chicos fueron creciendo y no fue por casualidad que muchos de ellos integraran Equipos de Nuestra Localidad o de la Zona. Así desde su trabajo nuestro querido “Abuelo Barragán” nos iba mostrando como en el espejo hacia a donde nos encaminábamos los más chicos.
Nadie como él para contar anécdotas, había que prestarle oído y corazón para no perder la emoción con que las contaba, muchas veces hasta con lagrimas en los ojos le escuchábamos decir: “ese pibe jugó conmigo” al referirse a alguien que se destacaba o ganaba algún Torneo.Hoy el paso del tiempo, no logra borrar algunas frases que marcaron a fuego a generaciones de futboleros locales como: “Hay que cruzar el Aconcagua” (haciendo referencia al cruce del puente) o “Pibe anda a peinar Pingüinos” (frase usada generalmente cuando alguien debía retirarse abruptamente de algún entrenamiento por cometer algún exceso) o el “bueno, a tomar caldo” palabras estas que cerraban la jornada de entrenamiento. Esas frases y algunas que quizás escapan a mi memoria, hoy forman parte de nuestro folklore lingüístico local, cada vez que la oímos, o las decimos, nos asaltan los recuerdos del “Abuelo Balestra” porque siempre en alguna reunión familiar, en algún club, en algún lugar de nuestro querido Guido, alguien las pronuncia y comienza el ida y vuelta de los recuerdos, de las vivencias compartidas junto a él.Hoy habiendo pasado varios años desde mi niñez vienen a mi el recuerdo de los nombres de mis compañeros de la Infancia con quienes compartíamos la misma pasión, el Fútbol y me parece vernos en la cancha vieja, con la mirada atenta hacía “el Aconcagua” (el puente) para ver emerger la figura inconfundible de “el abuelo” y dar comienzo a nuestra practica. No importaba el calor, el frío o la humedad, los lunes , miércoles y viernes era nuestra cita a las 17.30 hs (cuando trabajaba turno tarde en la escuela) o a las 16 has (cuando trabajaba de mañana) y quién no lo recuerda en las crudas tardes de invierno envuelto con su ponchito marrón de vicuña encarando en el ”Aconcagua” ó aquellas, otras, apacibles tardes de verano en manga de camisa y sus llamativos (para nosotros en ese entonces) infaltables tiradores en su vestimenta, siempre impecable de traje azul o negro.Poco a poco fue convirtiéndose en una Institución dentro de nuestras cortas vidas, qué emoción y cuánto orgullo cuando nos designaba en los recreos para hacer sonar la campana avisando que terminaba el recreo, cuanto respeto y admiración nos hacía sentir con solo mirarnos, tal vez hasta muchos soñamos un Super héroe con la cara del Abuelo, envuelto en su guardapolvo gris de fajina. Siempre nos inquietaba su presencia y si se nos escapaba alguna travesura en nuestra mente de niño travieso, nuestra mayor preocupación era “que no se entere el abuelo”, pero mágicamente nada de nuestras vidas escapaba a su conocimiento, y venia el sonrojarnos de vergüenza al sabernos descubiertos por él, primero el reto y después siempre llegaba su consejo.
Sé que muchos estuvieron de acuerdo con la decisión, de que la Escuelita lleve su nombre, otros no tanto, pero en algo coincidimos todos en reconocerle a HECTOR RAUL BARRAGAN, “EL ABUELO”, “EL ABUELO BALESTRA” o como más les guste llamarlo lo mucho que hizo por el deporte de nuestra comunidad y por todos nosotros.
Y para ir cerrando este recuerdo de la vida de nuestro querido y entrañable “Maestro” me viene a la memoria el estribillo de la canción de “el potro Rodrigo”... ¿la recuerdan? Aquella que dice: ¡Como Olvidarla...Como Olvidarla! Bueno me he tomado la licencia de modificar la letra para poder cantar todos juntos:


¡Como olvidarlo! como olvidarlo! Si nos dio de su vida lo mejor / Como olvidarlo! como olvidarlo! Si nos ha dejado huellas en el corazón.
¡Hasta la próxima!
Miguel Capitan
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).