sábado, 2 de agosto de 2008

Tierra Siena Tostada

Las fotografías las envía José Esteban.
El viejo Centro Cívico, la Comisaría, la Municipalidad y allí nomás la inundación. Definitivamente la foto es de 1940


Aquí el almacén de la Estación de Don Martín Seresini, Fiambrería y Ferretería.
Aquí y ahora viendo esta vieja foto bañada por la luz de un sol de mediodía recuerdo las pinturas de Frasca.
Pego la vuelta y pedaleo, pedaleo. Cruzo el puente y sigo pedaleando en busca de la paleta de colores de Jorge Frasca
¡Cuánto has andado en bicicleta hoy Jorgito! exclamaba la buena de tía Nata cuando mi hermano, estacionaba en la puerta de su casa.
Natividad Madrid de Seresini – la mujer más buena de Guido, una santa, afirmaba Don Abel Cepeda cuando veia a tía cruzar la Plaza.
Tía Leliz Seresini de Madrid, la esposa de Gingo, no llegue a conocerla, pero cada noviembre, de la mano de mi papá o de mis tíos recibía la florcita que ayudada por ellos dejaba en “esa pared”, cuando la muerte era inexplicable.
Y tía Coca... y “Viyira”... y la libertad, allá, sólo en Guido.

Esos almacenes de campo, esos paisajes Lobos, Bragado, Anguil, Ranchos… siempre han logrado transportarme a mi infancia. Aquellos largos viajes en tren, que traían desahogo. Esos paisajes son Jeppener, Brandsen, Chascomús, Dolores, acercándome a Gral. Guido, a la libertad.
Frente a esas pinturas siento que estoy allí, no se cómo, sólo sé que estoy allí, detenida entre las luces y las sombras. Es una experiencia extraordinaria.

No, no es sencillo explicarlo. Parezco medio loca, ¿verdad? Pero bueno es lo que me pasa. No soy experta en arte, a decir verdad no soy experta en nada. Cuento tal y como me suceden las cosas, así ocurre.
Imposible para mi, tener una de esas maravillosas pinturas. Me contentaba con ver de vez en cuando alguna lámina, pero ahora gracias a Internet visito su página y allí me detengo, alguna tarde como la de hoy cuando me gana la nostalgia, con mi matecito… esperando. Sí, esperando verme aparecer entre las luces y las sombras de su milagroso pincel, asomada a una puerta, detrás una ventana, o doblando esa esquina bañada en luz con la bicicleta “Después de la Siesta” en busca de las chicas de Montenegro, frente a la casa de tía Nata, allá en Guido, dónde la libertad era pedalear.

Aquellos viejos almacenes, como éste de la foto, las calles polvorientas. “Lo de Torme”, “Lo de Martinez”, “Lo de Augelli”…¿te acordás de las pesitas? Me preguntaron no hace mucho. ¡Sí, aclaro que las recuerdo! ¡Y los surtidores!... y la “La tienda de Tanuz que todavía, hoy, desafiando el tiempo conserva en grandes letras su nombre “La Confianza”. Aquel Guido es mi infancia, es espacio, es “entrecerrar los ojos para ver horizonte”, como dice Betty. Es una pintura del Maestro Jorge Frasca

“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).