Barragán, amigo entrañable de los Madrid, está regresando, por estas horas, a su amado pueblo, a General Guido. Dios lo acompaña, ellos lo esperan...
Cuando comenzaba este año, una tarde por teléfono, me llego la inconfundible voz de Don Julio. Marilú, le había acercado las primeras entradas del “El Pueblo que heredé” y él me agradecía.
- Don Julio, dije, la que tiene que dar gracias soy yo, por el cariño inmenso con que los recuerda, por la amistad, por el respeto, por los silencios, por las largas sobremesas...
- Don Julio, dije, la que tiene que dar gracias soy yo, por el cariño inmenso con que los recuerda, por la amistad, por el respeto, por los silencios, por las largas sobremesas...
Adiós Don Julio, voy a recordarlo, así, en este soleado mediodia, en el patio de nuestra casa, con la taba en la derecha, midiendo, para tirarla y que se clave, mientras los Madrid vitorean y lo alientan, con un ¡¡¡lúzcase compañero, tírela de vuelta y media que usted puede Barragán!!!