domingo, 27 de enero de 2008

Somos porque fuimos

Hace unos días les contaba el por qué del nombre La Gallineta. Ahora ya saben que fue el nombre de aquel el almacén de ramos generales “La Gallineta de patas chuecas”, donde yo despachaba azúcar, yerba, fideos secos; armaba y desarmaba paquetes, mientras mi tía, era Doña María, otras veces Doña Rosa, la que entraba y salía con la bolsa cargada, nunca se cansaba. Armábamos el mostrador sobre la mesa de la cocina, y para darle más realismo, ella acomodaba cajas, y latas vacías, que eran, decía “muy necesarias para la escenografía”.

(Cinco, de los siete Madrid-Algañaraz. Gra. Guido
Benjamín,Leonardo, Ofelia,Rogelio y Deul )

Pero había otros juegos, tal vez después del almacén, el que más disfrutaba yo, era el de “Las Manuelitas”
- ¿Jugamos a las Manuelitas María?
Entonces, Ofelia Isabel asumía el papel de anfitriona, se transformaba en "Manuela Arratsaldeeldiabuenagoitía Castillo de Arena, Hacendada", yo aceptaba ser “Manuelita” Camino de Playa Grande, inquieta, andariega, joven y casadera.
-¿Cómo estás mi querida Manuelita?
Me recibía abriendo las puertas de mi imaginación.
Y yo entre risas, respondía - ¡Bien!, Manuela "Arrastragoitía" Castillo de Arena “Hacenada”, y las carcajadas retumbaban en la pequeña cocina. No tenía yo, más de seis años, pero todo está intacto en mi memoria hasta , me cuesta aquel trabalengua devenido en apellido vasco que marcaba el linaje de Manuela.
¡Cuánto me divertía en aquellas lejanas tardes, de mi infancia!.
Las Manuelitas, siempre que podían se reunían los sábados por la tarde, se vestían para la ocasión y a las cinco en punto llegaban del brazo a la confitería Richmond, para “conversar” de cosas perdidas, mientras comían los famosos sanguichitos de queso y tomate, (la especialidad de tío loro), torta de vainilla y limón, o simplemente galletitas con mermelada de membrillo. El té para Manuela grande llevaba sólo “una cucharadita de leche”, mientras que para Manuela chica “un cucharón”, porque estaba creciendo". Ataviadas con sombreros y guantes, carteras y chales, llegaban a su cita de cada semana, Manuelita la viajera y Manuela la “Hacenada”.
Manuela, siempre iba y volvía de su Gral. Guido, con capelina de plumas, abría su cartera y convidaba cigarritos de chocolate, mientras Manuelita con soltura se abanicaba con un abanico de diario (confeccionado por tío Loro) última moda en “Bostón”, comentaba el mozo, muy atrevido, por cierto, que atendía aquella mesa, y al que Manuelita encontraba “igualísimo” a su tío Loro.


Entre jolgorios y alegrías las tardes de sábado transcurrían en el diminuto departamento de la calle Palacios. Pollera de tafeta azul lavanda, zapatos de taco aguja, chancleteados, sombrero de tul negro y el chal de hilo blanco que terminaba regresando a su lugar sobre la mesa del comedor y mucho tintineo de pulseras y collares, es que "la escenografía siempre fue importante".

Finalmente, en uno de los tantos paseos didácticos, la auténtica Richmond, abrió sus puertas de Florida cuatrocientos, boiserie de roble de eslabonia, sillas tapizadas en cuero rojo; arañas de bronce, blancos mantelitos; allí "las Manuelas" tomaron el té una tarde de 1963.


Un catorce de marzo de mil novecientos noventa y dos Manuela Arratsaldeeldiabuenagoitía Castillo de Arena viajó a sus campos de General Guido, mucho antes ya habían renunciado a las tertulias de los sábados, nunca "a conversar de cosas perdidas".

Los tíos Madrid, los hermanos de papá, escribí otro domingo, aquí mismo… "Despertaron mi capacidad de imaginar, creando en mi mente lo que me describían. Buenos narradores, componían ordenadamente el escenario donde los sentidos se daban cita, olores, sabores, formas colores, texturas, sonidos. Aquellas historias reproducían con fidelidad la naturaleza de las cosas. En todas las historias Gral. Guido estaba presente. Todo fue grabándose en mi memoria"
Mas tarde lo mismo harían con mi hija, a la que le dedicaban todo el tiempo, horas de baraja, no sabía leer, ni escribir pero jugaba a la escoba de quince, sumaba, y para anotar los tantos dibujaba escobitas. Y las palabras cruzadas, claringrillas, preguntas hechas sólo para ser respondidas por ella; trabalenguas "Maria chuzena su choza techaba y..." cuentos, representaciones; armaban en el comedor el consultorio donde Danii atendía a sus pacientes -ellos- y les recetaba “aspilina bayar” para todas las dolencias… Hoy Danii es médica, otro día les cuento.
A la Quena, tía Negra para los demás sobrinos, definitivamente María para nosotros, le gustaba actuar, disfrazarse pero lo mejor era que sabía reírse de si misma, cierto día, recibió una invitación a un Te Canasta… pero mejor se los cuenta ella misma.

Te Canasta en el Savoy

Aún estando en mi casa, no se si vengo, o si voy
Es que he estado de canasta, tomando té, en el Savoy
De canasta no se nada, digo con sinceridad
Todo fue cosa de Pepa, mezclarme en la sociedad.
¡Me vieran, a mi sentada con las de doble apellido
Si estaba más asustada que perro que anda perdido
Unas Larreta Raymondi, otras Rodriguez Delgado
Maestras y secretarias y yo, ¡con mi cuarto grado!.
Queriendo hacer sociedad y sin imitar aquel
Hacia unas atropelladas, lo mismo que Don Fidel
y charlaba y me reía, haciéndome la canchera
Pero estaba más boleada que criollo que cae de afuera.
Y así en forma repentina, ya soy de la Sociedad
Aunque Madrid, Torme, Gascue, es mi colectividad,
En este ambiente distinto, me sentí sin Libertad.
Prefiero reunirme en Guido, y hablar con sinceridad
Contando nuestras pobrezas ¡esa, es mi sociedad!
Me comporte de lo fino, deseando sí un apagón
Para comer a mí gusto, de un sabroso mordiscón
Son más lindos los chorizos comidos junto al fogón
Debajo de las higueras con finito cascarón
Y yo para completar, por que fumar no sabía
Coloque en la cartera cigarros de chocolate
Que me compre en Casa Tía
Porque si fumaba los otros, seguro que me caía
Como paisano mamao, tirao en la pulpería
Damas colaboradoras, del Ceibo y otra Institución
Atendían con esmero aquella amable reunión
Y junto a esas señoras, sin omitir en mi lista
También estaba Mercedes con su corazón altruista


Ofelia Isabel Madrid (Negra)

Detrás de una foto siempre hay una historia, aguardándonos… “al calorcito del rescoldo, donde anida la memoria del corazón” esperándonos para recordarnos que - somos, porque fuimos -
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).