lunes, 4 de junio de 2007

"...tan lejano de mi que es desamparo"

Estaba repasando la noticia del hallazgo del Gliptodonte en Labarden, aparecida en Semana Maipuense el mes pasado, recordé que los tíos solían contar que cuando realizaban las excavaciones para la instalación del tanque del agua corriente (Ayer OSBA, Hoy ABSA) las obras se vieron interrumpidas por unos días por la aparición de unos huesos gigantes que se interpretaba podrían pertenecer a un “bicharracho del cuaternario", decía tío Mochi que le fascinaban estos temas. También decía, que todo lo que pisábamos, antes había sido mar, hablaba de miles de años para las personas y de miles de millones para las sierras de Tandil, cuando mirábamos esa foto que en todo este revoltijo de fotos aún no encuentro, que se había sacado con tío Rojo en el Cerro de las Animas, el nombre solo ya me asustaba y más mucho más cuando hablaba de precámbrico, de volcanes y terremotos… Yo, tendría 7 u 8 años cuando escuchaba esas historias, han pasado casi cincuenta y emergen intactas, el archivo aún funciona. Para que yo tomara real conocimiento del asunto, “Eras Geológicas, y bicharracos prehistóricos”, tío Loro organizó un paseo al Museo de Ciencias Naturales de La Plata y allá fuimos. De la mano de María, recorrí las luminosas galerías y pude imaginar, al ver esos enormes huesos, una figura similar yendo a tomar agua a la laguna de Guido, durante mucho tiempo cada vez que se hablaba de Gral. Guido, yo me interesaba en saber como habrían sido esos lugares, antes, de antes, de antes, de antes, de que ellos nacieran y entonces teníamos largas charlas sobre suelos, formaciones rocosas, lagunas encadenadas, sistemas cerrados y cañadones.
Con ellos, no solo di vueltas por un largísimo laberinto de museos, también conocí el taller de un Luthier llamado Carracedo, estaba en Lanús y allí vi como se construía la guitarra que había comprado tío Loro. Con ellos asistí por años a la Fiesta de la Sociedad Rural de Palermo, venciendo el frío, la escarcha blanqueando sobre el jardín de casa, abrigadísimos, (Mochi con dos pares de guantes) salíamos en caravana rumbo a la estación de Banfield, Constitución, Subte combinación en Diagonal y de allí a Plaza Italia, Conocía muy bien la ruta por que en otras ocasiones la desandábamos para visitar el zoológico, el Botánico, el Planetario, cada paseo era una clase magistral llena de ¿dónde?, ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿porqué?.
El teatro Colon, el Luna Park , Plaza de mayo, la Iglesia de San Ignacio, el recuerdo más lejano que tengo, es San Ignacio, me veo, con un tapadito rojo, parada en la puerta, aferrada a la mano de mi papá, mi mamá lleva en brazos a mi hermano, María camina delante, junto a tía Pepa, tío Loro conversa con alguien y sostiene una escobita, toda tiznada que cuando salimos me regaló, junto con una estampita de San Martín de Porres, aún conservo, después, cruzamos al departamento de tío Hacho, desde la ventana, que María controla que este bien cerrada, yo veo el techo de la Iglesia, ese día por primera vez oí hablar de los túneles, y no pare de preguntar… y aprendí una palabra “intolerancia” y la archive junto a las malas palabras…

La ultima vez que fuimos todos juntos a la Rural fue en 1970 la hora de encuentro era las diez de la mañana en la puerta principal, de la mano izquierda, yo iba con una amiga y llegamos media hora tarde, todos habían entrado, tío Loro y Fermincito Gascue, que había llegado de Neuquen,cargado de historias y rosales, nos esperaban. Llegar al palco lateral fue una odisea, era un mar de gente que pugnaba por acercarse, nosotros con las entradas en alto avanzábamos, a paso firme, Fermincito decía creo chispita, que voy a perder la pata y si la pierdo no la encuentro más; Tío Loro me preguntaba si había “alzado” el perfume, mi amiga que no entendía nada, me consultaba todo el tiempo, ¿Por qué te dice Chispita?, ¿Qué perfume?
Con el último empujoncito llegamos, allí estaba el resto de la barra esperando, custodiando los cuatro lugares. Cuando nos ubicamos tío Loro se encargo de contar la anécdota del perfume, que por cierto había crecido gracias a él. Yo tendría siete u ocho años, en una perfumería de la calle Laprida en Lomas de Zamora, me dieron una muestra de perfume, era un frasquito chiquito con una tapita color rosa y un liquido oscuro, que parecía té, pero era un oloroso perfume, huele fuerte dijo María ciertamente olía horrible, pero yo estaba feliz, y se me ocurrió decir que lo guardaría para cuando fuéramos a la rural, y tío Loro hizo de eso un recordatorio permanente, siempre le agregaba algo, y a mi me hacia enojar. Cuando llegaba con las entradas para la fiesta de Palermo, me sugería - Chiquita lleva el perfume, para atenuar el olor a bosta, yo me enojaba, me encendía, María intervenía entonces con un - ¡bueno, basta, Loro, no seas chiquilin! queres… Pero él seguía, - el perfume es muy importante, che, pregúntale sino a los franceses y continuaba bromeando. ¡Era un chiquilin!, un verdadero y adorable chiquilin.
Una tarde en esta misma casa, mientras tomábamos un “tecito” él, Mochi y yo, exclamó
-que rico huele el perfume que llevas puesto… Yo lo mire, los años, las tristezas, le habían opacado la mirada y el Parkinson, venía haciendo estragos y dije es, el que me dieron en la Barros, (perfumería) el que llevaba a la Rural ¿te acordás? y la sonrisa, se instalo en su cara. Y por un largo rato nos reímos los tres, solitos, aquella tarde, en esta casa, que ya había empezado a quedar grande…
Pero les estaba contando de aquel último paseo todos juntos en el hoy predio ferial de Palermo. Cuando la fiesta estaba en su apogeo, mientras yo me protegía del frío envuelta en el poncho negro con guarda pampa que ellos (los tíos) me habían regalado en mi cumpleaños número diecisiete, mi amiga, que ya conocía la anécdota del perfume, y se sumaba al gaste, pregunta ¿dónde esta el baño?…Había que abandonar el palco y comenzamos el descenso mientras ellos nos señalaban donde nos reencontraríamos, ¡a tu izquierda, en el ombú!, ordenaba tío Loro. Fermincito Gascue repasaba el vocabulario mapuche que días antes me había enseñado al describirme el"Nguillatún", la rogativa mapuche, el ofertorio de los frutos a la madre tierra, "ñuque mapu", para que les conceda entre otras cosas buena y larga vida...
-¡Chispita! me provocaba Fermincito, seguí al “vucharume che” y a la “cude huinca” y cuidate del “cocori”, yo me reía, mi amiga preguntaba ¿Qué te dijo? y él, serio, muy serio, sin perder la compostura comentaba, mientras nos daba paso “lo peor para estas urgencias, chicas, es la risa y no las veo muy serias”… Este día estaba perdido en algún rincón de mi memoria y esa buena amiga, con la que me reencontré después de muchos años, gracias a este blog, me ayudo a librarlo. La Historia no acaba nunca, los rosales que Fermincito Gascue nos trajo aquella vez desde Neuquén, se preparan para florecer en el próximo agosto.

todo lo que he perdido es mío,
irremediablemente mío,
tan lejano de mi que es desamparo
Mario de Benedetti
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).