domingo, 27 de mayo de 2007

Ecos del pasado

Siguiendo la rastrillada, como decía Madrid viejo, fui en busca de los discos de pasta que alguna vez sonaron en los bailes de Guido, ¡en el Cultura, por supuesto!


¡Hasta esto guardaron los viejos! La música también trae nostalgias, y echa a volar recuerdos.

Los Madrid fueron musicales, todos, algunos más. En las Guitarras Leonardo (Negro) Benjamín (Mochi) y Deúl (Loro) la cantora Ofelia (Negra) para mi María, cantaba muy lindo, su voz era parecida a la de Nelly Omar, pero a ella le gustaba Libertad Lamarque, y eso se notaba, sobre todo cuando cantaba… “tu humilde caricia /es como el cariño / primero y querido / que nunca olvide…Si todos los años tus flores renacen / hace que no muera mi primer amor...” A mi me gustaba escucharla cantar guarañas… “Una noche triste nos conocimos / junto al lago azul de Ypacarai / tu cantabas triste por el camino / viejas melodías en guarani y por el embrujo”… o aquel tango que tarareaba mientras regábamos las plantas del patio … “Laraira, laraira… Aquel que solito / entro al conventillo / echao en los ojos / el funyi marrón / Botín enterizo, el cuero con brillo / pidió una guitarra y para ella canto./ Aquel que un domingo bailaron un tango, / aquel que le dijo me muero por vos / aquel que a la reja más nunca volvió”…El repertorio era amplísimo pasábamos por el tango, el folclore, el vals… “Alma ,si tanto te han herido,/¿porqué te niegas al olvido?/¿Porqué prefieres llorar lo que has perdido,/ buscar lo que has querido,/ llamar lo que murió?...
Mi papá le pedía, ¡hermana, canta con tu voz!, y ella, mientras, le acercaba el jarrito color marrón ¿te acordás Marilú?, con té recién hecho, bien endulzado y con hojitas cedrón, decía
- a pedido de mi hermano Leonardo, Gajito de cedrón de Don Mario Pardo - y entonaba a capela… “Recuerdo que fue un domingo /que te vi por vez primera, /después de aquella carrera /que yo gané con mi pingo. /Se bailaba en lo del gringo, / el puestero del bañao, /yo te miraba embobao / como zorro a un gallinero, /cuando gritó el bastonero: / "¡Pa' tuitos ! Gato polquiao…
Y todos aplaudíamos, y la vivábamos, entonces me sujetaba de la mano y pedía ¡A ver muchachos, una rancherita para la preferida!, arrancaban las guitarras y ella, encorvada, arqueada para alcanzar mi altura me hacía bailar…
"Me enamore una vez, / no me enamoro más/ a mi no me busqués / por que no me encontrás / me enamoré una vez /y no me andés atrás /porque por más que andés /a mí no me engañás.
Un día los bailes acabaron, pero las reuniones continuaron siempre juntos
Cuando nació mi hija (Daniela, la ahijada de Marilú, bautizada en Labarden, otro día les cuento), María volvió a bailar.
Viéndola con Dany, chiquita, disfrazada de payaso en esta foto, recuerdo cuando apoyada sobre la punta de mis pies yo también me aferraba a sus brazos, mientras ella cantaba… “Tardecita criolla, de límpido cielo/bordado de nubes, llevas en tu pelo /.Vinchita argentina que es todo tu orgullo / ¡Y cuánto sol tienen esos ojos tuyos! Cuando tu pasas caminando por las calles”… yo la seguía… “repiqueteando tu taquito en la vereda / marcas cadencias de compases melodiosos/ de una milonga juguetona y callejera”… ahora, aquí, viéndolos en estas fotos, mientras tío Loro hace llorar la acordeona, María canta…Vengo otra vez hasta aquí / de nuevo a implorar tu amor / solo hay tristeza y dolor al verme lejos de ti… y la hace bailas "Kilómetro 11"
Todos, o casi todos, en Guido, la conocieron por Negra, Negrita, para mí, como siempre repito, fue, es y será, simplemente María. María, siempre dispuesta a escucharme; María, dedicada a sus hermanos, guardián de todos los secretos de esta familia; hablaba en voz bajita de esas cosas que “dormian al calorcito del rescoldo en la memoria”, así respondía a mis insistentes interrogatorios.. ¡Algún día Nenita, vamos a soplar con fuerza para avivar el rescoldo!... Y un día comenzamos a soplar.
María, diplomática a veces, inflexible e implacable otras. María, depositaria de secretos y apariencias, la mandataria, la delegada, la de memoria selectiva, la de omisiones definitivas, la de olvidos inolvidables, María, piloto de tormentas en un mar de incomunicaciones y de desencuentros. María, mí querida e inolvidable tía María.
*Los tíos Mochi, Loro y Maria fueron rebautizados por Dany, y aceptaron llamarse Meque, , Didi y Malia
y aquí están con ella, en la noche del 24 de Diciembre de 1982, por entonces, siempre adaptándose a los tiempos, María cantaba …”Estamos invitados a tomar el té, la tetera es de porcelana / pero no se ve / yo no sé por qué / Detrás de la tostada se escondió la miel, la manteca muy enojada la trato de usted / yo no sé por qué… Dany pasaba horas con ellos, como antes lo habíamos hecho nosotros, mi hermano y yo.
Los tíos Madrid, los hermanos de papá. Despertaron mi capacidad de imaginar, creando en mi mente lo que me describían. Buenos narradores, componían ordenadamente el escenario donde los sentidos se daban cita, olores, sabores, formas colores, texturas, sonidos. Aquellas historias reproducían con fidelidad la naturaleza de las cosas. En todas las historias Gral. Guido estaba presente. Todo fue grabándose en mi memoria, nombres, imágenes, lugares, la música, las letras de las canciones.
Hoy, como todos los domingos, en la soledad de esta casa, que compartimos durante tantos años, donde transcurrió mi infancia, la de mi hermano, la de mi hija; en otro tiempo llena, de música, de risas, de amigos, por un instante, mientras volvía a guardar estos pesados discos, enmudecidos por el tiempo me pareció escuchar otra vez las guitarras y a María cantando… “Te vi, no olvidare, un carnaval, guitarra, bombo y violín / Agitando pañuelos te vi, cadencia al bailar, airoso perfil… y la sigo, y canto, a pesar de Meque, que reprocha mi falta de oído… agitando pañuelos me fui, que lindo añorar tu zamba de ayer.
“Despojados de su memoria, los pueblos se opacan mueren y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta finalidad no hay ética posible”. Héctor Schmucler (1994 Revista Universidad Nacional de Córdoba).